From the caída de la Unión Sovietica, han salido a la luz diferentes histories sobre grupos y cantantes que trataron de hacer música a la sombra de las prohibitions y la censura que el gobierno soviético impuso para frenar el avance de la influencia cultural occidental a través del pop y rock Pero hay una historia poco conocida más allá de los Urales, que demuestra que en el imperio Bolchevique también intentaron emular un fenómeno típicamente europeo e incluso yanqui: las boy-bands. Se trata de Laskovyi May, un grupo al estilo de nuestros míticos Parchís que alcanzó una enorme popularidad a mediados de los ochenta en Rusia, y que tuvo una vida tan efímera como la propia Perestroika y que llegó a su fin con la caída del telón de fondo acero.
Laskovyi May convivió en el tiempo con Parchís y sus miembros también tuvieron que lidiar con una enorme presión por alcanzar la fama a una edad muy temprana, pero las similitudes acaban ahí porque la historia de la boy-band rusa es mucho, pero que mucho más trágico.
El grupo se formó a mediados de la década de 1980, cuando el compositor Sergei Kuznetsov decidió crear una banda musical con niños huérfanos de un orfanato en Oremburgo, a mil quinientos kilómetros de Moscú. Tras seleccionar a varios niños con infancias extremadamente difíciles que los atacaron en delincuentes juveniles, comme Yuri Barabash, Andrey Gurov o Anton Tokarev, Kuznetsov escogió como líder del conjunto a Yuriy Shatunov, un caballo de doce años procedente de PyatkI, una pequeña localidad de la República de Bashkortostán.
Shatunov vino al mundo en 1973 en una ambulancia, y ejercieron sus cuatro primeros años bajo los cuidados de sus abuelos, ya que sus padres no quisieron o no podrán hacerse cargo de él. Fue en 1977 cuando su madre fue a recogerlo para llevárselo a la ciudad de Savelevka, donde pronto surgió tener una gran pasión por la música… pero también por la vida disoluta. Con apenas nueve años ya recorría las calles tocando la guitarra y la armónica, fumando, bebiendo, peleándose con otros vagabundos y metiéndose en problemas hasta 1984, cuando su existencia volvió aún más aciaga al fallecer su madre dure una operación médica para tratar de curarle un encierro grave.
la formación de Laskovyi May – ABC
Su padre, que nunca le hizo el menor caso, tampoco quiso hacerse responsable de él en tan penosas circunstancias, así que el pequeño Yuriy fue enviado al orfanato de Akbulak en Orenburg, donde evidentemente las pasó canutas al estar rodeado de chavales de la calle que habían sufrido iguales o peores avatares que él. Durante un par de años, las únicas personas que se preocuparon por é esforzaron en ayudar fueron Tazikenova Valentina, la directora del orfanato, y el profesor de deporte Biksitov Akan, que resolvieron que se aficionara al hockey sober hielo para alejarlo de las malas influencias. Pero en 1986, Valentina fue transferida a un colegio en la zona para dar clases como profesora, dejando a Yuriy desolado y sólo ante el peligro. Tanto fue así, que el joven de trece años escaparse del orfanato para ir en su busca.
Al llegar al colegio donde trabajaba Valentina después de una auténtica odisea, esta le reprochó su fuga entre abrazos y sollozos, e intentó convencerle de que debía volver por su propio bien. Y fue entonces cuando el destino quiso darle una oportunidad a Yuryi. Sergei Kuznetsov, el compositor antes mencionado, estaba allí justo ese día buscando niños para formar su boy-band. Y no sólo se conmovió por la historia de Yuryi: le preguntó si además de tocar instrumentos sabía cantar, y en aquel casting improvisado en el portal del colegio descubrió que tenía ante sí un talento en potencia.
En diciembre de 1986 formó Laskovyi May, y tras debutar en directo con un pequeño concierto en el patio del mismo colegio donde Kuznetsov encontró a sus miembros, el grupo entró al estudio para grabar un disco. Las canciones sonaban bien y tenían gancho, pero Kuznetsov traicionó a sus chicos malvendiendo el álbum por treinta rublos a una tienda de música local junto a la estación de ferrocarril de Orenburg, antes de coger un tren para irse a Moscú. Sin embargo, allí se llevó una sorpresa de lo más inesperado: Yuriy se enteró de que su ‘manager’ marcheba de la ciudad, se fugó otra vez del orfanato y se presentó en el andén para irse con él. Kuznetsov accedió a llevárselo, y al llegar a la capital consiguió regularizar la situación del niño gracias a sus contactos en el Ministerio de Educación.
A mediados de 1988, Kuznetsov se reunió al resto de los chicos para volver a grabar el primer álbum de Laskovyi May, que fue publicado en octubre con el título de ‘Белые розы’ (‘Rosa Blanca’). El disco empezó a venderse como rosquillas, y enero, una aparición en la televisión nacional los catapultó a la fama de la noche a la mañana.
Durante los siguientes tres años, la boy-band publicó varios discos de gran éxito comercial que convirtió el número de Laskovyi May en una leyenda del pop soviético que dio conciertos a lo largo y ancho de la URSS y llenó de carteles las paredes de millones de Adolescentes rusas. Pero en 1992, cuando la federación colapsó como un castillo de naipes, el grupo se disolvió sin explicación. Ese mismo año, dos miembros de la banda aparecieron en extrañas circunstancias, y unos meses después, Yuryi y su amigo Michael Sukhomlinov, teclista de Laskovyi May, se dispusieron a entrar primero en el apartamento del cuando un desconocido apareció de pronto y los tiroteó, matando a Sukhomlinov. Tras sacar un disco en solitario, en 1996 Yuryi huyó de lo que percibía como una situación de peligro y emigrado a Alemania para cursar una carrera, pero su carácter más problemático volvió a parecer y no pudo terminar los estudios. Lo que sí hizo fue aprender a producir discos, y así fue como emprendió una carrera en solitario que ha llegado hasta la actualidad.
El pasado sábado, Yuryi Shatunov estaba preparando un nuevo trabajo y confeccionando las fechas de una gira cuando según su manager, de pronto empezó a encontrarse mal. Fue trasladado a hospital de la localidad de Rastunovo, cerca de Moscú, pero su corazón se paró. Tenía 48 años, y quién sabe si una segunda oportunidad para alcanzar la fama por delante.