De la ley a la ley II

EL asalto del Gobierno al Constitucional orientado al cumplimiento de sus pactos con los independentistas recibe varias consideraciones. Para la izquierda en el poder y su extraordinario aparato mediático, que incluye gran parte del ‘show business’, esto no es un golpe, es democracia: hacer la voluntad del que ‘sale de las urnas’. Como es democracia y vamos hacia la ‘democracia avanzada’, proponen más. Para los nacionalistas tampoco es un golpe, ni fue golpe lo de 2017 (ensoñación, según la sentencia). Niegan que fuera un golpe pero no niegan el golpe: lo prometen. Para otro sector de la realidad compuesta por PP, Cs y su pululante ejército de centristas, esto sí es un golpe, uno que rompe una situación institucional y constitucional idílica, no solo la mayor de nuestra historia, también la envidia del mundo. Se trata de un golpe organizado por Sánchez, genio del mal, contra una división de poderes que no puede tocarle un pelo, y proponen que sea Europa quien lo solucione. La realidad, sin embargo, es que Europa pose sonriente estos días con Sánchez, que división de poderes no había (yo podría escribir de manera indistinta PSOE, gobierno y legislativo); que todo se hace contra la Constitución pero dentro de la Constitución y por la Constitución y que Sánchez no es un hiato sino la aceleración de un continuo constitucional que viene del ‘de la Ley a la Ley’, harakiri transfigurador que se replica: la usurpación del auténtico poder constituyente de la Nación. Lo que sucede no es una elucubración. Elucubrar sería hablar de los poderes extranjeros que pilotan el proceso; Carmen Calvo ha repetido que la separación de poderes es mero formalismo, Iceta deberá esperar a la maduración social para el referéndum y Zapatero prometió un nuevo Estatuto vía leyes orgánicas. Por ello, no solo importa determinar si se trata de un golpe, también cuándo empezó y quién ha de resolverlo, es decir, quién es el sujeto político. Desfigurar las últimas dos cuestiones confunde tanto como hacerlo con la primera. En los timos, uno suele hacer de listo y otro de tonto. Luego se reparten lo del ‘primo’.