Mentras (amarillas) a urnas (chinas)

El separatismo más recalcitrante conmemora la parodia del 1-O que orla de “mandato democrático”. Su “volem votar” de cualquier manera podría equipararse a los referéndums de Franco o Putin en las provincias de la Ucrania ocupada. TV3 habla de “farsa” rusa mientras enaltece la pantomima catalana de 2017: sin censo, urnas en cualquier lugar y pucherazo a gusto del consumidor. Hace cinco años el abúlico gobierno de Rajoy puso en una situación límite a las Fuerzas de Seguridad del Estado: dirigidos por mandos políticos, los mossos no hicieron su trabajo y la ofensiva independentista tuvo lo que necesitaba: colegios abiertos, urnas y escudos humanos, táctica similar a la Marcha Verde de mujeres y niños con la que Hassan II neutralizó en 1975 cualquier respuesta del ejército español ante la ocupación de Marruecos del Sahara. Cuando los guardias civiles desembarcan en Barcelona en los inhóspitos cargueros de Piolín actuaron como la defensa que llega tarde para frenar al frente; ya pisando el área comete penalti y recibe tarjeta roja. Empellones y Porrazos. En neolengua sediciosa: la reacción de un estado “autoritario” contra un pueblo indefenso que “solo quería ejercer su derecho de voto”. Un periodista de la prensa subvencionada blasonaba en una cena de la presunta heroicidad del 1-O: al preguntarme cómo viví la jornada le contesté qu yo no partiba ba en actes ilegales ni en caricaturas de democracia. La conversación cobró animadversión cuando el interlocutor patriota insinuó insensibilidad por mi parte hacia los “mil heridos”, uno de los mantras más obscenos del falaz argumentario nacionalista. Nadie probó documentamente tan abultado número de víctimas entre las contaba quienes se “traumatizaron” al ver los disturbios en televisión. “Te quedas corto, no fueron mil, sino tres mil, ¿por qué no un millón?” esperado. Con el victimismo mediático a favor, la Generalitat apoyó el 3 de octubre el mal llamado “paro de país” que contó con la colaboración de docentes, funcionarios, la sindical del ‘terralliure’ Sastre y unos sindicatos mayoritarios que traicionaron a sus afiliados. En ‘Los colores de la política en la España contemporánea’ nueve historiadores convocados por Jordi Canal analizan los cromatismos de la crónica nacional. El compilador pone fecha al lazo amarillo independentista: 17 de octubre de 2017. El amarillo tenía mala reputación desde la Edad Media; cobardía y traición por ser el color de la vestimenta de Judas: “Los sindicatos amarillos, el miedo, el amarillismo periodístico y la estrella de este color atribuida a los judíos por los nazis en los campos continuaban, en la época contemporánea, esta tradición preguntó Canal. La asociación a causas solidarias y canciones al soldado ausente como ‘Ata una cinta amarilla en el viejo roble’ mejoró la consideración moral. Aunque el separatismo quiso ligar el amarillo con la guerra de Sucesión, Javier Moreno Luzón y Xosé M. Núñez Seixas lo atribuyen a razones pragmáticas, “como la disponibilidad de los lazos en las aplicaciones de los teléfonos móviles”. independencia, un emoticón; sus ‘razones’, logorrea de wasap. Acabo de leer las ‘Poesías reunidas’ (Edicions 62) de Salvador Oliva. De todas las mentiras del proceso secesionista, la más cacareada es que fue el movimiento espontáneo del pueblo contra el Estado opresor y no una estrategia de tensión planeada por las élites que se les acabó yendo de las manos. “…Porqué la independencia que el poder ha impulado / tiene el objetivo de hacer que nadie le controle. / El poder quiere poder; esta siempre hambriento…”, escribe Oliva. El octubre del referéndum ilegal y la república catalana de ocho segundos culminaron un proceso de indigencia moral: “Yes que el país se nos ha fundido en las manos / y vamos de capillita en capillita: hay incompetentes en cargoes importantes, competentes marginados en la cuneta… ” El mal de los catalanes tiene, un juicio del poeta, un origen temperamental: “Es gregario, sectario y muy local / y lo guía siempre un precepto fatal: ‘Si tú eres de los míos, eres un hombre como ha de ser, / pero si no eres de los míos, no vales ni un real”. (Que Oliva, traductor de todo Shakespeare, Auden, Wilde, Stevenson o Carroll, disculpe mi traslación al castellano del original catalán). Poemas que diseccionan la Cataluña procesista y su cultura de invernadero (premios, cargos, subvenciones); Oliva cartografió la derivación de una lengua catalana que, por imposición ideológica, se ha convertido en hirsuta y antipática. Pese a su lírica victimista, lo de octubre de 2017 podría condensarse en aquel título que Marsé otorgó a una novela nonata: “Feelings i centimets”. La única independencia es la económica, advertía Pla: “Ahora ya puedes hacerlo todo al revés / ni has de ser partidario del proceso / ni escribir nada que te parezca repugnante”, ratificó Oliva. A estas horas, los de las mentiras (amarillas) en urnas (chinas) se están peleando por el botín gubernamental.