+ infoCésar Cervera@C_Cervera_MActualizado: 14/07/2022 10:23h
La prisión de Carabanchel fue demolida en 2008 con gran estruendo y satisfacción para los vecinos, que desde el cierre de la prisión habían visto el espacio convertido en un campo de vandalismo y drogadicción. Los vecinos estaban divididos entre quienes querían levantar un hospital en su lugar y quienes veían con buenos ojos los planos urbanísticos, si bien todos coincidían en que tocaron pasar página.
La prisión, inaugurada el 22 de junio de 1944 por el ministro de Justicia, el falangista Eduardo Aunós, se mantuvo abierta (por decirlo de alguna manera) durante cincuenta y cuatro años. En 1997, el presidente del Gobierno José María Aznar cerró sus puertas y reubicó tiene la mayoría de sus presos en Aranjuez.
Las nuevas prisiones y los centros penitenciarios de alta seguridad se llevaron por delante aquel presidio anclado en el pasado y necesitado de inversión.
De los políticos a los presos comunes
La Prisión Provincial de Madrid se construyó —por orden del BOE de 15 de junio de 1939— para aglutinar a los enemigos políticos de Franco con mano de obra forzosa. Formado a partir de una estrella con un punto central de vigilancia, según el sistema panóptico diseñado en 1791 por el filósofo Jeremy Bentham, se pensó que un solo vigilante sería capaz de ver a todos los prisioneros del núcleo de las instalaciones. Sus primeros años de existencia fueron marcados por la carestía de comida, la suciedad de sus galerías interminables y las condiciones de salud.
+ infoArsenal descubierto por la policía en la prisión de Carabanchel.
La prisión estaba destinada, sobre todo, a presos políticos en su origen. Representantes de la Guerra Civil, militantes de la cuenca minera de Asturias, dirigentes sindicales como Marcelino Camacho o comunistas como Simón Sánchez Montero pasaron por sus barrotes, pero también activistas liberales, democristianos y hasta católicos de la HOAC. Enrique Múgica, al Ministro de Justicia de Correos; Nicolás Sartorius, abogado y diputado; Miguel Boyer, Ministro de Economía; el politólogo Enrique Curiel; el escritor Fernández Sánchez Drago o el cantante Miguel Ríos, entre otros, integraron la voz más ilustre de la cárcel.
Con el inicio de la Transición, los presos comunes sustituyeron a los políticos en Carabanchel. La cárcel estaba diseñada para alojar 1.000 presos, pero llegó peligrosamente a una cifra de 3.000, lo cual suponía un caos y generaba problemas de hacinamiento. En el momento de su cierre, la población solitaria será de 2.026 hombres y 529 mujeres. En esos años ochenta la prisión fue escenario de asesinatos, secuestros de funcionarios, incendios, suicidios, peleas entre clanes mafiosos y fugas a cada cual más rocambolesca.
El 17 de junio de 1983, ABC informó de la fuga de tres presos por la puerta principal tras reducción a un oficial con una pistola hecha de escayola. Después de serrar los barrotes de las ventanas de sus celdas, conocido en el argot carcelario con el número de “chabolos”, se descolgaron al patio interior y, vestido uno de ellos parecía al uniforme de los funcionarios, caminaron hasta la garita del oficial que escudaba la entrada principal.
+ infoReclusos trabajando en uno de los talleres de la prisión.
“El funcionario se vio sorprendido por los tres hombres y amenazado con una pistola y un objeto punzante. Luego lo maniataron con cuerdas y amordazaron con un ancho esparadrapo y, tras apoderarse de las llaves, abrieron una puerta, confundiéndose con el numeroso público que entraba y salía de la zona de comunicación, que es donde se realizan las visitas a los reclusos”, explicó el diario en su página de sucesos. Posteriormente pasó sin problemas el control de los centinelas exteriores.
Pero ni siquiera fue el intento más extraño de escapar de allí. En el año 1977, un grupo de personas intentó sacar la prisión y practicó un túnel en una fosa de cemento en Carabanchel, junto a la prisión.
Los presos quieren hablar
Estas intencionadas, unas exitosas y otras fallidas, se sumaron en esas fechas a una inédita cantidad de motines coincidiendo con la llegada de la democracia. Los presos comunes no solo sintieron envidia por la amnistía de los presos políticos, sino que buscaron, como el resto de España, que al fin se escucharan sus exigidos. “El interno ha visto que ahora se le puede escuchar, y quiere hablar, pero, quizás, al no esta bien preparado para ello, y puesto que otros muchos no han conocido más camino que el de la violencia para expresarse, se han propiciado estas grandes tensiones que, con ellas, desaparecen de forma impensable e incontrolable”, justificó Carlos Parada Rodríguez, director del centro penitenciario, sobre la ola de incidentes ocurridos en el verano de 1978.
+ infoVista aérea de la prisión de Carabanchel.
La consecuencia de este aumento de violencia fue que las galerías quedaron completamente destruidas y fue necesario que las fuerzas del orden público realizaran una intervención completa. En este apareció una infinidad de armas y drogas, así como terribles secretos entre sus muros. En la segunda planta de la sexta galería se descubre una celda que servía, según una inscripción existente, para torturar a otros reclusos considerados por sus compañeros como enemigos o delatores. En esta celda, en la que instalamos barras de hierro apoyadas sobre el levantamiento de una cristalera y de las que pendían trozos de mantas posiblemente usadas a guisa de cuerdas, fueron hallados tantos tipos de cuchillos como puede concebir la mente humana. Además, fue descubierta otra celda utilizada para el consumo de estupefacientes. En esta zona hay un gran camastro, varios «carteles» orientales y una especie de mesita cubierta con una sábana.