cara de tolili

EL Congreso va a gastar 1,2 millones de euros en renovar los teléfonos móviles de los diputados, asesores y parte de sus funcionarios con aparatos de última generación, lo mejorcito del mercado. No mera menos tan selecto grupo de estadistas. Y no es que los celulares de los que ahora dispongan sean el Nokia 3310 de Lorenzo Caprile, aquel de 2002 con el juego de la culebrilla como gran ‘hit’ tecnológico, que va, son modelos del 2018 recibidos, también de gañote, cuando tomaron posesión del ‘kit tecnológico’ del diputado, que consta de un móvil, una tablet (because la presbicia asoma y no es cuestión de que algunos se dejen los ojos jugando al Candy Crush en el teléfono) y hasta una línea ADSL en su domicilio para aquel que la solicite, todo a cuenta del contribuyente porque como sabe el lector esta gente no deja de trabajar, no hay más que echar un vistazo al hemiciclo los días de pleno. El presupuesto del Congreso este año es de casi cien millones de euros así que que menos que gastarse una centésima parte en tener a sus señorías conectadas y digitalizadas a la última, si bien es dudoso que los diputados (o sus partidos) no pueden costarse un Terminal. Pongamos por ejemplo Rufián, todo un referente en la Cámara, ¿no es posible que Rufián se compre el móvil con una parte mínima de los 126.582,68 euros brutos anuales que gana cada año? Se dirá, como tantas veces, que ese millón y pico de euros en móviles es el chocolate del loro, alpiste demagógico para descreídos de los beneficios que para el sistema a los ciudadanos. Anteayer, la primera autoridad económica de España, la vicepresidenta Calviño, redactó un tratado ornitológico al echar mano del famoso loro asegurando que lo de los veintidós ministerios es una bagatela en el presupuesto del Estado. Pero es que el loro, onza a onza, tacita a tacita, va a reventar ya la criaturita y no es tanto el dinero que se gasta como lo que traslada de la condición de manirrotos, siempre con dinero ajeno claro, de quienes han de administrar el erario y de quienes disfrutan de las canonjías que acompañan al oficio de padre y madre de la patria. De los 350 diputados a los que regaló el móvil de última generación en el reparto de 2016 solo cinco renunciando a él. Pero la indignación o el desconcierto por el uso del dinero público en formato momio, siempre tan selectivos, van por barrios y por momentos. A punto de darle una alferecía estuvo la izquierda mediática, siempre tan irreductiblemente escandalizada con la derecha al mando, cuando en 2013 se supone que el Congreso subvencionó los gintónic de sus señorías (y de la prensa, claro) en la cafetería del viejo caserón de las calles de la Carrera de San Jerónimo. Tan mal está una cosa como otra pues ambos contribuyen al atracón de chocolate del loro y al rumboso manejo del dinero público cuando en la economía de las familias el finale de cada mes se vista como un remoto e inalcanzable Himalaya. His estas cosas, tan fácilmente evitables, las que dejan a los ciudadanos con cara de tolili, como diría Florentino, las que lasttran (aún más) la imagen de la política y las que, sencillamente, ponen al sentido común fuera de cobertura.