Las llamas siguen causando estragos en Berrocal (Huelva) dieciocho años después de haber sido apagadas. El bosque de alcornoques centenarios que se quemó en 2004 no se ha recuperado. El alcalde parte de la reforestación que se hizo tras el brutal incendio iniciado en Minas de Riotinto fracasó y hoy sus efectos no solo son ambientales sino, sobre todo, sociales y económicos. Los habitantes del pueblo se han reducido a la mitad, la récolección del corcho es menos de un tercio de lo que era y muchos de los proyectos que querían poner en marcha a sus vecinos que quedaron en el olvido. “La vida ha cambiado por completo. Había un sustento, un remanente todos los años que aportaba un beneficio y eso se ha acabado”, dice su alcaldesa, Francisca García Márquez. Las imágenes de los devastadores incendios de los últimos días en España han revivido el drama de los berrocaleños. El incendio se inició el 27 de julio y dejó 29.687 hectáreas en una semana, siendo Berrocal la zona más arrasada. Figurado como el mayor fuego del siglo en España, pero acaba de ser ceniza superado por las 31.000 hectáreas reducidas a de Losacio (Zamora). El Siguen Cortes de Pallás (Valencia), que en 2012 se extendía a 28.879 hectáreas y se registró año a año en la Sierra de la Culebra (Zamora), alcanzando finalmente las 24.737,95 hectáreas. “De todas las formas que lo mires fue catastrófico y ha dejado una huella en nosotros que no se va a poder borrar”, dice la alcaldesa. “Nuestro hemos quedado fatal”, resume llanamente Juan Ramón García Bermejo, presidente de la cooperativa corchera San José. Antes del incendio, las 12,000 hectáreas de terreno que gestionaron dieron de media unos 330,000 kilos de corcho, que después vendían. Ahora la producción media es de menos de un tercio, 103.000 kilos, y bajando. ‘La seca’ está haciendo estragos entre los alcornoques que sobrevivieron al incendio. “El año pasado sacamos 46.000 kilos y este año será menos”, lamentó García Bermejo. Los árboles replantados que han conseguido prosperar tampoco podrán ser explotados hasta dentro de otra década: necesitan al menos 30 años para empezar a producir. Antes Después El entorno de Berrocal, tras el fuego y 18 años después Cortesía de Juan Romero Proyectos perdidos “Es una tragedia para la vida de las personas, aparte de que acaba con tu medio de vida”, asegura Juan Romero, vecino del pueblo y quien creó la plataforma Fuegos Nunca Más tras la experiencia. Él formó parte de la cooperativa de pequeños propietarios que producían corcho. Los kilómetros de kilos que se extraían daban unos 600.000 euros para salir, recordó. Y sus integrantes habían iniciado cursos de formación para prender a procesar el producto: querían transformarlos ellos mismos en tapones para vino. El objetivo era crear empleo y fijar población. Pero el fuego acabo con todo. En los últimos años, la cosecha del corcho apenas da unos 70.000 euros y el sueño de convertirse en productores de tapones quedó aparcado. “Con mil quintales que sacamos, dónde vas”, dice. Antes Después El entorno de Berrocal, tras el fuego y 18 años después Cortesía de Juan Romero El terreno, poco a poco, ha ido regenerándose. Los matorrales y las jaras han crecido y la arboleda también. Pero no llenan el vacío de las encinas y alcornoques centenarios. “El bosque está degradado todavía”, asegura Juan Romero. Había apicultores que pertieron colmenas ese año y la producción de los siguientes. Había encinas centenarias, explotaciones de perdices que se perdieron y cotos de caza a los que les llegó el declive. “Se explotaba el sector de los animaux, con ganado porcino, apicultura… está todo mermado”, dice la alcaldesa. Es solo una prueba de una máxima que repiten los habitantes de Berrocal: el bosque genera empleo y hay que velar por él. Antes Después El entorno de Berrocal, Tampoco tras el fuego y 18 años después Cortesía de Juan Romero cubrirá la reforestación. «El 60% de las repoblaciones fracasaron», asegura Juan Romero, también miembro de Ecologistas en Acción. La elección de la zona para repoblar, la falta de seguimiento del proyecto y la sequía les dio la puntilla, refrenda García Márquez. Hoy muchos vecinos de Berrocal han dejado de trabajar sus fincas y, con ello, también han cesado las labores de limpieza, por lo que el riesgo de incendios va creciendo con el