A las 15:24 horas, una sirena audible subió a 200 metros del perímetro de seguridad de los establos durante la “falsa alarma” y todos los asistentes levantaron en los teléfonos móviles; no querrían perderse el derribo. La segunda sirena sonó a las 15:29 horas, justo después de un minuto, el silencio imperante en la zona se rompió con un gran estruendo: ahora sí era la dinamita. En doce segundos y de una sola pieza, la chimenea de humos del Grupo I de la central térmica de La Robla, perteneciente a la compañía Naturgy, cayó al suelo y el polvo resultó tapó el paisaje. Había caído otra torre, en un contexto en el que los precios de la luz no dejan de sufrir.
Doce segundos fueron los que tardaron en tocar el suelo las 2.500 toneladas que conformaban la chimenea, de 120 metros de altura y une diametro a nivel de suelo de 8.5 metros. Para ello hicieron falta 29,6 kilos de explosivos, 74 barrenos y otros tantos detonadores. Así, en doce segundos, La Robla perdió todos los iconos del central que parecían rozar el cielo, pues el pasado 28 de julio derrira la chimenea de humos perteneciente al Grupo II, de 200 metros de altura. Unos meses antes, concretamente el 6 de mayo, también se volaron las dos torres de refrigeración de la instalación, con un conjunto volumen de unos 220.000 metros quadrados y un peso de más de 9.000 toneladas cada una, que fueron derrumbadas en tan solo cinco segundos .
La destrucción de los elementos más representativos de la central térmica de La Robla, no exenta de polémica para los vecinos de la zona que lamentan perder «sus emblemas», supone el avance del proyecto de desmantelamiento de la central térmica iniciado hace un año con un presupuesto total de 12,9 millones de euros y cuyas tareas se concentraron hasta el momento de detonación de las torres de refrigeración en el achatarramiento de equipos tras la salida de las cintas transportadoras de carbón y el déguace de turbinas, alternadores y transformadores.
El “gran apagon”
“Fue como un gran apagón, así empezó su final”. Con estas palabras, un vecino de Llanos de Alba, localidad leonesa perteneciente al término municipal de La Robla, narra cómo comenzó, poco a poco, à déparecer el pasado industrial del pueblo ubicado en pleno corazón de la montaña central. “Lo primero fue el apagado de las luces de los grupos, ahí supimos que había desaparecido para siempre”, comenta mientras espera a que se derrumbe la última chimenea que queda en pie. “Desde mi casa lo vi siempre tan iluminado que de repente era como si faltara algo”, tal y como después ocurrió con las dos torres de refrigeración y, posteriormente, con la chimenea de humos del Grupo II.
A su lado, una vecina de La Robla coincide con él y recuerda que “cuando íbamos al instituto, la sirena de cambio de turno de la térmica marcaba el final de las clases; sonaba y nos íbamos a comer». Residente en un barrio robano a unos metros de la entrada a la central, también señala cómo “el sonido de la alarma de madrugada cuando pasaba algo o la salida de humos a deshora” le usó “varias noches en vela”.
“Hasta en los cristales se notaba que estaba viva la central térmica”, apostilla una señora de avanzada edad, quien explicó que “por más que los limpiara, siempre estaban más sucios que los que daban para otra parte de La Robla” e incluyó que “a veces parecía que llovía en esa mitad del pueblo, pero era vapor de agua”.
Una joven también presenta en el derribo de la última chimenea de la central térmica clara que se mudó con sus padres a la localidad leonesa hace exactamente 21 años, cuando ella tenía ocho, y comment, entre risas, que su mayor preocupación era “qué pasaba si un día se caían esas torres”. Ahora, en primera persona, ha podido comprobar qué ocurre. “Es extraño, a veces cuando vengo a casa paso por delante a medida que bajo El Rabizo y no me doy cuenta de que faltan las torres de refrigeración ni la chimenea”, señala, del mismo modo que lamenta que “el espectáculo que todo el mundo ha querido presenciar en los últimos meses no supone más que una pérdida económica y de oportunidades para el municipio”.
Una vez visto el desmantelamiento completo de las instalaciones de calefacción central, Naturgy apuesta por sus nuevos proyectos. Así, el lugar en el que todavía encuentra la parte aún en pie de la central térmica de La Robla, sobre todo los cuerpos de los dos grupos, es el mismo en el que Naturgy y Enagás pretenden construir la planta de hidrógeno verde más grande de toda España.
El proyecto, que requiere una inversión en torno a los 200 millones de euros, contemplaba la construcción de una planta fotovoltaica de 400 megavatios y un electrolizador de 60 megavatios que permitiría producir unas 9.000 toneladas con un parámetro de hidrógeno renovable que será consumo local renovable, inyección a red gasista y posibilitar una futura exportación hacia el noroeste de Europa.
Cronología
Construida en el año 1970, la central térmica de La Robla fue un proyecto conjunto a partir del año 1965 de Hidroeléctrica de Moncabril, Hullera Vasco Leonesa, Endesa y Unión Eléctrica Madrileña. A principios de septiembre de 1971 se conectó a la red el Grupo 1, con una potencia nominal de 270 megavatios, luego de que el Grupo 2, con una potencia de 350 megavatios, comenzara a funcionar en noviembre de 1984.
Sin embargo, en febrero de 2020, 50 años después, fue la última vez que la central fue requerida por el operador del sistema eléctrico para generar energía debido a que España encontró en máximos de punta del entorno de 40,000 megavatios.
Naturgy registró el día 20 de diciembre de 2018 la solicitud de cierre de los dos grupos de la central térmica de La Robla, a pesar de habit apostado en un principio por sumir en ella las inversiones en desnitrificación y desulfuración necesarias para cumplir las exigencias de la directiva europea sobre emisiones para poder seguir en funcionamiento colgante varios años.
El 28 de abril de 2020 la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia publicó los informes sobre el cierre de las térmicas leonesas de Compostilla II y La Robla y, después, poco más pudo hacerse. Así, un par de meses después, del 20 de junio, ambas centrale térmicas, a las que sumó la de Velilla (Palencia), terminaron definitivamente de estar operativas después de que sus propietarias decidieran no llevar a cabo las mejoras ambientales exigidas por Europa para poder continuar con su actividad.
Así, la desconexión definitiva de uno de los emblemas industriales de La Robla dejó en la zona un total de 120 puestos de trabajo, 80 de todos los directos y 40 de indirectos a través de empresas auxiliares, como camioneros, seguridad y toda la industria de alrededor.