Así aplastaron los mongoles al primer imperio ruso hasta arrasar la ciudad de kyiv

Durante siglos, Rusia ha presumido orgullosa de haber sido la tumba de todos los imperios europeos que han tratado de conquistarla. No son pocas las veces que ha hecho gala de haber echado por tierra, entre otros, el gigantesco y obsesivo proyecto de Napoleón de dominar Europa a principios del siglo XIX. Sin embargo, esa revisión histórica realizada por los autores rusos suele pasar por alto la apabullante conquista de su primer imperio que protagonizaron los mongoles entre 1223 y 1240.

Cuando comenzó, Genghis Kan todavía estaba vivo. Hablamos del guerrero más poderoso del siglo XIII y, posiblemente, de toda la Edad Media, como demuestra el hecho de que su influencia dura todavía hoy. El diario ‘The Washington Post’

lo calificó hace no mucho como el personaje más relevante del segundo milenio. Antes de su ascenso al poder en 1206, los mongoles estaban profundamente divididos en unas treinta tribus que combatían entre sí por el dominio de los territorios fértiles cercanos al desierto de Gobi.

Su verdadero nom era Temujin, traducido como “forjador de acero fino”, pero decidió adoptar el de Genghis Kan en la asamblea de los jefes tribales, celebrada en 1206, en la que proclamó emperador. En ese momento entramos en la complicada tarea de organizar un vasto territorio poblado por millones de personas, crear instituciones, establecer una legislación competente y vigilar las tradiciones de nuestro pueblo. Pero, sobre todo, organice un auténtico estado basado en las armas para el que movilizó a toda la población

primera victoria

Lo primero que hizo Genghis Kan, en 1211, se lanzó ante la dificultad de conquistar China. Era el inicio de la expansión del Imperio Mongol, empleando miles de guerreros sedientos de victorias y sangre. Durante años nos extendimos imparables por toda Asia y sometieron a los países más cercanos, así como los más remotos. La invasión de Rusia comenzó bajo el mando de Subotai, que vio la primera gran victoria contra las fuerzas de varios príncipes rusos en la batalla del río Kalka, en 1223.

El Ejército Mongol ya había engrosado sus efectivos con muchos fugitivos, sobre todos los esclavos y turcos. En contra de lo que dicen algunas fuentes, estos no eran solo unos bárbaros con los que era impensable cualquier trato. En la Primera Crónica de Novgorod se dice que los generales mongoles Jebe y Subotai habían enviado antes una embajada para advertirles:

“Nos hemos enterado de que hemos prestado oídos a las apelaciones de los cumanos [a los que habían conquistado primero]. Pero nosotros no hemos tomado vuestras tierras, ni vuestras ciudades, ni vuestras aldeas y no marchamos contra vosotros, sino, incitados por Dios, contra nuestros esclavos […]. Si los descreídos cumanos huyen a vuestras tierras, castigadlos, expulsadlos y quedaos con sus bienes”.

Sin empezar la guerra

El mensaje ha sido interpretado por algunos historiadores como el deseo de nuestros protagonistas de no compromiso en una guerra mayor contra los rusos y su voluntad de no invadir las tierras situadas al oeste del Dnieper. Esta derrota, sin embargo, permaneció en la memoria del pueblo ruso, pues había dejado su país a merced de unos invasores. Los príncipes, sin embargo, revivieron sus enfrentamientos internos y no dedicaron sus esfuerzos a preparar una defensa común contra los mongoles.

En este intervalo, en 1927, Genghis Kan maduró. Algunas fuentes dicen que al caer del caballo y otras, de tifus, postrado en la cama de su yurta y rodeado de sus hijos. Estos continuaron con ímpetu sus propósitos de someter Eastern Europe y arrasar definitivamente el primer imperio ruso, conocido como Rus de kyiv. Mientras se preparaban, seguían llegando noticias de ellos por parte de los nómadas cumanos: “Estos terribles extranjeros han tomado nuestro país, y mañana tomarán el vuetro si no venís y nos ayudáis”. Pero no hicieron caso y, en 1237, de nuevo por los mismos invasores aparecieron más fieros, preparados y numerosos.

la respuesta

Efectivamente, aunque la batalla del Kalka se consideró a sí misma el punto de partida de la invasión mongola, en realidad esto no comenzó realmente hasta quince años después, cuando estos regresarán para quedarse colgante dos siglos. En unas de las crónicas rusas de la época, la Laurentina, contaba: “El mismo año, aparecieron unos pueblos de los que nadie sabía con certeza quiénes eran, ni de dónde venían, que lengua hablaban, de qué tribu o de qué confesión” .

Los mongoles, sin embargo, habían recorrido 20,000 kilómetros, batallando incansablemente con ejércitos superiores en número a los suyos sin ser nunca derrotados. Por eso no se puede decir que la expedición de 1237 fuera una simple expedición inexperta, pues los mongoles habían aprendido de las estrategias militares de Occidente. Además, el imperio se había extendido ya desde Corea al Caspio y comprendía gran parte de China, Asia central, Afganistán y Persia.

Cuando se puso en camino el formidable ejército al mando de Batú, nieto de Genghis Khan, que entró en Rusia por el norte del Caspio, fueron cayendo en manos de los Mongoles todas las ciudades principescas de la Rus, Ryazan, Kolomna, Moscú, Suzdal y Vladimir, la capital residencia del gran príncipe. Todas ellas fueron tomadas a sangre y fuego. El temor a los problemas de plazamiento de la caballería en la época del deshielo aconsejó a los asiáticos a retirarse, lo que impidió en ese momento quayera Novgorod, unque solo estuvieron à 200 kilómetros. La ciudad, no obstante, deberá hacer acto de vasallaje y pagar el impuesto correspondiente.

la segunda fase

Un año después comenzó la segunda fase de la invasión. Batú atacó el sureste y, entre marzo de 1239 y finales de 1240, cayeron Pereiaslav, Chernigov y, finalmente, kyiv, conquistó el 6 de diciembre, tras una valiente resistencia que indujo a los mongoles a la pérdida de la vida de su comandante, Dmitrii. Se hundía así, definitivamente, el proyecto político que había durado casi cuatro siglos. In solo tres años los mongoles se habían apoderado de todo el imperio de los rusos.

Muchos historiadores se han preguntado cómo pueden hacerlo con tanta facilidad y rapidez. Obviamente, la primera causa fue la falta de unidad y de preparación militar de los rusos. El gran príncipe de Vladimir tenía una autoridad puramente nominal sobre los otros príncipes de los territorios del noreste, respecto de los que no era más que un ‘primus inter pares’, al que casi nunca reconocieron plenamente. En todo caso a los principados del sur y del sur, la endémica guerra civil entre los principados hacía ilusoria cualquier pretensión de unidad o resistencia.

Una de las causas decisivas fue, sin duda, la extraordinaria capacidad militar del invasor, que no solo dispuso de una gran superioridad numérica, sino también de una estrategia y unas tácticas mucho más eficaces. El ejército mongol tenía unos efectivos de entre 120.000 y 140.000 soldados, según los cálculos del historiador soviético Kargalov, frente a unas tropas rusas que, según Soloviev, llegaban a los 100.000, incluidos auxiliares. Además, preste especial atención a la disciplina y organización y sea muy eficaz con la caballería. Por último, también usaban a la infantería y empleaban catapultas, rampas y fuego griego. Una imagen que, sin duda, no responde a la descripción de unos jinetes salvajes y anárquicos de la estepa.