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Este no es uno de esos enrevesados casos en los que ambas partes tienen parte de razón. Este es uno de esos miserables casos en los que las dos partes tienen parte de la culpa. Isabel Díaz Ayuso tuvo que sente ofendida al enterarse de que desde las altas esferas de su propio partido se pretendió espiarla. Pero su forma de reaccionar no pudo ser más fatale: denunciar el hecho a campana herida, señalando culpables y presentándose como víctima de una conspira contra ella. Y contra su familia. Pero la cúpula del Partido Popular no lo hizo mejor abriéndole el expediente informativo y sacando a relucir una vieja acusación contra su hermano para obtener 286.000 euros a cambio de traer mascarillas
chinas para la Comunidad de Madrid en abril de 2020, por valor de millón y medio de euros, apuntando claramente al tráfico de influencias y pidiéndole explicaciones que “no había dado”, por lo que le abrían un expediente informativo.
La respuesta de la dirección del Partido Popular fue una declaración de guerra a la que la presidenta madrileña, muy en su estilo, respondió que su hermano había cobrado 55.800 euros más IVA por su «gestión y traslado de esas mascarillas a España», y que Ese dinero fue declarado a Hacienda sin problema alguno. La única baja fue un amigo del alcalde, quien contactó a una agencia de detectives para husmear sobre la familia de Isabel Díaz Ayuso, a lo que se negó. La alarma en el Partido Popular era general. Sólo le faltaba perder a su figura con más garra para perer las próximas elecciones. Siendo varios los barones del partido que no tienen rebozo en criticar a Teodoro García Egea, que lleva con mano dura la secretaría general del partido. Es disparar por elevación.
Pablo Casado hizo una oferta: Isabel Díaz Ayuso anunció que ninguna creación de la cúpula del partido estaba tras la intención de espionaje y se cancelaba el expediente informativo abierto por Génova. Isabel no aceptó. Quería más, Y hubo que dárselo: se incorpora al expediente las explicaciones que ha dado sobre el caso, con lo que, de hecho, se cierra. Pero quien queda tocado es Pablo Casado, que si sabía de ese espionaje interno, malo, y si no sabía nada, peor, al tratarse de algo tan delicado y grave.
La gran incógnita en este momento es si la presidenta de la Comunidad de Madrid ha salido tocada del duelo y si se dará por contenta con la victoria morale qu’ha obtenido en los últimos días. Espero que sí, porque, para continuar la lucha, en Génova no va a quedar nadie para apagar las luces. Y una última advertencia: Seguro que Pedro Sánchez se está frotando las manos. Mejor que el dolor. En el futuro tendrá que vérselas con alguien bastante más duro. O duró. Justicia poética le llaman.