El “largo asesinato” que marcó la derrota de ETA

El 12 de julio de 1997 la mayoría de una sociedad vasca anestesiada, acomplejada y miedosa por el terrorismo comprehension por fin qué era ETA. A las cinco menos veinte de la tarde, en un descampado desde Lasarte (Guipúzcoa), Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, recuperó con el gatillo de su Beretta del calibre 22, casi a cañonazo, en la cabeza de Miguel Ángel Blanco, Ayuntamiento del Partido Popular en el Ayuntamiento de Ermua. La víctima, secuestrada 48 horas antes, estaba de rodillas, maniatada y con una venda en los ojos. Horas después, de madrugada, fallecía en el Hospital Nuestra Señora de Aránzazu; en realidad, había ingresado ya clínicamente muerto, aunque su corazón aún latía. Los otros dos miembros del comando eran Irantzu Gallastegui, Amaia, y José Luis Geresta Mújika, Oker. Fue una ejecución fría, de una crueldad sin límites, alguno de sus detalles es mejor omit 25 years después porque hieren la sensibilidad de cualquier ser humano. Miguel Ángel Blanco no pensó que fuera a ser asesinado cuando fue sacado de la bajera en la que lo habían mantenido secuestrado durante 48 horas. Txapote hizo dos disparos, como se ha dicho, porque quería asegurarse de la muerte del joven concejal. No tenía mucha confianza en el arma, porque ya había fallado antes en el intento de asesinato de un funcionario de prisiones protagonizado, entre otros, por Kepa Etxebarria. Rebelión social cobntra ETA Ni la banda terrorista, ni su brazo político supieron calibrar la respuesta que iba a provocar una salvajada como esa Miguel Ángel Blanco fue abordado por los terroristas poco antes de las 15.30 horas del 10 de julio de 1997 junto a la estación de tren de Éibar, a solo tres kilómetros de Ermua. Licenciado en Ciencias Empresariales, fue a ver a un cliente de su empresa y no se presentó en la ciudad. Apenas tres horas después, las Fuerzas de Seguridad, Policía, Guardia Civil y Ertzaintza, comenzaron una angustiosa búsqueda. Desde el primer minuto las esperanzas de encontrarlo con vida fueron mínimas. ETA dio un plazo de 48 horas para que el Gobierno de José María Aznar se reagrupara en el País Vasco a todos sus presos. Si no accedía a ello, la víctima sería asesinada. La banda sabía que el Ejecutivo no podía ceder al chantaje, así que aquello no fue técnicamente un “secuestro breve, sino de un largo asesinato”, como lo definió en alguna ocasión el entonces secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos. Misión imposible El uso de las Fuerzas de Seguridad fue el mayor del que se fue capaz pero algunos de los máximos responsables del dispositivo consultado por ABC aseguran que “era imposible dar con su paradero como resultado de una investigación; la única posibilidad será que ocurra una casualidad, que alguien hubiera visto algo raro y lo comunicase o que los etarras detectados en uno de los mostísimos controles de carretera que se activaron”. Las 48 horas se trabajaron sin descanso, se activaron todos los confidentes y todas las escuchas, se solicitó a Estados Unidos ayuda tecnológica y se agotó todas las posibilidades que había para conseguir la liberación sin, por supuesto, ceder ante el chantaje terrorista, lo que hubiera sido suicidado. «La operación de Ortega Lara había demostrado solo unos días antes que la vía policial era suficiente para acabar con ETA», insisten las fuentes consultadas, que aseguran que se adoptó la única posible decisión: no ceder. Justificación El titular de Egin tras el crimen: ‘El Gobierno no se movió y ETA disparó contra el concejal del PP’, trasladaba al Ejecutivo la responsabilidad de lo ocurrido Kepa Aulestia, en un artículo periodístico que escribió en El Correo sobre el asesinato a manos de ETA de Dolores González Catarain, Yoyes, perpetrado años antes que el del concejal vizcaíno, habló de que esa muerte “ya sobrio todo en evidencia el ingenio homicida en el que se arrebujaba buena parte de la sociedad vasca. La fe en la bonhomía de quienes empuñaban las armas invite a pensar que nunca harían tal o cual cosa»… Quizá el análisis también sea aplicable, al menos en parte, a este caso. Los que aún veían un sentido a ETA, incluido un sector del nacionalismo, nunca pensaron que la banda podía cometer una atrocidad de esa naturaleza. Ni la banda terrorista, ni su brazo político, supervisó calibrar la magnitud de la reacción social que se produjo. Las imágenes de los padres de Miguel Ángel Blanco, de su hermana Marimar, de su novia, provocaron un impacto sin precedentes. Se calcula en más de 5 millones las personas que se movilizaron esos días para