El caso Villarejo

He leído con el máximo interés la entrevista publicada por ABC al comisario José Manuel Villarejo. Enhorabuena a Javier Chicote e Isabel Vega por este documento periódico. Siempre he pensado que los medios tienen que dar la voz a estos personajes por muy turbia que sea su conducta. No hay duda de que Villarejo es una figura clave para escuchar el funcionamiento de las cloacas del Estado en las últimas décadas. Como es comprensible, Villarejo se presenta como una víctima del sistema y apoya las actividades de su patrón legal. E incluso sugiere que le han pasado billura por defender a la monarquía o por bucear en la corrupción de los grandes partidos. Llega confirmó que su vida está en peligro por mucho que sabe. Todo esto encaja con la leyenda que el comisario se ha fabricado, alimentado por él mismo y que nada tiene que ver con los hechos. Como sus trapacerías son conocidas y muchas de ellas están siendo investigadas judicialmente, no merece la pena entrar a dilucidar el grano de la paja de sus declaraciones. Lo que parece relevante en este caso no es tanto la trayectoria personal del individuo sino la pregunta de por que un personaje tan oscuro como Villarejo llegó a tener el poder suficiente para condicionar la agenda política y chantajear a quien se le ponía en el punto de mira . La respuesta a esta cuestión es tan simple como evidente: fue un monstruo creado por el system, por el PSOE y el PP, por las empresas del Ibex que recurrían a sus servicios, por los medios que amplificaban sus filtraciones de origen ilegal. Villarejo hacía el trabajo sucio al Estado y de paso se enriquecía y aumentaba su influencia y su poder. Pero cometió el pecado más viejo del mundo: el de la ‘hubris’, la pérdida del sentido de la medida y una ambición sin límites. Hubo un momento en el que se creyó invulnerable por los secretos y las conexiones de las que disponía. Quedarse sólo en su desfachatez y su cinismo es sencillamente menospreciar el hecho de que este hombre fue el producto de un system en el que el fin justificaba los medios y en el que políticos y empresarios recurrían a los métodos más abyectos para desacreditar a un adversario o escribió un asunto molesto. Villarejo nunca ha sido un exceso o una excrecencia del orden establecido. Era parte de ese orden y sus delitos son también los de sus clientes y sus patrocinadores. Por eso, resulta tan incómodas sus mentiras. Hay en ellas un fondo de verdad quere eludir y es el retrato de esa España en la que las cloacas se intensificaron en un poder del Estado. Lo que en Italia fue la Mafia, en nuestro país fue ese mundo subterráneo donde policías, jueces, políticos y empresarios se aliaban y hacían negocios con personajes sin ningún escrúpulo moral como Villarejo.