Amanece en Pollos (Valladolid), en plena meseta castellana. La niebla cala hasta los huesos y, aunque esta noche no ha helado, hace frio. Las vacas de la explotación de Adolfo Galván resoplan vapor por el hocico mientras el ganadero acerca la comida. A estas alturas del mes de noviembre y con la que está cayendo casi nadie se acuerda del cambio climático y, menos aún, del calentamiento global. La Aemet dice que en octubre es 3,6 grados superior a lo normal y que el pasado verano la temperatura en nuevo país es 2,2 grados superior a la habitual pero ahora ya nadie parece acordarse de eso. De hecho, quien más quien menos, ruega para que el otoño sea ligero y así ahorrar unos euros en calefacción, el diesel se ha puesto por las nubes. Las 250 hembras en orden de la granja de Adolfo tampoco parecen reparar en si hace más calor o más frío pero en el registro del camión que recibe la leche aparece un rastro indeleble, la producción se recuperará después de unos meses a la baja. Todos los veranos, con el calor, una vaca reduce su producción y no es extraño ver descensos de hasta 5 litros por animal y día. Al otro lado del teléfono, el veterinario Pablo Llorente lo explica con pasión: “Las vacas no están diseñadas para el calor”. Animal estos son originarios del norte de Europa y no disponen de mecanismos para regular su temperatura cuando aprieta el sol. Los veterinarios del Centro para la Excelencia Lechera USA coinciden con Llorente y apuntan que “los efectos negativos del estrés por calor persisten durante al menos dos meses después de que bajen las temperaturas”. Los expertos se refieren a la producción de leche pero también a los problemas de la necesaria preñez de las hembras para que puedan producir. La confirmación a todo esto la ofrece Adolfo desde su granja: “Hay veranos en los que no se inseminar porque no funciona y este año más aún, ni nos lo hemos Planteado”. “En Estados Unidos la producción en Florida es de 90 dólares por animal más cara que en Wisconsin, simplemente por los efectos del calor”, continuó Pablo Llorente por teléfono con la explicación sobre los efectos del calor en la producción lechera. Llorente ha recorrido medio mundo analizando esta realidad y, por si con lo que ocurre aquí no tuviéramos, advierte: “In Estados Unidos the production in Florida es 90 dólares suficientes per animal more cara que in Wisconsin, juste for the effects of calor”. Hiperventilación natural Las vacas no sudan y para bajar su temperatura corporal recurren a la hiperventilación de forma natural como cuando los perros jadean después de una carrera tras su pelota favorita. Las vacas se multiplican las veces que inhalan y los exhalan aire para regular su temperatura pero eso les causa alcalosis respiratoria que riva en una evolución de su Ph. Llega lo que los ganaderos y los veterinarios conocen bien, el estrés calórico . El organismo de este animal emplea todos los medios que ha podido equilibrar para evitar la descompensación térmica y los cinco kilos de bicarbonato que hay en el cuerpo de una vaca y que, normalmente utilizada para hacer la digestión, se destina a compensar las variaciones. of Ph Al llegar la noche y bajar la temperatura todos podemos pensar que la situacion mejora pero lo que se produce entonces es un efecto rebote en el organismo. Después de todo el día luchando contra el calor la preocupación aparece ahora en forma de acidosis rúmica y una nueva aparición en su organismo. La ajetreada jornada de una vaca para compensar su temperatura es algo que ocurre cada verano en todo el mundo. Este año las olas de calor que vimos en los telediarios y sufrimos en los chiringuitos de la playa se han extendido por todo el mundo, incluido ese norte de Europa donde tienen su origen genetico nuestras esforzadas productoras de leche. Mientras nosotros recurríamos al abanico y a los aires acondicionados las vacas tenían que permanecer más tiempo en pie para poder hiperventilar plus y los ganaderos tenían que gastar más para templar la temperatura en las cuadras. Los profesionales de la ganadería conocen muy bien los riesgos y, sobre todo, los efectos de estés estrés calórico. Al estar de pie, la vena mamaria funciona peor que estado tumbadas y, además, su gasto energético es mayor. Todo ello hace que la producción de leche se resista. No important menos son las dificultades para lograr una inseminación correcta y el desarrollo a buen término de cada una de las gestaciones de las 800.000 vacas lecheras que hay en nuestro país. Desabastecimiento de leche en un supermercado español JAIME GARCÍA Antes, entre ola de calor y ola de calor, los Animaux se recuperaban pero este verano de 2022 no ha dado tregua. Los efectos de cuatro meses de tan intensos