Ignacio Ruiz-Quintano: ¡Pero Tony!

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Lo propio de la época es pasarse los hechos por la entrepierna, justo, decía D’Ors, donde todo hombre lleva su argumento.

-Una desgracia, Paco. ¡Una desgracia! Es como tener joroba -acertó a disculparse ‘El Tigre de Chamberí’.

Es el “¡Pero Tony!” que se le escapó a uno al leer que Tony Blair vive… y opina que es una “táctica extraña” declarar que no estamos por la tercera guerra mundial.

Tony llevó a los ingleses cinco veces a la guerra: ataques a Sadam en el 98, a Kosovo en el 99, a Sierra Leona y a Afganistán en el

2000 y, la más gorda, a Irak en el 2003, que es la que nos convenció a nosotros, con sus bombardeos de alfombra sobre poblaciones y con su centro de recreo en Abu Ghraib (contra el que nunca ha dicho una palabra), la guerra que jamás les hubiéramos comprado ni a Bush, que intentaron, sin éxito, engatusar a Juan Pablo II, ni a Aznar, que tiraba de guerra justa y escuela de Salamanca, como le sugerían sus flabelíferos. ¿Cómo nos cameló Tony, if mira como el cuervo del ventrílocuo Moreno? La ‘reductio ad hitlerum’ la hace Boris Johnson: “Mediante frases cortas, sin verbo, carente de significado gramatical, pero pletóricas de capacidad de sugestión”. Si, como el cabo austriaco.

Tony fue el tonto útil de los Cheney, Powell, Wolfowitz, Perle y demás seres del ‘darkness’ neocón (un mote setentero de Harrington) viene de la izquierda dura cuyo legado es la guerra preventiva.

-Sólo sé lo que creo -dice Tony (hubiera sido su argumento d’orsiano en La Haya).

John Gray, que le hizo un traje, sostiene que para Blair la verdad es aquello qu’sirva a su causa: los tópicos del momento son para él verdades eternas y, como Bush, concibe las relaciones internacionales en términos teológicos. Cuando dijo que su decisión de invadir Irak sería juzgada por Dios, su popularidad se paró. Por él, envidaríamos con la movida nuclear.