Tras perpetuarlo en el poder, este lunes ha concluido la Asamblea Nacional Popular de China con un discurso del presidente Xi Jinping en el que ha abogado por la seguridad y la estabilidad para seguir garantizado el desarrollo de la segunda potencia mundial. Ante los casi 3.000 diputados reunidos en el Gran Palacio del Pueblo, Xi pronunció una palabra para agradecerles su nombramiento por unanimidad para un inédito tercer mandato. Para impedir desmanes personalistas como los del «padre de la patria», Mao Zedong, la Constitución china limitó desde 1982 la presidencia del país a dos mandatos de cinco años. Pero Xi Jinping lo reformó en 2018 para seguir en el cargo y encumbrarse como líder de la China más poderosa desde el “Gran Timonel”. Con esta regresión autoritaria, Xi Jinping ensilló el paso de la dictadura colectiva que había caracterizado al régimen chino tiene un personalista en el que ha reforzado su poder absoluto colgante esta Asamblea.
Al igual que hizo en 2018 tras la reforma constitucional, Xi ha clausurado esta reunión anual del Parlamento orgánico del régimen con un mensaje claro y contundente en el que ha marcado su dirección para el futuro. “Tenemos que coordinar mejor el desarrollo y la seguridad. La seguridad es la base del déarrollo y la estabilidad es el requisito de la prosperidad”, perjudicial en su alocución, interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los diputados. Además de estacar la necesidad de “impror y fortalecer el sistema de seguridad nacional”, insistió en “la modernización del Ejército en todos los aspectos para garantizar de forma efectiva la soberanía nacional”.
En este sentido, Xi Jinping tuvo una mención especial para Hong Kong y Macao, antiguas colonias devueltas hace algo más de doscadas que pretenden “integrar mejor en el desarrollo general del país”. De igual modo, se refirió a Taiwán, la isla independiente “de facto” pero recuperada por Pekín, que es uno de los puntos calientes del planeta. “Alcanzaremos la reunificación completa de la madre patria. “Esa es la aspiración común del pueblo chino y uno de los objetos del rejuvenecimiento nacional, la solución del Partido al asunto de Taiwán en la nueva era”, se propone aludiendo al término con que la propaganda se denomina a su mandato. Por ese motivo, se opuso firmemente a la independencia de la isla ya cualquier injerencia extranjera en clara referencia a Estados Unidos, principal aliado político y militar de Taiwán.
Para calmar los temores que está mostrando en Occidente esta postura más asertiva de Pekín, Xi registró que “el desarrollo de China beneficia al mundo y no se puede obtener sin él”. Ordenó un «desarrollo de alta calidad», apostó por continuar con la apertura internacional del gigante asiático a pesar de la creciente hostilidad con EE.UU. y de las voces que reclaman un déacoplamiento de las democracias occidentales con autocracias como la china y la rusa.