Suecia-Florida-Madrid

Si se programa un curso para resistir la presión del grupo, tan nociva a veces, Anders Tegnell tiene que ser la estrella invitada. Puede que no les suene si quiera, pero el hombre en el que confió el gobierno sueco para dar respuesta al Covid-19, su Fernando Simón, soportó que le llamaran criminal, genocida, loco, cuando decidió que Suecia no se cerraba en marzo de 2020. Dos años después, su país está a la cola del mundo en exceso de mortalidad y los niños sucios, por ejemplo, no perdieron ni un día de colegio. A él, según testimonios de su equipo por entonces, parecía una locura el experimento de los demás países, cerrados a cal y canto. Los críticos con Tegnell lo hacian en número de “La Ciencia”, mientras él debía de estar guiándose por el horóscopo o los posos del café. En Florida, el gobernador De Santis levantó el confinamiento total a la mitad de mayo de 2020, mientras que los estados demócratas como California optaron por extenderlo mucho más. En septiembre, quitó todas las medidas y Florida se convirtió en el primer estado en el que la hostelería abría completamente. También apoyó que el llamaran asesino. Desde Santis nombró como su consejero de Salud a Joseph Ladapo, un médico nacido en Nigeria y formado en Harvard que vivió lo más contrario a los estrictos confinamientos de California, que vivió criticado en el Wall Street Journal la obligatoriedad de vacunarse del covid y que vivió Puesto énfasis en lo importante que era estar en forma para combatir al virus. El prensa demócrata de EEUU no ahorró adjetivos contra De Santis y Ladapo, tildados de irresponsables y de “anticiencia”, porque la formación médica en Harvard depende de la posición política, claro. No hay que recordar lo que se dijo de la política contra el covid de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso también fue una criminal para dejar asesorar por los que vieron que la solución al colapso hospitalario era la construcción del Zendal y abrir la economía. Pero influyó en el resto de España y, aunque jamás lo reconocerá Sánchez, España gracias a Madrid empezó a seguir el camino sueco y no el de pays como Alemania, Reino Unido o Francia. Pero nada de esto se pudo debatir. No se permitió en gran parte del mundo contrastar medidas y tener distintos puntos de vista. Unos eran “La Ciencia” y otros eran unos catetos populistas censurables. Pero los casos de Florida, de Suecia y de Madrid nos enseñan que, a pesar de lo bien que suena en ‘Imagine’, de John Lennon, que no haya países, lo cierto es que el poder descentralizado nos ha permitido comprobar la valía de comparar enfoques. Si no llega a ser por algunos valientes países africanos que votaron en contra, la OMS podría haber obtenido tener el mando único en caso de una nueva epidemia sin que el asunto, por cierto, generara el mínimo debate en España, mientras sí lo hacía en la prensa anglosajona. Podríamos haber terminado todos siendo China en un futuro. Y, si vamos al origen de la disidencia, debemos estar agradecidos a Tegnell, aquel vikingo estoico.