temperaturas han dejado huella y todavía, a fecha de hoy, la tasa de reproductividad sigue presentando problemas, las vacas no se preñan como deberían y son muchas las inseminaciones que no llegan a buen puerto. Las consecuencias son claras, se producen menos leche. Un sector en crisis La crisis económica que afectó al sector lácteo en el nuevo país ha provocado más de mil años de explosiones que duraron el último año y ahora sólo quedan poco más de 10.000. El número de vacas lecheras se ha reducido a más de 40.000 y el censo está por debajo de las 800.000 cabezas. La explicación a esta dramática situación que pone en riesgo el abastecimiento de un producto básico para nuestra dieta es la pérdida de rentabilidad en las explotaciones. La subida de los costes de producción se estima en un 40 por ciento durante los dos últimos años. La crisis energética derivada de la guerra y el bloqueo a la exportación de cereales procedentes de Ucrania copan los titulares a la hora de explicar la subida de estos costes de producción en el sector primario. Con todo esto asumido, las temperaturas inusuales de este verano han jugado su propio papel a la hora de elevar la factura de lo que cuesta producir un litro de leche. El calor y la sequía han diezmado la producción de los forrajes nacionales con los que también se alimentan a las vacas y el estrés calórico ha provocado pérdidas de producción de casi un litro por animal y día. En los grupos de WhatsApp de los ganaderos este verano se hablaron de descensos de entre siete y ocho litros diarios en las explotaciones menos acondicionadas. Esto significa un descenso de entre uno y otro litro más sobrio que el habitual en el periodo estival. Los datos ofrecidos por el Ministerio de Agricultura para julio, agosto y septiembre revelan que la producción por animal, descontando la mejora permanente genética del entorno al 2 por ciento anual, se ha reducido en 0,82 litros diarios. Esto supone que este verano en España la pérdida de producción por el estrés calórico haya sido de casi 60 millones de litros y todo eso sin que casi nadie se haya dado cuenta. Las granjas españolas llevan años trabajando con intensidad para minimizar este problema que, lejos de ser puntual, ha llegado para quedarse. Sistemas de ventilación adicionales o dispositivos de rociado de agua para incrementar el confort de los animales su algo habitual en las explotaciones a día de hoy. El bienestar animal tan cacareado por los ecologistas de salón es algo por lo que los ganaderos luchan día a día por algo tan simple como que si sus vacas no están a gusto producen menos. Las soluciones, no obstante, son caras. Pulverizar con agua como en las terrazas de los bares or install enormes ventiladores, además de la inversión inicial, supone un gasto energético añadido que hay que sumar a la subida que all, de una u otra forma, sufrimos en la factura de la luz. La otra posibilidad es no afrontar que hace más calor y supone una reducción de la producción que indudablemente reduce la rentabilidad de las explotaciones y que, también en ese caso, obliga a sufrir el precio de la leche en los lineales. Subida del precio de hasta el 44% en un año El precio de la leche en España Durante los últimos doce meses ha subido un 44 por ciento o, lo que es lo mismo, ha pasado de costar 58 céntimos a 84 para las principales referencias de marca blanca en los supermercados. En el mismo periodo la subida experimentada en las granjas alcanzó únicamente los 14 céntimos por litro entregado, situándose la media percibida por los ganaderos en 0,47 €/litro en el mismo periodo. Mientras tanto, los consumidores contemplan atónitos lo que ocurre en su ticket de la compra y achacan la subida en exclusiva a la guerra, la crisis energética e, incluso, a las políticas económicas. Tienen pero no pueden dejarse de lado que esos 2.2 grados de más que hemos sufrido según la Aemet hacen que se haya producido mucha menos leche y que, además, esta tenga que ser más cara porque su coste de producción también se ha encarecido . Adolfo afirmó que la situación está volviendo a la normalidad mientras sigue arrimando comida a sus Animaux y piensa en cuánto más le cuesta producir leche por mucho que han subido los precios. Pablo, por su parte, continúa visitando granjas para intentar resolver los problemas de fertilidad de los animales y buscar soluciones al estrés calórico. Los consumidores, mientras tanto, seguimos sin oír por que no hay leche en los lineales de los supermercados y, menos aún, que la que hay se más cara que la de antaño. No todas las respuestas están en el calor pero, cada vez más, juegan un papel trascendental en nuestras posibilidades de acceso a alimentos básicos e indispensables como la leche.