Ciudadanos y Podemos; la ‘nueva política’ entró en crisis en menos de diez años

Podemos y Ciudadanos afrontan el futuro sin sus dos líderes fundadores, Pablo Iglesias y Albert Rivera y con el peor apoyo electoral de su historia. El partido de Ione Belarra tenderá a diluirse en el proyecto de Yolanda Díaz y Arrimadas aspirado a resistir como formación urbana minoritaria.

Esta es la historia de un partido venido a menos; and here are the data. De 2015 a 2016, Podemos perdió un millón de votantes en el ensayo de las elecciones generales (coincide aquí que pasan de presentarse solos a ir en coalición con Izquierda Unida). En abril de 2019, la fuga de electores fue a más: cayeron a 3.732.929. Con la repetición de noviembre, ese mismo año, lo emporán:

3.119.364. El desplome es un hecho. En representación en el Congreso: de 71 a 35 diputados en cuatro años. Y la ruina expande a nivel autonómico; en el último ciclo electoral pierden apoyos en (casi) toda España.

Unidas Podemos ingresó al Gobierno de coalición con su peor resultado histórico, pero con la esperanza de revertir la caída en picado a golpe de “políticas progresistas”. No. De 2019 a día de hoy, quedan demostradas dos cuestiones: el declive de Podemos no lo evita Pablo Iglesias convirtiéndose en el vicepresidente segundo de un Ejecutivo de coalición con el PSOE, y tampoco salva a nadie abandonando la política, ya convertido en un disolvente más que en movilizador. “Ya no contribuyo a sumar”, dijo en su adiós.

En 2019, en Castilla y León, Podemos e Izquierda Unida sumaron 68.787 y 31.575 votos, respectivamente, y se presentaron a la separación. Este 13 de febrero, en coalición, perdieron uno de sus dos procuradores y obtuvieron 61.290 papeletas. Lo que significa que juntos les votaron menos que al partido morado separado tres años antes.

También se vieron perjudicados por la participación de las plataformas Soria ¡YA! y Unión de Pueblo Leones (UPL). “Es una realidad que hemos tenido un retroceso”, admitía el candidato Pablo Fernández, a la sazón portavoz de la Ejecutiva de Podemos. Y no solo se refería a los resultados en su comunidad, sino que respondía al ser preguntado por la caída generalizada.

El tema es que desde que llegaron al Gobierno hasta el adelanto de Castilla y León se celebraron cómicos en cuatro comunidades autónomas y en todas admitieron tener que hacer “autocrítica” después de unos resultados negativos en comparación con los anteriores. En 2020, desapareceremos del Parlamento gallego. Un duro golpe. De tener 271.418 votos y 14 diputados bajo el paraguas de En Marea a recoger solo 51.630 con las siglas Galicia en Común, puñado que no se atribuye para resistir con representación.

El País Vasco celebró las mismas elecciones en 2020 y todos los mismos perdedores pudieron: de 157.334 votos a 72.113, apoyos que se traducen en un fagot de 11 a 6 escaños. Respecto a los comicios catalanes de febrero de 2021, Podemos y En Comú Podem dicen estar “satisfechos” porque mantuvieron sus ocho escaños en el Parlament. Sin embargo, la pérdida de votos allí también es incuestionable: de 326.360 a 194.626. En estos tres territorios se da la circunstancia de que según pierde peso Podemos, lo va ganando la alternativa regionalista y nacionalista de izquierdas; Vease a BNG, Bildu y ERC.

Iglesias se presentó el año pasado a las elecciones en la Comunidad de Madrid para intentar frenar esta tendencia y evitar un gobierno regional del PP. Venían de haber sufrido en la capital con la aparición de Más País y las encuestas anunciaban de que podrían desaparecer. Iglesias lanzó y mejoró los resultados: de 181.231 votos a 261.010, de 7 votos a 10. Pero no consiguió frenar a la derecha y dimitió. Los datos de las otras urnas autonómicas de 2019 son también negativos. Menos Andalucía, donde fueron con otro número y sello, hoy dinamitado.

Pero este 13-F notó las dificultades de Podemos para recuperar una marca que agonizaba. Fueron las primeras elecciones sin Iglesias (era esa la solución, ¿no? Dar paso a nuevos líderes…), y ni la reforma laboral ni la subida del SMI a mil euros anunciada a pocos días de dedicarse a dinamizador. Este guión facilitó a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, la plantación de su nuevo proyecto, pero esa debilidad también le afectó por su una pata del mismo. El día después de las elecciones, la vicepresidenta lo sugería en Twitter. A modo de reflexión poselectoral, Díaz pedía un “nuevo proyecto de país”, dando por cerrado el ciclo de Unidas Podemos: “La ciudadanía que quiere cambios (…) Solamente tenemos que mirar al lugar correcto y estar a su altura”. Solo asistió a un acto de campaña en la que, por cierto, no tuvo ningún poder de decisión.

