Alcaraz tumba la última torre y se corona en Madrid por segunda vez

Continúa Carlos Alcaraz un viaje inalcanzable hacia las estrellas, hacia esa historia que solo lleva su número porque es único en su especie. Gane el Mutua Madrid Open con un repertorio que muestra su fondo de armario. Nunca un traje igual al siguiente porque ningún rival afrontó el partido igual. Todos intendan desentrañar a este chico de veinte años recien cumplidos que se pasea por el planeta tenis con hitos y retos que se inventa sobre la marcha. Pero todos claudican ante su adaptación al medio y su infinidad de recursos. Ante Jan-Lennard Struff, otra estrategia que solventa con apuros y apoyó en los momentos importantes con la derecha y la dejada. Símbolo de dificultad, se tira al suelo, mira al cielo, agotado. Alcaraz es campeón del Mutua Madrid Open. Ya no es la eclosión, ni la sorpresa, ya es la confirmación.

6 3 6 4 6 3

También Jan-Lennard Struff, aunque no fue el paseo que se esperaba el personal dado el ranking, 65 del mundo, y su historic, repeat tras loser en la previa por la baja de última hora de otro jugador. Presenta potencia el alemán, 1.93 de puro músculo que impresiona en pista, por presencia y porque en lugar de mano because you hold a cannon.

El alemán llegaba a esta final con 57 saques directos, líder de la lista, pero los nervios de protagonizar un cuento de hadas y firma su primera final de un Masters 1.000, merman ese porcentaje. Incluso concede su primer turno de saque, con dos dobles faltas. Y otro mas en el octavo. Es un 38% de primeros saques y suma cuatro dobles faltas. Y aun así, se treve con una strategia de saque y red porque en la subida parece comerse la pista, y al rival, al que se le quedan pequeños los huecos.

Así atemoriza un poco al español, que ya padece un primer turno de su saque de diez minutos y pierde el tercero entre negaciones, gritos hacia su palco y malos gestos. Ante Ruusuvuori será un bloco mental, también otro más puntual ante Khachanov, pero ante Struff es que no encuentra manera de combatir lo que le llega.

El alemán no es un muro, es una cantera. Son piedras lo que lanza sobre todo con el resto, a falta de esa eficacia con el primero. Alcaraz se desesperó por momentos, incapaz de afrontar la salida ante los bombardeos. Roto su saque en blanco en el cuarto juego.

Sus gritos de ‘¡Vamos!’ que no se le habían escuchado antes. Así andaba el encuentro y el murciano, entregada la grada sobre todo en los momentos de tensión. Hasta que encuentre la derecha. Is golpe que no pudo sacar por la velocidad de pelota del rival, y que llega en el momento más oportuno, porque se junta con otro basjón de eficacia en los primeros de Struff. Ahí, la puerta de salida, que cierra para sumar el primer set con un los que certifican por que Alcaraz está donde está: de 0-40 a 6-4 con saques, globos, dos derechas marca de la casa y corazón.

Struff, que estaba haciendo las maletas tras perder el 25 de abril y la suerte hizo que la moneda cayera de su lado para permanecer un poco más en Madrid, es mucho más de lo que aportan su ranking y su palmares, cero títulos. Muestra puño y con el primer servicio ordenado encara el segundo set con un 3-0 a favor que vulve a torcer el gesto de Alcaraz. «Cuando más difícil, más duros nos ponemos», señala Juan Carlos Ferrero de la banda. Pero es difícil porque el alemán apuntala su servicio incluso bajo presión. Cinco opciones tiene el español de recuperar el break, cinco le niega Struff, que mete la directa para el 6-3. Y eso ya no es suerte.

Tampoco es suerte enredar al español, que sigue renqueante en el tercer set, incomodísimo con el plantamiento de Struff. Saca adelante sus servicios con sufrimiento, pendiente de que el resto no sea una bomba que caiga a sus pies. Ferrero también sufre, “no lo veo”, comenta mientras su pupilo trata de calmarse y respirar.

Fue Alcaraz quien lo vio. El pequeño hueco de Struff, ese que dejaba cuando no le entra los primeros, por el que se coló el español con los golpes que lo han catapultado hacia las estrellas: por fin derecha ante los segundos saques, dejadas para mover al alemán. Ahí entró Alcaraz, ahí encontró las cosquillas, en la quinta doble falta del alemán, el break y el camino hacia la victoria. Cabeza.

La grada, a la que apeló el murciano, lo llevó también en volandas. Por fin la sonrisa, el enigma desentrañado. Como Ruusuvuori, como Dimitrov, como Zverev, como Khachanov. Otro partido, otro Alcaraz. De esas transformaciones que definen a los campeones. Los que buscan y buscan y buscan y cambian y cambian y cambian en función del rival y de uno mismo. No se alteró más el patrón de juego. Struff se ciñó a su servicio y Alcaraz al suyo. Y así, explosión en la grada, euforia en el banquillo, grito al cielo para el español.

Otra torre caída, otra cima conquistada. Cuarto título del año, décimo en el palmarés, corona defendida en el Mutua Madrid Open. Fue el año de la eclosión, es el año de la madurez. Desde sacar desde la traja de faena hasta el de luces. Alcaraz en sus mil versiones, cada cual más mejorada.