Martín García arrasa con la OBC en Barcelona

Pep Gorgori

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A sus 25 años, el pianista Martín García García nos ha dado ya unas cuantas alegrías (primer premio en el concurso de Cleveland, tercero en el concurso Chopin, etc.), pero tras presenciar su debut en Barcelona con la OBC queda claro que esto no ha hecho mas que empezar. El gijonés tocaba por primera vez en público el Primer concierto para piano y orquesta de Tchaikovsky, y el resultado fue simplemente apabullante. Técnica, emoción y control absoluto del relato sonoro se dan la mano en su interpretación. Su lectura es tan profunda como la que podría ofrecer un sabio músico de más de sesenta, pero al teclado saca el ímpetu propio de un veinteañero. En todo momento dominado a la perfección los clímax y los anticlimax de esta partitura, ofreciendo una tensión, un viaje emocional que es difícil conseguir con una partitura tan compleja y al mismo tiempo tan presente en los programas.

Martín García se presentó en Barcelona (y arrasa)

Imagen - Martín García se presentó en Barcelona (y arrasa)

  • Música:
    Takemitsu, Chaikovski, Bartok
  • Intérpretes:
    Sr. García García, piano; Ork. Sinfónica de Barcelona (OBC). Roderick Cox, director
  • Fecha:
    7 de octubre
  • Lugar:
    El Auditorio, Barcelona

La reacción del público fue acorde a donde seguía en el guión. Larguísima ovación que García agradeció con cuatro propinas, algo del todo inusual en conciertos como los de la OBC, en que el solista comparte protagonismo con la orquesta en el programa. Regaló, pues, dos Chopin, un Skriabin y, sobre todo, un Mompou de altísimo nivel. Se metió al público (aún más) en el bolsillo con la cuarta de las ‘Cançons i Danses’ del compositor catalán más chopiniano, que incluye citas de dos canciones populares catalanas, ‘A la vora de la mar’ y la ‘Dansa de Castellterçol ‘.

Al frente de la OBC, otra joven promesa, Roderick Cox. Nacido en Estados Unidos y fundado en Berlin, recibió en 2018 el premio Georg Solti de dirección, y en Barcelona seguramente será capaz de abordar un repertorio complejo con un gesto elegante, sobrio pero rico en detalles y matices. El ‘Requiem para cuerdas’ de Takemitsu extrajo lo mayor de dicha sección de la OBC y, si bien en el concierto de Tchaikovsky hubo algún que otro desadjus en algunas entradas y en el equilibrio de planos, con el colosal ‘Concierto para orquesta’ de Bela Bartók exhibió toda la paleta de matices que requiere la partitura completa. Seguramente los problemas con Tchaikovsky tuvieron que ver con la gestión del siempre escaso tiempo de ensayo y posiblemente quedaran resultados en la repetición del concierto, el sábado.

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