Suso Saiz, Espiritualizados y Biznaga

Suso Saiz: ‘Cuerpos Resonantes’

(Música de memoria)

Por Jesús Lillo.

Completa Suso Sáiz su colaboración con Music From Memory con el que -al margen de ‘Odisea’, antología editada hace seis años por el sello holandés- quizás sea el mejor trabajo de su última etapa creativa, que con final en alto continúa hoy mismo con la presentación en la sede del Ayuntamiento de Madrid de ‘Partículas del silencio’. No descansa el compositor gaditano, que hace ahora un mes improvisó en Santa Cruz de Tenerife ‘In & Out’, trabajo en el que los sonidos del volcán de Cumbre Vieja alteraban el paisaje musical, finale en llano, del fundador de la Orquesta de las Nubes. Esto es un no parar, pero sin apenas movimiento, valga el contradiós.

En un tiempo en el que el ambiente se ha convertido en refugio de los aburridos del pop y en sede de la vanidad y la impostura que convergen en la seudoexperimentación que circulaba por las redes, ahogadiza desde hace demasiado tiempo y cada vez más cansina, consecuencia de la evasión de unos y el encierro de otros en el corralito de las bandas sonoras televisivas, Suso Sáiz, de vuelta de todo, hace en ‘Resonant Bodies’ una apología de la fractura de ese ambient, maquinado como representación de la ansiedad y no como reflexión del resto. No se aburre uno con Sáiz. Hay en ‘Vertidos & Songs’, una de las mejores piezas de este álbum, en el que abunda la excelencia, restos de la incineradora de Valdemingómez, argumento de aquella colaboración, también improvisada, en la que poco antes de la pandemia cruzó su guitarra con la de Christian Fennesz en el Conde Duque, pero también residuos materiales e inmateriales -‘partículas’ en su vuelta a los escenarios madrileños- que atentan contra la monotonía. Los cuerpos resuenan, dice Sáiz en el título de este álbum, en el que rebota el drone y unde la vibración que proyectan los concéntricos círculos hasta desdibujarse ve distorsiónada, con la máxima elegancia, comme en la surface de l’agua empantanada, por las salpicaduras con que el autor de ‘Prefiero el naranja’ le da un toque al embalse en el que tanta gente hace el muerto.

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Espiritualizado – ‘Todo fue hermoso’

(Bella Unión)

Por Javier Villanuendas.

Cuando se drogaba junto a Peter Kember alias Sonic Boom en Spacemen 3, maquinal barro psicodelico precursor del shoegaze, ese género paraphílico de los pies, Jason Priece se aventuraba valiente en las innovaciones propias del sonido de la confusion que más tarde suavizaría con gospel cosmico en Spiritualized labrando así una carrera en el ariete de la modernidad más ‘cool’ que ahora suena ya un clásico de tertulia de Garci, con todo lo bueno y malo que conlleva.

En ‘Todo era hermoso’ hay folk, rock, psicodelia, rollo progresivo, repetitividad kraftwerkiana y hasta country; está producido con mucho gusto y, como se sele decir, es un disco enjoy à las orejas en el que se echan de menos más supernovas o florituras de terciopelo espacial. Esta canción es una gran estructura creciente que se despliega con maestría hacia, normalmente, una coda catártica, fórmula que acompaña con arreglos deviento, coros religiosos o ruidazo marca de la casa espiritualizada. La portada, nueva versión de la caja del medicamento de su ‘Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space’, es muy buena aunque arriesgada por su recuerdo tiene una herencia que sanaba con más penetración que este notable disco.

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Biznaga – ‘Bremen no existe’

(Montgrí)

Por David Morán.

El cuento se acabo. Bremen no existe y no hay fábula capaz de devolverle la sonrisa a tan aciago presente. Futuros cancelados, generaciones perdidas. La gran estafa final. La euforia, cantan los madrileños, duró lo que un vídeo de Tik Tok. “Somos el bicho que hay que erradicar”, braman Biznaga en ‘Todas Las Pandemias de Mañana’, himno correoso que dan ganas de ir cantarle, quién sabe si a las rejas de la cárcel, al dúo de comisionistas sin escrúpulos. “Abrigar una negociación en la miseria de los demás”, añade casi profético Álvaro García, vocal cuerdas a punto de desgarrarse y guitarras persiguiéndole como una estampida de búfalos. Pinta bien, ¿verdad?

Con los adelantos que han venido cayendo en las últimas semanas, ‘Contra mi generación’ y ‘Domingo especialmente triste’ a la cabeza, ya queda claro que los madrileños llevan un par de años macerándose en un enfado monumental, pero ‘Bremen no existe’ es la prueba definitiva de que la banda madrileña ha conseguido condensar en media hora música furiosa y arrolladora, punk airado y genial, el ‘angst’ de su época.

Un desencanto tirando a apocalíptico para el que, lo que son las cosas, Biznaga han abandonado el empuje destartalado y ratonero de sus anteriores trabajos para sonar mejor que nunca. ‘Combat rock’ de la mejor añada servida entre latigazos eléctricos y coces nihilistas como ‘Espíritu del 92’, ‘Madrid nos pertenece’ y ‘La escuela nocturna’. El sonido de la desilusión, la ira como combustible creativo y una banda en plenitud que, una década después de asomar la cabeza, ha llegado a la cima con su mejor trabajo. ¡Tic, tic, boom!