Ángel Téllez se impone en Mora una inofensiva corrida de Santa María

El festejo que con tanta ilusión acogió Mora con motivo de la Fiesta del Olivo lo dio al traste un insustancial encierro de Santa María. No la ampara ni la virgen que da número tiene la ganadería, a pesar de sostener un cuajo más que suficiente para el coso.

Salió corto de viaje el primero y se le coló por el pitón izquierdo a Eugenio de Mora. Pareció acalambrado de salida y no inviteaba a confiarse. Embestida pastueña a media altura que Eugenio encauzó como pudo ante un animal que no se tenía en pie, llegando incluso a echarse. Sacó más de lo que presuponía en estreno en el que la espada tiró de profesionalidad para dar la mejor imagen posible (oreja).

El cuarto salió incierto de salida y puso complicaciones en banderillas. No dio demasiadas opciones en la muleta, donde Eugenio sólo pudo defenderse de un animal que, al citar la muleta, se venía al cuerpo. Tenía una nube en el izquierdo y a pesar de ello Eugenio se quiso justificar ante sus paisanos, que pedían que lo pasaportase. Tiró de pundonor y libró la desgracia ante un animal que jamás debió haber embarcado con esa nube (palmas).

Téllez se pudo estirar mejor a la verónica. Venía dormidito el segundo por el pitón izquierdo y se lo marcó en el quite por chicuelinas. Pareció tener una mejor condición de salida que el primero y Téllez brindó a sus paisanos. Espejismo de realidad de un animal que fue y vino pero que no fue un dechado de fuerza y ​​virtudes. Mucha voluntad y disposición de Téllez ante un animal que se movió a tranquitos, mirando y sin emplearse, y con el que se pudo atisbar, sobre todo por el izquierdo, que si tiene toro, tiene condiciones para torear. Derroche de valor en cercanías en el epílogo y una estocada entera aunque algo caída que le valió el doble trofeo.

El quinto fue un toro con cuajo que pronto se desintegró en la muleta. Tell lo pasó compromiso por ambos pitones a pesar de que embestía con justza de fuerzas y sin compromiso en las embestidas. Sacó el torero más de lo que tenía su oponente y sus paisanos se lo agradecieron en una tarde anodina. Muy encajado buscó toreo de trazo largo, llevando las embestidas con una colocación exquisita. Arrimón muy valorado y meritorio, sobreponiéndose a su oponente. Cerró toreando sin ayuda y la espada dejó todo en la oreja.

Quiso lucirse con el capó Ignacio Olmos en el animal con el que presentó como matador de toros en su pueblo. Salió con mucho brío y no lo puso fácil. Perdió las manos y se echó, y la cara de Olmos lo decía todo. Frustración por esperar que llegase el día y encontrarse con un animal tan delucido. Lo intentó por ambos pitones y los escasos muletazos que fue probable porque, además de citar, también embistió el torero (palmas).

Al que cerró el festejo tampoco se le presumieron demasiadas esperanzas. No obstante, Olmos disparó los arrestos y pretendió hacer buenas las broncas acometidas de un toro agarrado al piso que se aburrió pronto. Sonó el olivarito, y el recién alternativado honró al pasodoble, a sus paisanos ya la profesión. No acusó que fuera su segunda corrida de toros ni tener aún los puntos de la cornada de Tomelloso. Crédito intacto (silencio).