“¡Pero Antonio, si eres amigo José!

José Berral (28/05/1928) y Antonio Belman (04/04/1931) conocieron de pequeños en el pueblo sevillano de Herrera. Sus madres eran muy amigas y, además, vivían en la misma calle, lo que facilitó que estos dos pequeños estuvieran todo el día juntos haciendo travesuras o jugando con un balón de trapo.

Se hicieron inseparables, y cuando llegó la adolescencia aumentaron a trabajar en la huerta que tenía la familia de Antonio y, después de faenar entre olivos y viñas, recuerdan comer, muchas veces a escondidas, alcachofas recién cogidas.

Sin embargo, la amistad que unía a estos dos adolescentes se vio por la repentina muerte de la madre de José, en 1948, y la rápida marcha de la familia a Mallorca en busca de una próspera vida en la isla.

Allí el joven Antonio trabajaba como vidriero en el barrio de Santa Catalina. Estuvo casado 67 felices años, tuvo 2 hijas y 3 nietos, “dos de ellos ingenieros”, cuenta con orgullo.

El joven José (arriba a la izquierda) en una foto de familia numerosa

El joven José (arriba a la izquierda) en una foto de familia numerosa

Paralelamente, Antonio, con el que rompió el contacto el mismo día de su marcha, también siguió su camino y acabó en Mallorca formando una bonita familia con su novia de toda la vida, con la que tuvo 3 hijos. Aunque empezó trabajando en la construcción como maestro de obra, con la crisis se hizo truckero y recorrió durante años las carreteras de España y Francia.

Antonio llegó también a mallorca donde se hizo y tuvo 3 hijos

Antonio llegó también a mallorca donde se hizo y tuvo 3 hijos

Pasaron los años. José quedó viudo y el pasado 17 de marzo de 2022 entró en la residencia Fontsana Son Armadams (Palma de Mallorca). Hace unos días, caminando por uno de los pasillos de la residencia escuchó a la psicóloga del centro hablar con otro residente sobre Herrera. No dudó en acercarse para poder contar todo lo que él conocía del pueblo. El otro residente también conocía muchos detalles de este lugar sevillano, de tal manera que generó una conversación emocionante hasta que, en un momento dado, se dio cuenta de que habían vivido en la misma calle y que sus madres eran muy amigas. “¡Pero Antonio, si sea tu amigo José de la infancia!”. Por caprichos del destino estos dos amigos de la niñez se reencontraron después de 75 años sin saber uno del otro.

“Al poco de hablar con Antonio di cuenta de que era mi amigo y nos saludamos muy calurosamente. Estamos muy contentos y ahora pasamos mucho tiempo juntos charlando, jugando al dominó, comiendo, participando en talleres o contando nuestras batallas y aventuras a otras personas del centro”, confiesa José.

Para Antonio, que llegó a la residencia el pasado 18 de enero, “ha sido una gran sorpresa y una suerte juntarnos de nuevo” -seguro a ABC-. Es como encontrarse con un amigo, con una persona que conoce mucho a pesar de todo el tiempo que hemos estado sin vernos”.

Hoy, con 94 y 92 años, José y Antonio mantuvieron un buen estado físico y recuerdan perfectamente algunos de los episodios que vivieron cuando eran amigos de la infancia. Acaban de protagonizar un reencuentro de amigos que confirmó cómo el destino a veces vuelve a unir à personas que cuelgan 75 años no se han cruzado ni una sola vez en la isla que les acogió cuando dejó su Herrera natal en búsqueda de prosperidad.

Fuentes de Fontsana Son Armadams aseguran que este encuentro ha sido una historia preciosa “y una muestra de que en las residencias también pasan cosas bonitas como cuando hay personas que se enamoran o se casan. Estos dos amigos se sienten felices y, al ser muy bromistas los dos, generan muy buen ambiente en el centro. Además, a ellos les hace sensse más seguros al tener a alguien tan cercano juntos al que aprecian tanto y, al mismo tiempo, sus respectivas familias también se sienten igualmente felices de que ambos puedan compartir tiempo.Tienen mucho que contarse porque tienen cuerda para rato. Sin duda, están viviendo una nueva etapa de su amistad“.