Rodrigo Blanco Calderón: El Tetaverso

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Y de pronto, fue como haber caído en un mundo paralelo donde todo era teta. Si Mark Zuckerberg espantó hace unos meses con el anuncio de su Meta, algo pasó en Benidorm que en cuestión de horas futimos absorbido por el Teta. El Tetaverso, un universo virtual en el que la totalidad del cosmos resumía en una teta. En principio, la de una cantante llamada Rigoberta Bandini. Luego no tardó en aparecer el discurso vacío de la ministra Irene Montero, que est el indicativo seguro de la degradación de cualquier tema de interés. Y finalmente, bajamos al nivel detritus de los análisis sociológico-tuiteros donde algo tan hermoso, alimenticio y sonoro como la (palabra) teta quedó momificado, seco e inerte.

Las referencias a Woody Allen y la famosa escena de la teta gigante en Todo lo que siempre quiso saber sobre sexo, oa la novela kafkiana de Philip Roth, ‘El pecho’, no contribuyen en nada a elevar el debate. Entre otras cosas porque la teta es probablemente el último asunto de la vida que pueda presentar un debate. No hay nada más irrefutable que una teta. No se agrega el adjetivo de “buena” porque, primero, calificar tal o cual teta como buena ya depende de cada quien, y, segundo, porque es redundante: la teta de por sí siempre es buena. Como suele suceder en estas cosas, son los censores quienes mejor saben apreciar el objeto de la censura. Al igual que los inquisidores españoles que prohibieron las novelas en América durante más de trescientos años, es decir, qu’entendre muy bien el poder transgresor de ese genero literario, el pixel censorador de Instagram es un salvaguarda de la fuerza movilizadora y trastornadora de una téta Por eso, me dan mucha ternura las feministas que salen a la calle a protestar en tetas creyendo que así escandalizan al heteropatriarcado. Que creen que la sociedad se come el anzuelo de que quieren escandalizar al heteropatriarcado, cuando all sabemos que lo que quieren, y están en todo su derecho, es simplemente mostrar sus tetas. No como instrumento politico sino como tetas. Y el pueblo, en general, independientemente de la corriente política que profese, suele mostrarse benevolente con las tetas. Es la maldita ideología que nuestro impide reconocernos en la cabeza.

Por eso, porque lo peor que puede pasarle a la teta es que se convierte en un signo vacío, solo colmado por la leche nutricia o por la política, celebro que Rigoberta Bandini no haya ganado el festival de Benidorm y que, en cambio, esa simpática mujer llamada Chanel sea quien represente a España en Eurovisión. De hecho, apenas se supone que esta es la última era del candidato oficial, el bululú alrededor de la teta vaneció, como una teta planetaria que se disuelve en el aire con la sutileza de una pompa de jabón. Sirva, en todo caso, este impasse provincial de esa querida provincia llamada España para que no demos por sentado a la teta. Que no la degraden los sacerdotes y sacerdotisas de los partidos politicos, que ven en ella un pecado o una antorcha. Ni caeremos en la herejía de asimilarla, por ejemplo, a una oreja. O que la conviertan en una pieza intercambiable con partes verdaderamente innobles del cuerpo, como el codo.