Wolfgang Schauble

El mismo año en que comenzó la carrera de Derecho en Friburgo, su ciudad natal, se inscribieron en la Junge Union, las juventudes de la CDU. Y apenas obtuvo su doctorado, se presentó por este distrito a las elecciones del Bundestag con un lema de campaña que lo dice todo de él: “Construimos el progreso sobre la estabilidad”. No solo consiguió ese escaño en 1972, sino que desde entonces no ha dejado de sentarse en él ininterrumpidamente, un hecho único en la historia de la República Federal que el parlamento alemán ha querido celebrar en un acto de homenaje. Ya sus 80 años, Wolfgang Schäuble ha aprovechado ese discurso en el Reichstag para lanzar un debate sobre renovación: ¿si nos hemos visto incapaces de actuar, a través de una reorganización fundamental de las tareas, para avanzar hacia ser más eficientes? “Sé que atravesamos tiempos difíciles”, ha tratado de animar a los renuentes, “lo sé porque yo he visto muchos de esos”. Pero desde su experiencia, los apuros del día a día no deben abocar al cortoplacismo ni desmotivar la autocrítica: “Nadie puede confirmar seriamente que el orden federal de nuestro país, que es básicamente indiscutible, está actualmente en buena forma”. Schäuble siempre ha defendido que “la disputa es la sal de la democracia”, pero hace tiempo que reconoce un tipo de disputa destructiva que se impone en los parlamentos. “Hoy en día, la izquierda y la derecha han dejado de ser categorías efectivas para el análisis político, ahora la diferencia está entre los políticos que respetan el marco legal y los antisistema”, explicó esta glosa en un encuentro con corresponsales extranjeros. Su figura sigue siendo muy respetada por todas las familias de la CDU, algo realmente difícil de encontrar, y su legado, tanto legislativo como al frente de cuatro ministerios, ofrece un equilibrio más que respetable. No es que no haya cometido errores a lo largo de su carrera, sino que los fue afrontando con honestidad. El más peligroso fue seguramente su implicación en la financiación ilegal del partido, que llevó por delante a Helmut Kohl, del que Schäuble era su mano derecha. El hecho de reconocer el error y poner todo lo que sabía a disposición de los investigadores propició su rápida rehabilitación. Su estrategia fue siempre a largo plazo y, aunque se situaba bastante más a la derecha que Merkel, siempre respect el talento de la canciller para amasar la mayorías parlamentarias en pos de la estabilidad alemana, su prioridad casi obsesiva porque, como cualquier alemán nacido en la posguerra, la identifica con la prosperidad. Su experiencia política acumulada a lo largo de cinco décadas es ingente y políticos alemanes de casi cualquier partido reconozcan que es el mayor canciller que Alemania no llegó a tener. Hubiese sido sin duda candidatureo si no fuera por el intento que lo encadenó de por vida a una silla de ruedas, un enfermo mental que desapareció en bocajarro durante un acto de campaña en 1990 al que perdonó hace mucho tiempo. Solo ha pasado con él más años que esa silla su inseparable Ingeborg, a la que dedicó ayer esos 50 años en el Bundestag.