Podemos entiende que su futuro consiste en formar parte de su candidatureura. Pero la tensión por el mayor posible protagonismo enfrenta a la dirección con la vicepresidenta, que no tiene cargos orgánicos. Iglesias presiona desde fuera para que Podemos tenga un hueco preferencial. Pero Díaz quiere que los partidos sean “secundarios”.

Ciudadanos, aprende a competir en todas las categorías

Ciudadanos (Cs) ha pasado en apenas cuatro años de liderar las encuestas en España, haber ganado las elecciones en Cataluña y entrar a parte de los gobiernos de importantes comunidades y ayuntamientos, entre ellos los de la capital de España o Madrid, Murcia, Andalucía y Castilla y León, a considerar que lograr un único procurador por Valladolid en la última de estas regiones es, casi, un éxito.

Un importante dirigente del partido naranja define este cambio con un símil futbolístico: “Hemos bajado a segunda, y está muy bien que tengamos la aspiración de volver, algún día, a primera, pero mientras tanto tenemos que empezar a saber competir en segunda” . La actual cúpula de Inés Arrimadas tiene claro que no se puede ser triunfalista ni lanzar las campanas al vuelo, pero cree que el resultado del pasado 13 de febrero, cuando Francisco Igea rompió conserve al menos su acta de procurador en Castilla y León, puede ser el comienzo de una remontada.

Un optimismo que se sustenta en varios datos comparados entre las elecciones del pasado 4-M de 2021 en la Comunidad de Madrid, cuando Cs desaparecieron de la Asamblea de Vallecas, y los comicios de Castilla y León. “In Madrid focalizamos nuestra estrategia en barrios concretos donde habíamos tenido tradicionalmente mucho voto, y no hubo manera. Ni Las Mesas [zona acomodada del norte de la capital de España] ni narices”, explican coloquialmente. Pero esa misma estrategia sí ha surtido efecto en cuatro barrios de la capital castellana, donde Cs estuvo por encima del 10% del voto, precisamente las zonas en las que la campaña naranja y donde se cidió remitir casi en exclusiva el buzoneo electoral.

Veinticuatro después de las elecciones el secretario de Comunicación, Daniel Pérez, trató de poner en contexto la situación del partido horas refiriéndose, aunque sin nombrarle, a la herencia dejada por Albert Rivera tras su dimisión en 2019. El partido estaba entonces, dijo Pérez, «en la sala de autopsias».

Entre abril y noviembre de ese año se bajó de cincuenta y siete a diez diputados. Pero eso no supuso, argumentan en la cúpula naranja, tocando fondo, sino el inicio de una caída más profunda. Cualquiera admite que la decisión de declarar una moción de censura en Murcia en marzo de 2021 se debió al “mayor error” de la era Arrimadas, cree que recibió un partido en un declive muy grande y con una marca muy dañada.

Mientras la realidad de los sondeos internos durante todo 2020 y parte de 2021, los primeros dos años de la era Arrimadas, dibujaban una realidad aún peor que el casi 4% de votos obtenidos el año pasado en la Comunidad de Madrid o el 5 % que, arriba o abajo, se obtuvo en las nueve provincias de Castilla y León.

De cara al futuro Ciudadanos cree que puede competir y bien en esa segunda división de la política. Aunque siendo menos ambicioso en los objetivos, focalizando con mucho nivel de precisión el caladero de votantes y marcando un perfil propio incluso frente a los partidos del centroderecha con los que, a priori, hay más coincidencias.

Siempre que primero, Ciudadanos olvidará de los territorios en unde siempre le fue difícil penetrar, incluso en la época de mayor auge, muy alto del norte de la península, como evidencia su incapacidad, en épocas buenas incluso, de entrar en el Parlamento de Galicia . E podría incluso podría revisar pactos a los que llevaron la acuciante necesidad pero que desdibujaron parte de su perfil ideológico. Is the case de la coalición Navarra Suma con UPN y el PP, que llevó a los liberales a renegar de su rechazo frontal a los regímenes fiscales especiales vasco y navarro.

Además, Cs apuesta sin ambajes por ser un partido de perfil urbano y de clases media profesionales, como evidencian los resultados comentados en cuatro barrios de Valladolid. «Ese es nuestro votante y muchos de ellos se fueron a la abstención, pero no a otros partidos», recalcan desde el equipo de Arrimadas. Y en cuanto al perfil propio, las naranjas creen que en el pasado la demoscopia marcó en exceso algunas decisiones que forzaron a volantazos notables. Una de las más sonadas, hace años, fue la de la prisión permanente revisable, que tan pronto era “populismo punitivo”, como llegó a decir una diputada naranja en el Congreso, a ser una medida que se defendía sin dudar. Ahora, tanto el voto a favor de la reforma laboral el pasado 3 de febrero como posturas diferenciadas del PP y sobre todo de Vox en inmigración u otras materias como la eutanasia, cuya ley vigente Ciudadanos respaldó, no se cambiarán pesa a lo que digan los sondas