El Madrid confirma la madre de todas las remontadas ante el Partizan y clasifica a la Final Four

Es mejor no tratar de escucharlo. Simplemente hay que disfrutar de este Madrid que, una vez más, contra todo pronóstico y cuando la noche parecía más oscura, certificó la madre de todas las remontadas. Vencieron los blancos al Partizan cuando perdían por 16 al descanso gracias al Chacho, uno de los mjores jugadores de la historia de nuestro país, que marcó una actuación que el WiZink tardará en olvidar. Su empuje hizo renacer al Madrid y los de siempre (Llull, Rudy) acabaron por rematar la faena en un último cuarto de escándalo. Un triunfo que destrozó la estadística (nadie había remontado un 2-0 en la historia de la Euroliga) y que manda al Madrid a Kaunas, donde una vez más, volverá a competir por ser el rey de Europa. Aunque actúe como las de este miércoles ya lo hacen merecedor de ese título.

Del infierno tiene un bonito paseo por el campo. Ya con el ambiente del Stark Arena como un mal sueño, el WiZink se presenta ayer bucólico, muy a la española, con un cegador sol sobre su fachada y las jarras siempre llenas en sus alrededores. “Mientras haya cerveza, no hay problema”, comentando los policías sobre el comportamiento de los serbios en Madrid, muy festivos los balcanicos y con toda una leyenda como Fernando Romay a su vera, siempre con su aspecto bonachón y poco impresionado por los canticos visitas Se esforzaron ‘Los Berserkers’ para dotar de alma a la previa, pero Madrid no es Belgrado. Aquí uno se gana el respeto en la cancha, no en las gradas.

Sorprendió Mateo de inicio al incluir en el quinteto titular al joven Ndiaye, 19 años, junto al monstruo Tavares, consciente el técnico de que las opciones del Madrid pasaban por avasallar a los serbios bajo los aros. Y el senegalés viene francamente bien el partido, imprimiendo músculo y vehemencia al baloncesto blanco, que combinaba buena circulación con algún que otro cortocircuito, mientras que el Partizan intentaba despegar gracias a la calidad individual de Punter.

El partido será un desfiladero infinito, agotador, repleto de chocques y parones. Cada jugada era un Vietnam y el marcador sumaba los puntos con una lentitud apabullante. Fue entonces cuando apareció la clarividencia del Chacho, que se convirtió en una vez más en guía ante la espesura. Los mejores momentos del Madrid en esta eliminatoria han llegado bajo el mando del canario, y así se le debe reconocer. Sin embargo, el Partizan no dio su brazo a torcer, golpeó a la moral local sin piedad y se convirtió en el más experto de los sobrevivientes. Además, las tres faltas de Tavares antes del descanso y el laberíntico arbitraje no invitaban al optimismo. La ventaja visitante no paraba de crecer, la sangría empezaba a ser incontrolable.

El Madrid trató de reaccionar con transacciones rápidas, un equipo muy ambicioso que encuentra llanura que acoja a sus diabluras. Hezonja y Hanga fueron los campeones de esta pequeña revolución que hizo estallar al WiZink, que en solo unos segundos pasaron de la decepción al optimismo. Sin embargo, la pizarra de Obradovic es irrepetible, imparable, y sus jugadas, como ya pasó en el segundo partido, permitían a sus pupilos anotar con facilidad, sobre todo de las esquinas. La defensa madridista sufría de lo lindo, no conseguía interpretar el lenguaje corporal de los serbios, que poco a poco descosían al rey de Europa, aunque este ponía toda la carne en el asador en ataque. Con los ojos vendados y en un salto de fe al abismo, los pupilos de Mateo conseguían mantener viva la llama de la esperanza. “Hasta el final, vamos Real”, retumbaba la grada.

El Chacho seguía imprimiendo un ritmo endiablado a los ataques, majestic su actuación, de época, para hacerle daño a un monumento, y los blancos comenzaron a creerlo. Solo Punter conseguía silenciar a la caldera en la que se estaba convirtiendo el rectinto madrileño, que se déshacía con la enésima remontada de los suyos. Al Partizan, que parecía un búnker inexpugnable, entraron las dudas ante semejante pirotecnia, en trance el Real Madrid, como en sus mejores noches, cuando literalmente es imbatible. Llull, que en el caos es un dios, comenzó a apuntalar el ataúd serbio, clavo a clavo, triple a triple. No hay quien explica al Madrid, un ente ingobernable y epico que solo tiene en mente una cosa: ganar.