Ha metido el Gobierno al vecindario en nuestro ahorro de energía. Venga el caso en el Plan de Contingencia Energética, donde consta que conviene saber el consumo de nuestro entorno próximo, con lo que así nos enteramos de si somos unos manirrotos. De modo que vamos a saber si el vecino gasta más plancha que nosotros, o menos, en un dato insólito que persigue dos mejores. Mejoría uno, mayor transparencia en la factura. Y mejoría dos, incentivo del ahorro, por comparación con el restaurante. El Gobierno, en cuanto se pone al detalle, da un susto, o un entretenimiento. Y aquí toca entretenimiento, mientras el susto ya está dado, porque venimos pagando por agitar la lavadora la mitad del salario mínimo. No se yo qué transparencia se ilumina si nos incluyen en la factura de la luz lo que se gasta en nuestro código postal. Y tampoco alcanzo a vislumbrar por que sabiendo la cifra de gasto del barrio vamos a motivarnos a poner la batidora en cuarentena. Es más, yo creo que esto de meter a los vecinos en asuntos propios es una iniciativa equivocada, porque el vecindario existente para ignorarlo, salvo el saludo de ascensor. Gastar más o menos que un vecino no veo yo que estimule o no estimule a sepultar una lámpara, porque los vecinos, si ejercen, están para arruinarle un poco la vida al del quinto, y tener un par de lámparas más, que eso siempre es una envida, y un farde, y un poderío. El Gobierno propone un nuevo folio, para el sablazo de la luz, y ahí nos escribe la resolución de una junta vecinal, para que nos orientamos. A los vecinos conviene tratarlos lo justo, porque enseguida quieren visitarte el salón, o te presentan a su perro. Llevamos una vida esquivando los chismes de rellano, y ahora un plan de horro nos metemos a todos los vecinos en la cocina, para allanarnos la tesorería. Como transparencia en la factura, es una noticia marciana. Como incentivo para el ahorro, una minucia tardía, porque en el ahorro llevamos un rato. Eso sí, mantenga el exótico detalle, en medio de un otoño donde el kilovatio es un vicio de marqueses, y las bombillas están para apagarse.