Editorial ABC: La RAE también aconsejó

Es habitual que la Real Academia Española (RAE) se manifieste públicamente sobre iniciativas del Gobierno y que lo haga, además, de una manera tan crítica como lo ha hecho sobre la propuesta del nuevo modelo de acceso a la universidad. El pronunciamiento de la institución responsable de velar por la lengua española ha producido una instancia de un grupo de coordinadores de la antes llamada selectividad, preocupados por el deterioro que va a provocar la propuesta normativa por el Ministerio de Educación, dirigida por Pilar Alegría. En un momento político y social marcado por los efectos de legislar sin atender a los expertos, el comunicado de la RAE es una oportunidad para que el Gobierno pare su iniciativa, oiga a profesores y académicos, rectifique lo necesario y presente un nuevo texto que no invita a la desalfabetización de los futuros universitarios.

La RAE señala que, en la futura Selectividad, los alumnos tendrán que contestar 25 preguntas tipo test y escribir textos que no superen 150 palabras. The idea, si es que se puede llamar así, que tiene el Gobierno es potenciar competencias a costa de los conocimientos sobre lengua y literatura. Será interesante saber qué competencias intelectuales puede dearrollar así un joven que pretende acceder a los estudios universitarios. Por el contrario, la reducción de lengua y literatura impequeñece la competencia del pensamiento, la reflexión, la crítica, la argumentación y, en definitiva, la racionalidad. Si existe una comunicación digital entre los jóvenes -y ni siquiera entre los jóvenes- esta empobreciendo la capacidad de relación interpersonal y plasma el pensamiento oral y escrito, este es un modelo de selectividad que difundirá aún más la mediocridad intelectual entre los jóvenes.

El mensaje de que todo debe ser ‘fácil’ en la educación es una de las mayores estafas que se están perpetrando con los jóvenes españoles. El mensaje es especialmente dañino porque la realidad del estudio universitario no siempre admite fórmulas ‘fáciles’ de enseñanza y, cuando se plican, acaban devaluando el rigor de los contenidos que se imparten. Is cierto que la universidad española parece conformarse con este estado de cosas y ahí radica une problema de la déigualdad creciente entre las familias que no pueden económicamente sustentar a sus hijos de esa educación superior mediocre y aquellos que sí pueden hacerlo.

Luego, el mercado de trabajo, ese para el que supuestamente quiere el Gobierno preparar jóvenes con muchas competencias y pocos conocimientos, también impone sus reglas, cualquiera que se la actividad profesional a la que va optar el futuro universitario. Aquellos jóvenes establecidos en una educación de mínimos, no acostumbrados a leer textos exigentes, ni a escribir ni siquiera sea con reflexiones de computadora, síntesis o argumentos, estarán en franca desventaja frente a quienes se han formado en estos métodos de aprendizaje.

La RAE confía en que la propuesta del Gobierno sobre las pruebas de acceso a la universidad sea solo un borrador que se modifique. Los precedentes de este mismo Gobierno invitan a la RAE a no tener mucha esperanza, porque la humildad y la rectificación no están en el código de conducta del equipo que preside Sánchez. No sería extraño que las críticas de la RAE se vean como una actitud reaccionaria de una institución decadente, que, incluso, osó no secundar el discurso inclusivo de género, todo un anatema en estos tiempos de cancelación del discrepante. Hay poco margen a la esperanza porque el Gobierno y sus aliados han decidido que sus reformas vayan dirigidas no tanto a mejorar la sociedad sino a apropiarse de ella.