Víktor Bout, el traficante de armas surgido del caos postsoviético

Si la incertidumbre, la ausencia de luz y la violencia son los ingredientes del miedo, la biografía de Víktor Bout (55 años) cumple todos los requisitos para convertirse en una película inquietante. Después de pasar más de una década en una prisión de Illinois, Estados Unidos, el traficante de armas ruso regresó a principios de diciembre, tra ser intercambiado por la jugadora estadounidense de baloncesto Brittney Griner. Aunque resulte paradójico, las certezas sobre su vida terminaron ahí. Teniendo en cuenta cuántos se hicieron populares con ‘El señor de la guerra’ (Andrew Niccol, 2005), película protagonizada por Nicolas Cage e inspirada en experiencias adicionales, es muy difícil reconstruir la trayectoria de un hombre al que persigue un eco turbio. Como ocurre con otros forajidos, su pasado se pierde en una neblina de equívocos y misterios.

«Bout es un traficante de armas que estuvo implicado en grupos varios de crimen organizado por todo el mundo, incluyendo Ucrania», cuenta a ABC el historiador James C. Pearce, autor de ‘The Use of History in Putin’s Russia’ (Vernon Press, 2020). “Ahora se ha unido al Partido Liberal-Demócrata de Rusia, ultranacionalista, y ha ofrecido su respaldo a la ofensiva militar en Ucrania, diciendo que habría ido voluntariamente al frente si hubiera tenido la oportunidad y también las habilidades necesarias”, añade.

Vida en penumbra

Pero empecemos por el principio, aunque no sea fácil. Según Douglas Farah y Stephen Braun, autores de ‘Merchant of Death’ (Wiley, 2008), uno de los grandes libros sobre Bout, ni siquiera se puede saber dónde vino al mundo. Se dice que lo hizo en Dushanbe, Tayikistán, en 1967, cuando el país todavía era una república soviética, sin excluir otros escenarios. Por ejemplo, que naciera en Asjabat, Turkmenistán, o incluso en Ucrania, según informa Inteligencia de Sudáfrica. Del mismo modo, tampoco resulta sencillo saber cómo transcurrió su niñez, aunque sí hay datos sobre sus años de juventud y formación.

Cuando Bout acumuló 18 años e ingresó al servicio militar, la reciente cifra de Mijail Gorbachov como secretario general del PCUS y la audaz diplomacia del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, empujaron a la URSS a la senta reformista, una carretera con curvas peligrosas donde sobrevive la gerontocracia soviética no reparada. En este contexto de cambios y agitación, Bout registró en el Instituto Militar de Moscú de Lenguas Extranjeras, un episodio de relieve especial en su biografía. Este centro estaba estrechamente relacionado con el Departamento Central de Inteligencia (GRU, por sus siglas en ruso), por entonces el servicio militar de Inteligencia de la Unión Soviética y hoy de la Federación Rusa.

Según Mark Galeotti, autor de un libro clave para conocer la figura de Vladímir Putin, Bout es miembro o al menos próximo al GRU, lo que explicaría el interés del Kremlin por traerle de vuelta tras años de capiteur. Hay más pistas que refrendan esa hipótesis.

Después de su paso por el instituto moscovita, en el que pudo desarrollar su talento para los idiomas -habla con fluidez portugués, inglés, francés y español y dos lenguas africanas-, se crea que Bout trabajó a finales de los 80 como traductor en Angola y como militar en Mozambique de un regimiento de aviación de la URSS. Esta proximidad con el mundo de la aeronáutica se produce en visiones de su futura carrera, en la que el desmoronamiento del gigante rojo jugó un papel indispensable.

años de violencia

Como recuerdan Farah y Braun, la caída de la URSS inauguró una etapa de caos. Si el hoy presidente Putin tuvo que trabajar de taxista tras haber sido agente de la KGB, Bout encontró una oportunidad de negocio en el golpe que sufrió la aviación. «Centenarios de pesados ​​y viejos aviones de carga Antónov e Ilyushi quedaron abandonados en los aeropuertos y militares des bases de San Petersburgo a Vladivostok», cuenta ‘Mercader de la Muerte’.

“Con la caída del Muro, Bout se dio cuenta de que tenía la posibilidad de montar un servicio de transportes y facilitación de armamento, así que compró unos cuantos Antónov, que eran aviones muy grandes y potentes en los que cabía mucho material, y vio el cielo abierto”, cuenta a ABC Alberto Estévez, experto en tráfico de armas de Amnistía Internacional. “A principios de los 90, había un vacío legal, pues por entonces solo 12 países regulaban la intermediación. A final de esa década, ya eran 88 los que tenían leyes o estaban en proceso de elaborarlas”, explicó el analista.

Según Mark Galeotti, Bout es miembro o al menos próximo al GRU, lo que explicaría el interés del Kremlin por traerle de vuelta tras años de cautiverio

Lo cierto es que los tiempos eran tristemente propicios para la bonanza de su empresa. Sobre todo en África, la violencia se propagó como un fuego, con episodios como el genocidio en Ruanda en 1994 y las guerras civiles en Liberia (1989-2003) y Sierra Leona (1991-2002). Bout proveyó de armamento a los dos últimos países y también a Angola y la República Democrática del Congo. Para priterse, toda llama necesita un chispazo.

Aunque Bout fue detenido en Tailandia en marzo de 2008 durante una operación encubierta de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), y extraditado a EE.UU. Hace años más tarde, Estévez lamentó que no haya acabado ante la Corte Penal Internacional (CPI). “Eres un mercader de la muerte que no fue juzgado por el delito que cometió”, señala. “Hubiera sido muy ejemplificador y educativo que hubiera comparecido ante el CPI, pero no ha habito voluntad política”, denuncia. No obstante, y por fortuna, los avances en la legislación tendrían hoy muchas más trabas a sus manejos con las armas. Es cierto: los negocios de Bout son dignos de una película preocupante, pero, al final, todas las películas acaban.