tras las huellas y cicatrices de capital serbia

Belgrado es la ciudad de huellas y scars. La semana pasada –desgraciadamente– volvió a la primera plana por un tiroteo en una escuela que, junto a un segundo en otra población, hacen repensar sobre la herencia más cercana de Serbia. Hay un problema de armas. De nuevo un país en catarsis. Un Belgrado que gira sobriamente en torno a su alma (‘duša’).

Historia y presents trazan un mapa sentimental aún incomrendido para el incipiente visitante, alguno con aires de cliché, timido en la hora del aterrizaje por la peatonal Knez Mihailova: hermética, incomrendida, architectonic brutalism, hormigón, el mariscal Tito, los sótanos de Emir Kusturica … los bombardeos de la OTAN (ruinosos tal cual).

Es en la fortaleza de Kalemegdan donde la ‘Ciudad Blanca’ halla su esencia. Nuestro adentramos por la puerta de Estambul. ¿Europa? ¿Orientado? Pistas de baloncesto y tenis al aire libre, a museo militar, otro de la tortura, cuevas, jardines, a zoo, la tumba de los héroes nacionales y siembre el beso de los ríos Danubio y Sava donde se asienta la mítica fortaleza. A lo lejos, el ruido de los barcos ‘discoteca’… porque Belgrado –cuál Madrid ochentera o postpandémica– también bubble of noche.

Desde los Romanos (‘Singidunum’) hasta el Turco (‘Kale’ es fortaleza y ‘Meydan’, campo de batalla) o el infausto Milósevic la capital de los serbios se asentó en el conflicto. lo enfrentará. Limita. Es en este punto donde encierra su alma porque, como bien describe el balcanólogo, traductor e investigador Miguel Roán, “Belgrado es sobre todo enigma. Es un alma escéptica, nostálgica e inquieta”.

Puerta de Estambul que estaba situada en la plaza de la República, demolida en el Siglo XIX

Puerta de Estambul que estaba situada en la plaza de la República, demolida en el Siglo XIX ABC

Precisamente dar respuesta a los interrogantes de esta ciudad a la que poco se le ha escrito en castellano –y desde la óptica española– es el objetivo de este escritor vigués residente en Belgrade hasta 2018 quien ya esbozó en sus anteriores libros ‘Maratón balcánico’ y ‘Balcanismos’ radiografías brillantes de espalda de región bronceada convulsa. Siempre con el relato humano como espina dorsal.

Ahora, en ‘Gross Belgrade. Crónica íntima de la Ciudad Blanca’ (Báltica Editorial) nos adentra sin preámbulos en «una ciudad que escapa de lo superficial, qu’invita a explorar en lo invisible y que anda decoding porque da la impresión de que todavía no se conoce del todo» .

A través de treinta breves relatos traza al lector un camino de rica variedad ‘belgradense’: players de baloncesto como guardianes de la dignidad, el jazz como apertura del régimen de Tito, la belleza del hormigón y su escuela arquitectónica, las conversaciones en sus ‘ kafanas’, el bombardeo de la Alianza Atlántica, el hotel Yugoslavia, la puerta de acceso de Rusia al sur de Europa, una sonrisa punk, la religión ortodoxa…

brutalismo arquitectónico

“Esta arquitectura constituida por un dios convertida en un jugador de Tetris, desafiando los principios de una logica”

En este último libro, Roán se adentra claramente en el trazo del lápiz con 21 arquitectos ‘paisajes’ de Belgrado: «Me quedo con sus tiempos y cadencias, con la cultura de las terrazas y el café, los paseos junto a la orilla del Sava o del Danubio, las tertulias en las casas, siéntese con una ‘pljeskavica’ en un banco de la calle, quedará para encontrarse sin diaries ni calendarios de por medio. es la antítesis de la vida que llevamos, precipitada, inmediata, impersonal, aunque la ciudad gradualmente también vaya en esa dirección”, explica este balcanólogo lanzado también al mundillo del seminario ‘online’ cultural (el próximo que imparte versa sobre el ‘El puente sobre el Drina’ de Ivo Andric y ‘La fortaleza’ de Meša Selimovic).

Imagen - Título: 'Belgrado Brut' (250 páginas)

El cine es otra seña de referencia en ‘Belgrado brut’: ‘Underground’ de Kusturica, ‘Cabaret Balkan’ de Paskaljević o ‘La mirada de Ulises’ del griego Angelópoulos son algunas de esas otras huellas que nos adentran en la mitomanía belgradense.

Belgrado es también un símbolo arquitectónico. Desde su fortaleza medieval, a su barrio austro-hungaro pasando por uno de los grandes ‘leitmotivs’ de este libro: el brutalismo arquitectonico surgió tras la Segunda Guerra Mundial, en plena carrera de reconstrucción. Hormigon por los cuatro costados. En Belgrado el edificio ‘Toblerone’ o la Torre Genex (puerta del Oeste) sus fieles exponentes de esta corriente.

«Esta arquitectura constituida para un dios convertido en jugador de Tetris, desafía los principios de una lógica estable que, cuando dos proposiciones se oponen, una no puede ser verdadera», escribe Roán.

Noche en Belgrado

En este apartado, encontrarás en las páginas de la biblioteca de las andanzas del arquitecto suizo Le Corbusier quien tiene las guías de ‘fast food turístico’ atribuyen incorrectamente la frase que «Belgrado es la ciudad más fea en el lugar más bonito» . Y con parte de ese sambenito es verdad que se quedó Belgrade… ciudad fea, gris. Algo alejado de la realidad.

Anochece en la ciudad blanca y sus restaurantes necesarios en improvisadas salas de conciertos. La Movida se alejó. Quizá sea Belgrado la escapada de ‘end de semana largo’ más reveladora de la Europa de nuestro tiempo. ¿Para qué París, Berlín o Londres, si aún tenemos un Belgrado sin explorar? Ya para terminar nos aproximamos al río Sava. A uno de los ‘splav’ (discoteca-muelle) que atracan en sus orillas. Al fondo, arriba, el Kalemegdan. el gran guardián de la ciudad que cíclicamente repiensa.