Tiempo que vive con la impresión constante de que todo está al soñado. No sé si soy yo es el mundo el que lleva el paso cambiado; if el tiempo ha pasado demasiado deprisa o if como sociedad hemos apretado tanto el pedal que nos hemos pasado de frenada. Cada semana busco en esta columna un punto de inflexión entre la realidad y mi mundo interior intentando que no salte por los aires. Y cada día entiendo menos, cada día desandamos más el camino hacia la libertad por la senda del despropósito. De la feliz infancia, de aquella España que celebraba jubilosa su democracia con la Constitución recien estrenada apenas quedan los recuerdos en blanco y negro de una niña que usaba calcetines calados de perlé hechos con ocho agujas. Una niña que jugó a los cromos o con la Nancy sin pedir perdón por ello ni acusar a los Reyes Magos de necesarios colaboradores con el machismo heteropatriarcal o la proponer de sexo. Tuve la suerte de nacer en una familia donde siempre se respeta todo sin hacer bandera de nada, sin estridencias, que es la mejor forma de normalizar lo que nos diferencia. También ya entonces existían las ‘putaditas’ que las hormonas provocan en la naturaleza e identidad de algunas personas, pero no existían el adoctrinamiento, la empanada que provoca torpedeando las mentes de los niños. Yo -niña con el género asignado de casa, desde el venezre materno- jugaba también con los GeyperMan de mis hermanos (ahora serían binarios o no binarios) sin sentime parte ni activista de una campaña antisexista. Todo era más fácil, más natural en el paraíso de la infancia. Bronceado simple: todo era de todos. Compartíamos Lego, títeres y el gran Scalextric del desván, el Cine Exín y los juegos de magic Geyper sin plantarnos nada más allá a la hora de escribir la carta a los Magos de Oriente. Hace tiempo que creo que España ha perdido el norte, que vivimos en la dictadura de la ideología donde todo se lleva a lo político, donde los librespensadores no tenemos lugar porque quien no comulga con las ruedas de molino que impone el sistema es un facha o un cromañón. En este verano de diciembre que anticipó juguetes en las casas, dejad que los niños pidan lo que quieran. Dejad que sean niños al menos en Navidad.