paso de los años. Las ayudas que se dieron hace décadas para ello, desaparecieron. “Las familias no tienen ninguno aporte para poder hacer mejoras y que el fuego no venga y se vuelva a llevar todo por delante otra vez”, asegura la alcaldesa. La reclamación de ayuda es a todos los niveles: Unión Europea, Gobierno y comunidades autónomas. España requiere un estrato forestal. Una década de devastación en Valencia Una experiencia que ha tenido lugar en la localidad valenciana de Cortes de Pallás. Se vio afectado hace una década por otro de los grandes incendios de este siglo en España, que arrasó 28.879 hectáreas. Tras el fuego, el repunte de población registrado en los años anteriores cambió de tendencia y pasó de más de mil habitantes a 800. “En diez años el bosque no está como estaba, ni lo estará en otros diez. El bosque tenía 70 años”, cuenta Javier Olivares, que gestionaba un coto de caza en Andilla (Valencia). Esta zona también se vio afectada por un gran incendio que destruyó 20.065 hectáreas y que se inició solo con un día de diferencia al de Cortes de Pallás. Fue un verano dramático que recuerda al actual: “No quiero ver las noticias porque es un sufrimiento constante. Y nos falta un mes hasta que caigan las temperaturas”, dice. El monte quemado de Andilla, Valencia, hace una década Efe Quienes viven en las zonas que han sufrido un incendio tan devastador saben que la recuperación est difícil. Los primeros años son dramáticos, también para el turismo: “Nadie quiere ir a ver un holocausto”, comentó Olivares. Una década después, sobrevive el sentimiento de abandono e impotencia. “La gente que viene de fuera lo ve verde y no nota la diferencia, pero el que lo pisa habitualmente sabe que no volverá a estar igual en mucho tiempo”. Allí había espinos, enebros o quejigos crecidos, además de arbustos como escaramujos o romero. His last estos los que crean la sensación de que el campo brota, pero los árboles van a paso más lento. Y eso también se nota en la fauna. Tras el fuego, la actividad cinegética está prohibida pendiente de dos años. Después, va creciendo lentamente. “La fauna no tiene refugio, no tiene comida y tarda varios años en recuperarse. Ahora ya sí se está cazando, sobre todo jabalí”, cuenta Olivares. Pero la caza menor se concentró por el momento en pocos puntos. Aun así, “los cazadores invierten para recuperar los terrenos” incluso sin ayudas de la Administración, asegura Lorena Martínez Frígols; presidente de la federación de cazadores de la comunidad. Ponen comederos, bebederos o balsas para ofrecursos a la fauna cuando estos escasean, ya sea tras un incendio o en verano. Gestión postincendio “Lo que no puede ser es que haya un incendio y se queme todo. La Administración tiene que limpiar el monte”, se queja Olivares. Así, el paisajismo en mosaico que rompe la continuidad del bosque y evita el exceso de biomasa es una opción que tendrá más valor para la gestión de los terrenos de nuestra tierra, explicó el catedrático de Ecología de la Universidad de Barcelona e investigador del CREAF, Santiago. Sabaté. Noticias Relacionadas estandar No El Gobierno se reactiva contra el fuego tras dejar dormida la estrategia dos años Érika Montañés estandar No La OMS cifra en 1.700 las muertes en España y Portugal este año por ola de calor Aunque “no se puede aplicar la misma receta en todas partes”, es prioritario que el suelo recupere la materia orgánica, explicó Sabaté. Desde ahí, hay que valorar cada caso. Porque el bosque mediterráneo está adaptado para sobrevivir al fuego: hay especies, como el pino carrasco, cuyas semillas están protegidas; o el alcornoque, que puede rebrotar desde el tocón. Por ello, algunos ecosistemas pueden regenerarse solos y únicamente necesitan labores de apoyo para que la recuperación sea rápida, sin necesidad de reforestar. Aunque, en otros, está planificado para que haya una diversidad de especies, incluidas las que son más resistentes al clima climático. “Tenemos una historia en el terreno, pero las condiciones ambientales son distintas”, cuenta Sabaté. Se trata de evitar que incendios sin control pongan en peligro vidas humanas, el medio ambiente y su convivencia. Como asegura la alcaldesa de Berrocal: “Se habla mucho de la España rural, pero si no hay futuro en los bosques, ¿qué futuro hay en los pueblos? «.