El derecho a blasfemar

El asesinato de 12 periodistas del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’ a manos de dos francotiradores yihadistas convirtió el ‘Tratado sobre la tolerancia’ de Voltaire en una superventa. In tan sólo una semana los libreros ingleses vendieron el mismo número de ejemplares que en una década. Gallimard tuvo que sacar una tirada de emergencia. La gente buscaba una certeza, algo a qué sujetarse para no resbalar por la cuesta abajo de lo irracional. Siete años y casi tres siglos después, Voltaire sigue vigente. El apuñalamiento a Salman Rushdie es la prueba. Voltaire escribió aquel libro ‘1763’, casi setenta años antes de que Luis XIV revocara el Edicto de Nantes, un documento que permitía la libertad de culto en Francia y cuya desaparición desató una ola de tensión religiosa. Uno de sus principales símbolos fue Jean Calas, un protestante de Toulouse, acusado de asegurar a sus hijos la conversión al catolicismo. Fue juzgado, condenado a muerte y finalmente ejecutado en 1762. Para lograr la revisión del proceso, Voltaire publicó aquel alegato contra la coacción religiosa. Consiguió que se rehabilitará el memorial de Jean Calas. Desde entonces, el ‘Tratado sobre la tolerancia’ es una lectura tan importante como la vacuna contra la polio. Además, Voltaire exhortó al resto de los filósofos a hacer la guerra contre la persecución religiosa, a colocar luces ahí donde algunos blanden el derecho a su libertad por encima de la libertad de otros, esa especie de ‘derecho a la intolerancia’ que Voltaire define como el derecho de los tigres y que llega a ser, según él, incluso peor, pues las bestias –dice– “no despedazan más que para comer, y nosotros somos exterminados por una frase”. Aunque casi un siglo antes, Locke había trazado un concepto de libertad individual y el gobierno civil en su ‘Carta sobre la tolerancia’ (1690), las guerras religiosas que atravesaron la historia europea favorecieron que el concepto tolerancia se esgrimiera se esgrimiera casi exclusivamente en su acepción religiosa. Los siglos XIX y XX dejaron muy claro lo que primero Locke y luego Voltaire explicaron: no sólo se trata de respect lo que el ser humano desea creer, sino lo que representa. Sus individuos distintos del resto, pero con los mismos derechos para cultivar y expresar ideas, costumbres, opiniones y gustos. La escena de ‘Los versos satánicos’, del cual Salman Rushdie, fallecido en 1989 por el ayatolá Jomeinies, uno de los más graciosas y delirantes del libro: un musulmán que comió un buffet libre y devoró una banda de jamón de cerdo con las manos . Una maravillosa sátira. No lo pretendieron así sus verdugos, esa gente con la fe que mana de una única idea. La intolerancia no prescribe e incluso experimenta rebrotes extemporáneos, como el que llevó al joven Hadi Matar (ni soñaba en nacer cuando se emitió la fetua). El derecho a la intolerancia, pero… ¿y el derecho a blasfemar?