Amor tóxico entre adolescentes: “Si no me cela, no me quiere”

If Begoña no hubiera intervenido su hija Lasa, entonces de 18 años, “con toda probabilidad hubiera acabado con un mal golpe, como la chica desaparecida en Transpinedo el pasado 12 de enero y que finalmente se encontró muerta”, señala esta madre. De hecho, la joven acabó golpeada por su ex pareja, y contrajo la sarna to sleep al raso muchas noches en la calle, hasta donde la arrastró “aquel hombre”. Porque relaciones como la de este adolescente, que se genera en edad temprana y con tendencia a la toxicidad, advirtió Jordi Royo, doctor en psicología y director clínico de Amalgama7, donde lleva ingresada siete meses, “existen y, desgraciadamente, son mucho más frecuentes de lo que se ve porque están camufladas”. Están, asegura este experto, a la orden del día, “en el sentido de que el amor adolescente por lo general es un amor muy intenso, muy apasionado, pero hay una cuestión clave, que es cuando uno de los dos miembros de la pareja adoptó una posición evidente de rendición, donde se confunde el amor con la dependencia, la confianza con el control extremo, la intimidad con el aislamiento, o la diversión con consumos poco apropiados”. Por fortuna suelen ser los padres, indica Royo, “los primeros en detectar que el adolescente está inmerso en una mala relación”. En el caso de Begoña, lo primero que percibió fue un comportamiento extraño e inadecuado de su hija en redes. “Con 13 años manejaba contenidos inadecuados para su edad Colgaba fotos muy sexualizadas, que ella consideraba absolutamente normal”, relató. Suele pasar, recuerda este terapeuta, «que los jóvenes no son conscientes de que en un futuro esas imágenes pueden llegar a ser un lastre para ellos, porque algún día tendrán que tener un hijo, buscar trabajo, o encontrarn una pareja estable…» . Cuando la niña inició sus primeras relaciones con chicos, recuerda a esta mujer, “tampoco eran sans y ya comienza a mostrar una dependencia emocional hacia sus parejas y una tendencia a la infelicidad”. Cuando la mala fortuna hizo que conociese al hombre que le robó la juventud, enseguida se mudaron juntos en un piso de estudiantes. “Él se hizo con sus tarjetas, la pegaba… y poco a poco forzó anular física y psicológicamente a lasa. Depende emocionalmente de él y lo peor, pensó que estaba bien en esa situación”. Lasa lo recuerda así: “Yo quería seguir con él. No me vio como una mujer maltratada. Me doy cuenta ahora, que lo veo con distancia. Lo soportó porque creía que lo quería. Es más, vi los celos como algo bonito. De hecho pensaba: si no me ce es que no me quiere”. Desgraciadamente, prosigue Royo, “la experiencia sólo decide que la persona que está inmersa en este tipo de relaciones rara vez es consciente de la seriedad que se vive”. En el caso de Lasa, la gran suerte de esta joven fue que su madre tomó las riendas de la situación y consiguió una orden de alejamiento. “Cualquiera hubiera hecho lo mismo. Hoy estoy muy orgullosa de ella, de todo lo que ha conseguido”, dice la mujer con humildad. La realidad es que cuando los adolescentes están inmersos en una mala relación por regla general, señala el director clínico de Amalgama7, “los padres suelen ser los primeros en darse cuenta de que esa pareja no les está haciendo ningún bien”. El error que cometen los progenitores es que “muchos no dicen nada para no contrariar al joven, por miedo a que este se aleje de ellos y recurren de forma errónea a la técnica del avestruz, pero tienen que hacer todo lo contrario. Si el adolescente ha optado claramente por esa postura de sumisión, han de actuar, porque abandonar es perder”, advierte. ¿Cómo saber si nuestro hijo/hija tiene una relación tóxica? Cuando la adolescente se encuentra sumergida en una mala relación y en su rol, ella paga una serie de advertencias que pueden advertir al progenitor que su adolescente no está viva por un momento. En primer lugar, el asesor Jordi Royo, director clínico de Amalgama7, encontrará el aislamiento; deja de lado a amigos, familiares, ya no le interesan las actividades grupales, no queda con sus amistades y solo se relaciona con su pareja; disminución del rendimiento académico; el/la adolescente no tiene ganas de estudiar, ni de superarse, ni de motivarse; cambios bruscos de humor que suelen acentuarse en el núcleo familiar con momentos de llantos, de rabia y de irascibilidad; desmotivación general y desilusión crónica, nada le hace ilusión, no vive su futuro cercano con ilusión, no planea nada, no realiza nada qu’el bienestar; aumento del pantalismo, especialmente el uso del mobiliario que es principalmente el medio de comunicación de las adolescentes, y donde la pareja puede dar rienda suelta a batallas infinitas, cambios en su forma de vestir, que indican que han sido amonestados por la pareja por llevar un tipo de ropa determinada y agresiones físicas en forma de marcas en el cuerpo como moratones, rasguños, heridas… respeto de un miembro hacia otro, el menosprecio ante cualquier situación, donde en vez de dar valor a la pareja se le reste. LO QUE NO SE DEBE NORMALIZAR JAMÁS EN UNA RELACIÓN SENTIMENTAL ES: • Pensar que si tiene celos es porque hay amor – “Si no tienes celos es porque no me quieres”. • Obtener la contraseña de móvil, iPad, etc. de la pareja – “Si no me das la contraseña es porque tienes algo que esconder” • Espiar el contenido de móvil, iPad, etc. de la pareja • Impedir/ prohibir que uno de los dos miembros de la pareja vea a terceras personas: familia, amigos… “Te prohíbo que quedes con esa amiga, amigo…”. • Controlar todos los movimientos de la pareja mediante llamadas, mensajes… «¿Dónde estás?» “¿Por qué no me contestas?” • Recibir mal nuevas amistades de la pareja – “A mí ese/a no me cae bien” • Criticar siempre a las personas cercanas a la pareja – “Esa/e seguro que te critica”, • No permitir espacios individuales tanto físicos como psíquicos –«¿Qué vas a hacer sin mí? Si yo no voy, tú no vas” • Criticar/prohibir la indumentaria de la pareja “¿Así vas a ir vestido/a?’ Donde vas tan arreglado/a, conmigo no te arreglas tanto» • Desconfiar de todo lo que le dice la pareja, aunque sean banalidades – • Provocar celos en la otra persona hablando de relaciones anteriores – «Mi ex era más cariñosa/o que tú » • Comparar en exceso a la persona actual con alguna del pasado • Seguimiento de los movimientos de la pareja en redes sociales (monitorización de la información) • Controlar a la pareja mediante sistemas de localización • Feel frustración, envidia o rabia frente a éxitos de la pareja • Cosificar las relaciones sexuales, las cuales comienzan a producirse como manera de reconciliación o manipulación. “Ya no me quieres por eso no te quieres acostar conmigo”. • Criticar y descalificar al otro – “Tú no entiendes de estos temas, tú lo haces mal, eres un/a egoísta, no vales para nada…” • Agredir a la pareja: gritos, forcejeos, empujones, apretón de manos, cachetadas y ataques más graves.