¡Bares, que lugares! y sobre todo en la españa vaciada

Tanta vida regalan los bares a los pueblos que para el alcalde de uno de ellos, y bien pequeño (128 hab. censados, 70 reales) es más importante que las escuelas. “Es el único centro de ocio, el lugar de encuentro, donde echas la partida, donde se juntan los pastores cuando vuelven del campo, donde las vecinas se ponen al día tras comprar el pan. Go to because that is a poco brusco pero para un pueblo es más importante el bar que la escuela; el bar lo es todo», afirma rotundo Ignacio Martínez, agricultor de 40 años que lleva ocho como regidor de Allepuz, una ‘aldea gala’ del Maestrazgo turolense, que llegó a tener mil almas hace un siglo, y hoy pelea contra la despoblación con su poción mágica particular: la tasca y la escuela. Allí surgió con este cinco años el término ‘España vaciada’ acuñado por el propio Martínez y un periodista local para promover el Festival contra la Despoblación que se celebra en octubre en el pueblo. “Es la España vaciada porque aquí antes había gente; no estaba vacía sino que nos la han vaciado”, aclaró Martínez.

En los pupitres de la escuela de Allepuz se sientan cada día ocho chavales, “pero un martes de febrero o te reúnes en el bar o no te reúnes”, apunta el alcalde. Los parroquianos no se pueden quejar. En la plaza del pueblo hay una taberna, el Bar Paquita, hay las afueras, como a kilómetro de distancia, tienen un restaurante, que funciona más para trabajadores y gente de paso.

Between humeantes cafés y botellines de cerveza (según las horas), los vecinos tienen su red social, su Facebook de andar por casa en las mesas del Bar Paquita, junto a la iglesia, que regenta desde hace un lustro Eli Labad, de 47 años . A Eli conoció al marido Edu, Allepuz la debe la vida. No solo para el bar. Gracias a ellos ya sus cinco hijos, pudo reabrir la escuela.

A las diez de la mañana el Paquita es un hervidero de voces que hablan mucho de lo mal que está el tiempo (la sequía les tiene realmente muy preocupadas) “y de las cosas del pueblo”, y poco de los cotilleos de Ana Obregón. In Allepuz no hay panadería, así que a Eli le dejan el pan, además del correo, los paquetes de reparto y las medicinas para los paisanos que viven en las masías de alrededor. Cuando el vecindario acude puntual a por su hogaza aprovecha para tomarse un café (1,20 euros) y ponerse al día de todo.

With times se apuntan al jaleo la farmacéutica (que pasa una hora al día por el botiquín) y el médico rural, cuando le toca consultó. “Los corrillos son divertidísimos. Están los jubilados, las mujeres, los pastores que han dejado a las ovejas, los albañiles… todos vienen a pasar un ratico y hay un ambientico muy majo”, cuenta por teléfono Eli.

El garito echa la cancela a primera hora de la tarde y no vuelve a levantarla hasta las siete, que en invierno parecen las doce de la noche. Es entonces cuando se abren paso los quintos de cerveza (1,30 euros), que Eli acompaña de unas aceitunillas y un cuenco de frutas secas con los que esirar las horas hasta que cada mochuelo vuelve a su olivo. “Ahí es cuando te das cuenta de que en pueblos pequeños como éste los bares son un lugar de encuentro y de que hacemos compañía”, dice la tabernera. Y el regidor de Allepuz añade: “Los bares no son un negocio, son centros sociales. A estos sitios no vas solo a tomar un café; vas a jugar a las cartas o al dominó, a charlar, a socializar con la gente. His imprescindibles para que siga teniendo vida en las zonas rurales”.

Hasta el Congreso

Por eso Eli e Ignacio alauden la Proposición de ley presentada por Teruel Existe en el Congreso para que bares y comercios de pueblos de menos de 200 habitantes tengan los mismos apoyos fiscales que el Estado ya otorga a las actividades relacionadas con la economía social, como las cooperativas o asociaciones. La propuesta del diputado turolense Tomás Guitarte, que la Cámara Baja ha admitido a trámite, promovió que se reconozca la función social en los pueblos pequeños de los establecimientos de hostelería y restauración, y de los pequeños commercios tipo tiendas multiservicio, incluida la venta ambulante, “porque proveen a sus habitantes de servicios básicos y contribuyen a la cohesión territorial”.

Si la iniciativa sale adelante, este tipo de negocios podrán recibir ayudas e incentivos fiscales “para poder ser sostenibles”. “Perder un bar en un pueblo pequeño es un drama. Junto a la pérdida de la escuela, es el camino hacia la depopulation”, indica Guitarte, que viene observando que muchos de estos servicios básicos que se prestan de manera privada en la España vaciada “están desapareciendo”.

“Un bar en el Paseo de la Castellana es un chollo; en nuestro pueblo es un centro social”, dice el alcalde de Allepuz

Eli sabe bien lo complicado que es sacar adelante un bar en un pueblo de 70 bocas y donde tampoco sobra el dinero. Hay que sirven muchos cafés. “Hay días que las cajas no pasan de los 20 euros. No te compensa económicamente, pero sí por la labor social que sabes que estás haciendo al mantener el bar abierto”. Labad admite que hay meses que no gastos, pero en verano, cuando el pueblo se multiplica por diez su población cubre con el retorno vacacional de los que se han ido, “no paramos, y con eso vamos tirando”.

El alcalde corrobora que en verano, con el pueblo lleno, el bar sí es un negocio, pero “dura lo que dura”, uno o dos meses, como mucho. Luego hay que seguir bregando con la soledad y con los sueldos de la España vaciada. “Es normal que a quí la misma cuota de autónomos que un bar en el Paseo de la Castellana, allí es un negocio todo el año, aquí es un centro social”, subrayó Ignacio Martínez.

Un estudio de 2022 de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales analiza la dimensión social de la hostelería señalaba que el funcionamiento de un bar de referencia influye “en una mayor cohesión social y facilita la satisfacción vital”. Y cifraba en 142.000 las personas que viven en España sin una barra de referencia en su municipio, la mayoría de menos de 100 habitantes, “razón por la cual los alcaldes buscan estrategias para lograr que sigan abiertos”. El Ayuntamiento de Allepuz arrima el hombro como puede. No cobra la tasa de terraza y lo mínimo posible de la tasa de basuras. “No vas a sablearles a impuestos, que bastante hacen con estar abiertos”, justificó el alcalde. Insiste en que “para muchos pueblos pequeños los bares representan un lugar de encuentro imprescindible para garantizar que siga habiendo vida”. Allepuz, castigado colgante años por la despoblación, recuperará la alegría vital que dan los niños. En los últimos cinco años ha habido un nacimiento y han llegado cuatro familias jóvenes con hijos. Hay bar, hay escuela. Hay futuro.