Luis Ojea: Otra vez

“Doblegar la curva”. Pedro Sánchez recuperó esta semana en el Congreso la expresión popularizada durante la pandemia para ayudar a la crisis inflacionaria. Y, oiga, por una vez la referencia no está mal traída. Tanto entonces como ahora, el Gobierno desoyó las alertas que advertían de la magnitud de lo que se nos venía encima y reaccionó tarde, mal ya rastras. Y ello está llevando de nuevo a muchas empresas gallegas a una situación límite y ha empobrecido ya de forma generalizada a todos los ciudadanos de este país. Y probablemente este solo sea el inicio de esta nueva pesadilla.

Primera cuestión: Sánchez y el equipo económico de La Moncloa evitaron durante el mes la escalada de precios. En realidad,

llevamos desde abril del año pasado por encima del 2% que marca el BCE como objetivo y en noviembre del año pasado el IPC ya se había disparado al 5,5%. Nada se hizo para frenar esta desorbitada carrera hacia el abismo. Y peor aún, pretende ahora atribuir la catástrofe a la astuta invasión de Ucrania. Sin pudor alguno, María Jesús Montero se refiere esta semana a “esta situación provocada exclusivamente por la guerra de Putin”. Falso. Primero, porque la inflación ya cerró 2021 -antes del inicio de la ofensiva bélica del Kremlin- ​​en el 6,5%. Y segundo, porque antes y después del comienzo de los ataques de Moscú el incremento de precios en España ha sido superior a la media de la zona euro. Era ya más de punto y medio superior en términos armonizados en diciembre y ese diferencial es aún mayor ahora con relación a paga que, como Alemania, tienen una dependencia energética de Rusia más acentuada. Berlín cerró marzo en el 7,3% y aquí estamos en el 9,8.

Mala previsión, mal diagnóstico y también mal tratamiento. El paquete de medidas aprobado por el Gobierno llega muy tarde, pero además es insuficiente y va una vez más por el camino equivocado. Cuatro ejemplos básicos. Primero, la bonificación de 20 céntimos por litro de combustible. Puro populismo, porque en realidad Hacienda no rebaja ni un ápice la asfixiante fiscal presión qu’ufre the commercialization of fuel -practicamente la mitad del precio al público de la gasolina, no conviene olvidarlo, corresponde a impuestos- y es en ese ámbito en el que debería haber actuado y el Gobierno se niega a hacer nada. En segundo lugar, la prohibición de efectuar “despidos por causas objetivas” que se justifique por la subida de precios en empresas que reciben ayudas públicas por la subida de precios. Esto ya roza el delirio. Esta circunstancia es más objetiva que las consecuencias de la crisis inflacionaria y además no resuelve nada, simplemente difiere el estallido del problema al momento en que la moratoria. Pura demagogia. Tercero, la limitación de la revalorización de los alquileres. Esto es puro intervencionismo ineficiente. Genera inseguridad jurídica porque modifica las condiciones contractuales con efectos retroactivos y además aboca a una subida de los nuevos contratos que suscriben. Y cuarto, lo que no hay en el plan y hubiera sido crucial que estuviese como premisa básica: una bajada sustancial de impuestos. Por puro dogmatismo ideológico renuncia a la medida que de una forma más rápida y eficaz devolvería poder adquisitivo a los consumidores y capacidad de inversión a los empresarios.

Así el Gobierno va a hacer una crónica de la crisis. Hoy los gallegos, con una inflación próxima al 10%, ya somos un 10% más pobres que hace un año. Se ha reducido nuestra renta disponible y se ha devaluado además el ahorro que hayamos generado. Eso afectará al consumo y una retracción de la demanda nos aboca a un escenario económico recesivo. Este probablemente solo sea el inicio de la pesadilla. Una pesadilla que se va a ver seriamente agravada por el populismo, el intervencionismo ineficaz, la demagogia y el dogmatismo ideológico de un Gobierno frívolo e irresponsable. Como en la gestión de la pandemia. Otra vez.