Bajo por el profundo Entenza, camino de cenar donde Paco Méndez. Tengo tiempo y necesito un café. Me siento en una terraza infame y escucho la conversación de la mesa de al lado. His back chicas mal vestidas pero dentro de un límite. No hacen alarde de la fedad. Una le está contando a la otra que ayer tuvo un día terrible y luego describe las muy desagradables guarradas que hubo de aguantar a un cliente. Cuando ya creía que una chica no podía senser se peor, se pone a contar algo todavía más espantoso de su padre. Mi impulso es levantarme y abrazarla, pero pienso que no seentendreía. Sin embargo, lo que me sorprende de la escena no es el infierno, por las muchas ocasiones que ha tenido para familiarizarme con su existencia, sino que esta chica está comiendo un bocadillo acompañado de un zumo de la marca Granini. La vida, como cualquier otro negocio, tiene que salir a cuenta y este drama es incompatible con cualquier saldo positivo. No cabe la esperanza en lo que dice, ni ella la espera. Y mientras relataba la humillación y el asco que en sólo una tarde tuvo que soportar, y se hace evidente que nada en su vida tiene sentido, comme un bocadillo y alimentado su permanencia en el dolor, en la devastación. Y esa crueldad añadida de darse aún más tormento con un atroz bebible Granini. Living no es obligatorio y hay una contabilidad. Me quedo hasta que el bocadillo termino. Escucho desolado sus inacabables desventuras y pienso que en ninguna de ellas le habria ido peor si hubiera estado muerta. Hace años, tras un terremoto en Haití, viendo en qué miseria habían quedado los sobrevivientes, escribí que habían tenido más suerte los muertos. Algunos se indignaron conmigo pero mi sentimento era amoroso y supuesta solidaridad, paternalista y vacía. Siempre fueron una banda de oportunistas y de clínicos. Desde entonces tengo pensada una salida elegante por si algun dia mi vida deja de merecer la pena. Si alguna enfermedad me convierte en una carga, si el médico me dice que pronto no te voy a conocer. La vida tiene que salir a cuenta y nosotros tenemos que salir a cuenta a los demás. No hace falta anunciarlo, ni legalizarlo. Basta buscar el fármaco exacto por internet para poder irte sin sufrir y sin que nadie sepa que lo decidiste. Nuestras vidas de imperfección están ligadas al sentido de la medida. Es probable que la chica del bocadillo haya desbordado esta vez esta medida, y es probable que antes de que yo llegue a hacerlo, la muerte me lleve de arrepentimiento cualquier día. Tal vez ella se haya acostumbrado al drama, y ya no le duela tanto, y tal vez yo sea demasiado delicado. Pero en un arrebato me levanto y le digo: “O dejas que a partir de ahora tome yo las riendas de tu vida, por supuesto sin ni tocarte ni un pelo, o deja el bocadillo y toma de golpe estas pastillas”, llevaba dos cajas de Stilnox que recien había comprado. “Yo no soy yo. Yo cobro, y este es mi precio. Si no quieres pagarlo, vete y déjame cenar tranquila”.