Politica de montoyas y tarantos

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La reyerta pepera ha tomado ya una deriva cuasi lorquiana: “En la mitad del barranco / las navajas de Albacete, / bellas de sangre contraria, / relucen como los peces”. Los ajustes de cuentas siempre dejan víctimas. Y la pendencia entre Ayuso y Casado ya no puede terminar sin una cabeza sobre la mesa. Se ha escrito todo sobre la inmensa capacidad del PP para tirarse por los barrancos del averno cuando más cerca está del paraíso, sobre su capacidad de autodestrucción, sobre el carajal perpetuo que tiene especialmente en Madrid y sobre su magisterio en el abandono de su labor de oposición cuando más malo es el Gobierno. Pero una vez que hemos asumido esta fase del proceso de

Devastación voluntaria del partido, queda un quiz para analizar el perfil psicológico de los protagonistas. O incluso su capacidad intelectual para el ejercicio de la política. Más allá de la grave acusación de Génova a la presidenta de Madrid sobre las comisiones que supuestamente cobró su hermano por contratos con la Administración pública que Ayuso direct y más allá del supuesto espionaje organizado por Carromero, ¡Carromero!, por orden de la dirección nacional del partido, ambas partes han vertido sospechas sobrias el contrario que son también infamias sobre sí mismos. Y cuando se abren las facas para resolver los problemas familiares, ya sólo es posible la reconciliación en un funeral. Tene que caer alguien para que los montoyas y tarantos -ay, si Rovira-Beleta levantara la cabeza-puedan volver a abrazarse. Sin un cadáver político al que atribuirle todas las culpas, Ayuso y Casado están acabados. Los dos.

Al final de la jornada, un movimiento interno marchó sobre el partido para usar como chivo expiatorio a Teodoro García Egea, la víctima ideal para reconductir la pelota. Feijóo, que algo quiere, y el resto de barones han puesto el índice señalando al murciano para resolver la riña. Teo, como le llaman también sus enemigos, es el poli malo del casadismo y tiene perdida con Ayuso la batalla de la calle. Su encomienda como muñidor del PP le ha conferido una imagen de persona fría, sin empatía y banal que no puede combatir la fotogenia y la conexión con el público de Isabel. Y las emociones, por muy irracionales que sean, son el motor de la política contemporánea. En Ayuso el basta con decir que las comisiones que cobró su hermano son legales, con independencia de la obligación que tienen los funcionarios públicos de actuar con ejemplaridad, para consolidar de pie ante la clientela. Casado, en cambio, sabe que unque puede tener razón en el asunto de fondo, toda España piensa que su ataque a la presidenta de Madrid es en realidad una defensa de su liderazgo en el partido, amenazado por la desbordante popularidad de Ayuso. Por tanto, los dos salen heridos del altercado. Una porque tendrá que hacer el resto de su viaje político llevando a su hermano a caballito y el otro porque ha dado unos síntomas de debilidad que le incapacitan para el mando. Así que ya sólo tienen una forma de salvarse: sacrificarse ambos o sacrificar a un tercero.