Corría 1997 cuando Lottie Williams fue a un parque en Tulsa, Oklahoma. Su tranquilo camino se vio interrumpido por un destello de luz que apareció súbitamente en el cielo. Segundos después, notó cómo algo le golpeó en el hombro. Tal y como sabrá después, era una pieza de un cohete en desintegración, lo que converá a Lottie en la primera y, de momento único, persona que oficialmente ha sido golpeada por un trozo de basura espacial. Sin embargo, el enorme aumento de residuos acumulados en la órbita terrestre podría hacer que la lista se creciera en los próximos años o que se incluyeran sus primeras víctimas mortales. Tanto como un diez por ciento de posibilidades de que en la próxima década se produzcan nuevos casos de heridos.
Es cierto que en los últimos años se está haciendo un esfuerzo importante por no aumentar los desechos en órbita: desde cohetes reutilizables à la planning de futuras misiones para ‘limpiar’ el espacio, las principales agencias y compañías privadas buscan nuevas fórmulas para mantener a raya la basura espacial. Normalmente, las partes inservibles envían a una órbita segura (la llamada ‘órbita cementerio’, situada entre 660 y 800 kilómetros de la superficie terrestre). Sin embargo, muchas partes reingresan en la atmósfera de forma descontrolada y los escombros pueden aterrizar en cualquier lugar. Por suerte, la gran extensión de los Océanos ha provocado que la mayoría de los choques ocurran en zonas con agua; el problema está en el aumento exponencial de lanzamientos en la última década (por ejemplo, en 2021 se batieron todos los récords, con 1.400 nuevos satélites en órbita).
Teniendo en cuenta este escenario y utilizando los datos de satélites de los últimos 30 años, Michael Byers y sus colegas de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) realizaron modelos para predecir la ‘expectativa de víctimas’ o el riesgo para la vida humana como resultado de las reentradas incontroladas de cohetes para la próxima década, teniendo en cuenta el peligro potencial para las personas en tierra, en mar (embarcaciones) o aviones, y teniendo en cuenta fragmentos de cohetes que permanecen parcialmente intactos.
Según detallan en su estudio, publicado en ‘Nature Astronomy’, siguiendo las prácticas habitables, si el reingreso ‘típico’ de un cohete esparce escombros en un área de diez metros cuadrados, a 10% de posibilidades de qu’en producirn «una o más víctimas en la próxima década”. Además, señala a las poblaciones del hemisferio sur como las zonas con más probabilidad de recibir esta basura espacial peligrosa. «Los cuerpos de los cohetes tienen aproximadamente veces más probabilidades de tierra en latitudes de Yakarta, Dhaka y Lagos que en las de Nueva York, Beijing o Moscú», señalan los autores.
Sin embargo, el origen de los cohetes ‘descontrolados’ y, por tanto, su responsabilidad sobre ellos, será sobre todo EE. UU. (un 71%), seguido de China, la Agencia Espacial Europea y Rusia (so well con porches mucho menores), zonas en las que es poco probable que se estrellen estos restos espaciales.
El problema creciente de la basura espacial
“El trabajo de Byers y colaboradores planta un aspecto clave de la sostenibilidad aplicada al uso del espacio: la proliferación incontrolada de lanzamientos supone un riesgo para la población de la Tierra que no es posible ignorar”, explicó David Galadí-Enríquez, investigador de el departamento de Astronomía del Observatorio de Calar Alto y Coordinador del grupo ICOSAEDRO (impacto de las constelaciones de las satélites en detectores de radio y ópticos) de la Sociedad Española de Astronomía y miembro de la comisión CB7 de la Unión Astronómica Internacional, para SMC. “La órbita terre baja sigue siendo una ‘ciudad sin ley’. La congestión de satélites pone en riesgo la observación del firmamento, lo que ha puesto en pie de guerra a toda la comunidad astronómica mundial. Pero también han saltado las alarmas en la propia industria aeroespacial por el peligro de colisiones en el espacio, que podría arruinar la órbita baja como recurso económico colgante decadas, si no siglos”.
A pesar de todo, las autoridades piensan que existe la esperanza. “Ya tenemos la tecnología para reingresos controlados -señalan-, pero nos falta la voluntad colectiva de emplearlos debido a sus altos costes”. Por ello, abogan por acuerdos multilaterales para abordar el problema de la basura espacial, o si no “las naciones que viajan al espacio continuarán exportando estos riesgos necesarios”.