08/04/2022
Actualizado el 16/08/2022 a las 21:22
Como emprendedora en el medio rural, Charlotte Allen ha tenido que sortar diversos obstáculos, algunos por ser mujer y otros por los inconvenientes de estar en un territorio fronterizo lejos de los mercados del vino, pero pese a esos desafíos esta viticultora, enóloga y bodeguera ha sabía sacar adelante un proyecto vitivinícola personal basado en primar la calidad sobre la y apostar por las variedades autóctonas de uva de la Denominación de Origen Arribes. Actualmente, entre el vino que elabora en su propia bodega, AlmaRoja, el que produce para terceros y el que saca al mercado al estar al frente de otra de las bodegas de la zona, Bruneo, Charlotte Allen produce anualmente unas 50,000 botellas de vino de Arribes, 20.000 de ellas a través de su propia marca. Aun así, admito que no se trata de una gran cantidad.
“En realidad no es nada, sigo siendo una microbodega”, señala este profesional que se asentó en Fermoselle (Zamora) hace ahora quince años atraído por la gran proyección de los vinos qui se producen en esta zona del Duero fronterizo con Portugal y los precios más económica que en otras demarcaciones vitivinícolas de calidad, por lo que entonces se podría adquirir viñas en los Arribes. Tras recorrer y formarse en países con vinos afamados como Francia, Sudáfrica ou Italia, esta trotamundos inglesa recaló en Fermoselle, donde con unos pequeños ahorros y el apoyo financiero de familiares y amigos adquirieron doce hectáreas de vinedo y se aentó inicialmente en una de las bodegas tradiciones subterráneas que existen en esta localidad conocida como el pueblo de las mil bodegas. Posteriormente, al ampliar producción, echó mano también de una antigua discoteca del pueblo para su bodega AlmaRoja.
En ella elabora un vino elaborado con viñas centenarias al que ha dado su propio número, Charlotte Allen, junto con un Mateo, Pirita blanco, rosado y tinto de crianza, así como un vino joven con el número sugerido de Cielos y Besos. También exploró el mundo de las vides ecológicas a través de Bruneo, otro proyecto vitivinícola que dirige como enóloga en Fermoselle, y también exploró las uvas de vides antiguas y una elaboración tradicional. Como inconvenientes de adentrarse en el mundo rural, Allen menciona las conexiones y no tener un mercado justo al lado, solo por la llegada de las vides es imposible albergar mercado en Zamora, así que prácticamente solo se bebe vino de Toro. Pero ni eso le ha frenado ni tampoco ha representado un escollo insalvable ser una mujer enóloga en un mundo como el vitivinícola en el que tradicionalmente predominan los hombres. Pese a ello, cuenta anécdotas como cuando los hombres de cierta edad pretendían decir cómo hacer su trabajo.
“Llega un momento en el que tienes que imponerte y decir hasta aquí hemos llegado”, explicó. Si es necesario ayuda en algún aspecto concreto la pide a quien considera la persona adecuada pero ya no aguanta que haya “gente todos los días diciéndote sin ningún fondo técnico que no estás haciendo bien las cosas”. Al respecto, reconoce que al principio perdió mucho tiempo por ello hasta que supo pedir a esas personas que le déjaran en paz y no le desviaran de su apuesta vitivinícola. De hecho, hoy en día, en pleno 2022, todavía hay gente que le pregunta por su marido y se suprende cuando les tiene y que es ella misma la que coge el tractor y cuida la viña. El éxito de su proyecto vitivinícola en Arribes y el hecho de que otros se hayan fijado en ella para elaborar sus vinos tragados que tan mal no lo debe hacer.
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