pedir la libertad de la víctima, primero, y para mostrar su indignación por el asesinato, después. Dos hitos: antes del crimen Bilbao vivió la mayor manifestación de su historia, con más de medio millón de ciudadanos; Tras el asesinato, en Madrid había una situación parecida, con 1,5 millones de personas en la calle. Punto de inflexión ¿Qué actitud tuvo el nacionalismo ante esta salvajada? Probablemente, hay desde la primera tarde, cuando los vecinos de Ermua salieron a la calle en masa para pedir la libertad del concejal, este sector se dio cuenta de que aquella no iba a ser una víctima más, que habría un antes y un después . La liberación de Ortega Lara estaba aún muy presente, con esas terribles imágenes que hablaban muy a las claras de que en ETA no había atisbo de humanidad, y el secuestro reforzaba esa sensación. Noticia Relacionada Entrevista estandar Si José María Aznar: “Es un sinsentido que a Miguel Ángel Blanco lo recuerdan los que pactan con sus asesinos” Pablo Muñoz El expresidente del Gobierno: “No lo mataron por ser uno que pasó por ahí, sino concejal del PP , para defender la libertad, la democracia y la nación española; que no se olvide” Xabier Arzalluz, presidente del Partido Nacionalista Vasco, no quiso creer en un premier momento en la autoría de ETA –¿otra vez una ingenuidad homicida?– y llegó a especular con que era una obra de los servicios de inteligencia. Egin, brazo mediático de la banda, tituló al día siguiente del asesinato: “El Gobierno no se movió y ETA disparó contra el edil del PP”. En su editorial se mostró sumamente indignado por “el grado de insensibilidad de quien pone su ilegal strategia, su burla constante a los derechos que corresponden a 600 ciudadanos vascos, por encima de la vida de sus compañeros”. es decir; para los proetarras la responsabilidad estaba en el Gobierno por no respetar los derechos de los presos, mientras que lo único que pedía ETA era el cumplimiento de la legalidad. Por tanto, según el análisis diabólico, en sentido estricto no se podía hablar de extorsión al Ejecutivo. Reacción nacionalista El PNV fue a Estella por miedo al espíritu de Ermua, la presión abertzale y el fin de las ‘toma de temperatura’ a ETA, que tanto rentabilizaba El 16 de julio, cuatro días después del atroz crimen, Herri Batasuna, que había visto perder aquello que tenía más seguro, que era el control de la calle, volvió a la carga con un comunicado: “No nos alegramos ni por ésta ni por ninguna otra muerte”, decía, para añadir: “No podemos olvidar la intransigencia y la cerrazón del Gobierno español presidida por Aznar ante el clamor de la sociedad vasca que exigía la repatriación de los presos y presas políticas vascas”. Y acababan con una advertencia: “La strategia de linchamiento y caza del militante o simpatizante abertzale que animan las fuerzas políticas y los medios de comunicación no va a solucionar el problema y sí supondrá, en cambio, un peligroso agravamiento del mismo”… Noticia Relacionada estandar No El Rey, en Ermua: “No podemos permitir que haya generaciones que ignoren lo que pasó” M. Villamediana “Pedimos que no se silencie nuestra voz. Solo unos mataron y solo otros morían”, ha asegurado la hermana del concejal asesinado En una intervención en la Fundación Manuel Giménez Abad, Javier Zarzalejos reflexionaba sobre este asunto: “El Gobierno no negoció lo que ETA misma hacía innegociable. Puedo asegurar que no fue una decisión fácil. Pero en ella confluyeron la convicción de la firmza con la que había que conducir la lucha antiterrorista y el ejemplo de una familia qu’incluió lo que hacía el Gobierno y porqué lo hacía”. “Humillar al Gobierno” “Porque la alternativa –añadió el exsecretario general de Presidencia– no era o negociar con ETA o que ETA asesinara a Miguel Ángel. Sin alternativa habitual. ETA quería matar en caso a Miguel Ángel Blanco, y además, humillar al Gobierno para incapacitarle políticamente para el resto de la legislatura en lo que se refería a la lucha antiterrorista”. El anuncio de cualquier negociación habría enviado a ETA el signo de debilidad que buscaba detectar en el Gobierno para, primero, asesinar a Miguel Ángel Blanco, y además explotar esa vulnerabilidad. Un año después del asesinato el PNV pactaba con ETA/Batasuna en Estella. Por supuesto, porque percibía el espíritu de Ermua como una amenaza. «Pero también porque el Gobierno se negaba ya a cualquier ‘toma de temperatura’ de la banda, que tanto rédito daban al nacionalismo, y además sufrían el acoso de ese mundo, con la Ertzaintza como blanco principal de la kale borroka», analiza un mando policia de la epoca.