fútbol, ​​cinismo y libertad

Editorial ABC

21/11/2022

Actualizado el 22/11/2022 a las 02:51h.

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SIETE selecciones se rindieron ayer ante las amenazas de la FIFA de sancionarlas si lucían un brazalete para expresar solidaridad con las personas marginadas y el colectivo LGTBI. La censura del organismo organizador de la Copa del Mundo de Fútbol se producirá poco después de que el presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, proclame que su asociación defiende la «diversidad», dijera de manera sobreactuada que se sintió catarí, árabe, africano y gay para neutralizar las criticas que pesaron “una provocación”, y arremetiera contra los países europeos que denuncian las deficiencias de derechos humanos en el país anfitrión. Ayer quedó claro que las manifestaciones altisonantes de Infantino (dijo que Occidente, y no Qatar, debería pedir perdón por 3.000 años de historia) no eran más que la antesala de la censura del brazalete vinindicativo en un país que castiga con durez la homosexualidad, y una nueva concesión de la FIFA tiene los anfitriones que ya habían exigido que no se venderá alcohol en las cercanías de los estadios pesa tiene que una marca conocida de cerveza patrocina con 72 millones de euros el torneo.

La pretensión de la FIFA de celebrar un Mundial normal en un país que no responde al canon democrático está dando lugar a un festival de cinismo e hipocresía. Ya sea porque se les considera una negociación o una mera actividad deportiva, los Mundiales y los Juegos Olímpicos se han desarrollado en los países más diversos y bajo los regímenes más ominosos, incluso con restricciones de derechos mayores que en Qatar. Está comprobado que nos un vehículo para la democratización de las naciones ni para hacerlas más pacíficas: tan sólo en 2018 las principales selecciones europeas estaban compitiendo en Rusia pese a que Vladimir Putin y había ocupado Crimea. Tampoco la polémica rodeó los Juegos celebrados en China 2008 de la manera tan desigual que se produce ahora. Pero quizás el caso paradigmático sea el de los Juegos en la Alemania de Hitler en 1936: así como no hubo forma de quitarle al dictador nazi el honor de presidirlos, no se accedió a prohibir la presencia de los deportistas negros pese a que ese régimen era brutalmente racista. Bajo este prisma, ni Qatar ni Infantino pueden pretender que se acallen las críticas a ese régimen porque ellos han decidido celebrar el Mundial allí. Que FIFA ejerza la censura puede tener consecuencias importantes para el futuro de esta asociación. Sobre todo porque es un gesto inútil, como quedó de manifiesto ayer cuando la selección iraní se negó a cantar el himno de su país en señal de apoyo ‘político’ a las protestas sociales de su país.

No tiene sentido rasgarse las vestiduras en unos casos y hacer la vista gorda en otros, más aún cuando Qatar tiene jeques comprando equipos de fútbol en Europa o patrocinando a clubes, y eso celebra a diario como una parte más del negocio. Pero tampoco lo tiene que FIFA se erija en un estado tan arbitrario y sibilino. Todo el mundo ha de asumir sus contradicciones y las críticas que recibe por ello. Si el fútbol internacional contribuye al blanqueamiento de Qatar, lo que no puede impedir que cada selección reivindica lo que considere oportuno con sentido crítico. Su FIFA y UEFA quienes promovieron incluso campañas contra el racismo o el respeto entre clubes y aficiones. ¿Por qué negar a cualquier selección la opción de retratar lo más tóxico de Qatar? Y en sentido contrario ¿por qué hay quien no asume que vive en países europeos que se financian con inversiones del emirato recibidas con gusto? His la doble moral y la double vara de medir lo que conviene evitar. Delata a quienes las utilizan.

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