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Este verano, Raúl (47 años) apostó por una canción con “un mensaje positivo que refleja ese instante cuando, en una relación, uno de pronto abre los ojos y descubre que ya no puede vivir a la sombra de la otra persona. Y es cuando le dice, ‘o vuelas conmigo o te quedas atrás’”. Vamos, que su ‘Perdona que te diga’ es más para Shakira que para Piqué. La canción de Raúl no tiene referencias autobiográficas: “Tampoco es que quiera una experiencia así, para qué nos vamos a engañar. Nunca me ha gustado brillar teniendo que opacar a nadie”. Llegados a este punto, nos preguntamos cómo es posible que siga soltero. Y así le proponemos actuar como agencia de ‘colocación sentimental’: “Es que nunca supo he venderme”, confiesa avergonzado.
“Siempre ha sido muy tímido. A mí siempre me han ligado, nunca él sabía ligar. Me falta espontaneidad, me pongo tenso. Soy mejor en una segunda cita, si es que la hay».
Tiene cara de niño bueno. Y lo es, aunque matiza: “Me considero buena persona. Creo que necesito serlo para poder dormir con la conciencia tranquila, pero no soy un buen chico». En ese momento, Raúl se echa a reír y recalca: “Soy buena persona, pero no be a buen chico. Soy rebelde y tengo mis ‘cuernecillos’ de diablo que asoman de vez en cuando. Hubo un momento en que se creyó que yo era el yerno perfecto. ¡Y para nada! Eso sí, suelo ser más canalla al principio de una relación, sobre todo para no dar una imagen que no es. Me gusta ser sincero y quede claro que no soy tan buen chico para que luego no haya sorpresas.
Para completar la ficha, nos interesa saber si es cariñoso o no. Raúl empieza sorprendiendo: “Soy una persona fría y distante…” Pero remata la faena con una guinda digna de culebrón: “Hasta que me enamoro”. No es que sea romántico, es lo siguiente: “En el momento que me enamoro puedo ser un pesado, pastelero y empalagoso”.
Sueño por cumplir
Raúl ya ha sentado la cabeza: “Cuando legué a Madrid necesitaba salir, desconectar. Pero como ya vivió esa etapa, busco un equilibrio. Ahora, por ejemplo, me encanta ir a la montaña, hago muchas fotos para las redes sociales. Y me sigue gustando salir, pero todos mis amigos están emparejados y no es plan de echarme yo solo a la calle». Claro que para eso están las aplicaciones, que Raúl reconoce haber utilizado: “Lo bueno es que vas poco a poco soltándote, avanzando a la hora de conocer, lo malo es cuando mandas la foto de cara y te dicen eso de ‘me suena mucho ‘. Me pongo muy tenso, aunque lo que más me disgusta es cuando veo que se dejan llevar por una imagen que tienen de mí que no se corresponde con la realidad».
Lo cierto es que, más allá de encontrarle pareja, lo que deseamos es verle en Eurovisión, para lo que debería aparecer en BenidormFest: “Me encantaría, porque es mi sueño y me gustaría cumplirlo algún día”. Eso sí, que nadie espere una coreografía a lo Chanel: “Ya tengo una edad para hacerme un ‘SloMo’… Más que un coreógrafo necesitaría un milagro”.
Raúl, de pequeño, en brazos de su padre Augusto, que le inculcó su amor por la música – ABC
La foto: huérfano de padre en plena adolescencia
Aunque confies que siempre fue más “un niño de mamá”, Raúl no puede evitar emocionarse al recordar la figura de su padre, Augusto: “A esta foto le tengo mucho cariño porque me trae recuerdos felices. A mi padre le debo el amor por la música. Fue él quien me hizo involucrarme en distintos estilos musicales, quien me enseñó a valorar las voces de Camilo Sesto o Nino Bravo, incluso nos matriculó a mi hermano y a mí en el Conservatorio de Vitoria. Era un hombre alegre, positivo, lleno de vida, a pesar de todo”. Esto se debe a la enfermedad que le hizo perder los riñones, que le obligó a pasar diez años de diálisis y, finalmente, a un trasplante: “Nunca olvidaré la noche que llamaron de Barcelona para anunciarnos que había un donante, que podía operarle, pero debia viajar inmediatamente. Dispara un caos. Nosotros nos quedamos con los abuelos y mis padres fueron a Barcelona. Tantos viajes, tantas molestias, pero el siempre tenía una sonrisa para nosotros, era la chispa de la familia”. Su padre tuvo de un infarto cuando Raúl tenía 16 años, lo que llevó a despedirse de la adolescencia para enfrentarse a las responsabilidades que conlleva la orfandad: “Fue muy duro para todos, pero sobre todo para mi madre, que se vio sola con sus hijos sacando adelante a la familia. Ahí tuvimos que ayudar a todos, nos pusimos a trabajar y sacrificamos algunos sueños. Mi hermano, por ejemplo, dejó el piano y la música para siempre. De repente, das cuenta de que tu vida ha cambiado, que ya no eres un niño normal y te tienes que obligar a actuar como un adulto. De golpe, el adolescente loco tiene que sentarse la cabeza cuando ve que le falta la mitad de su gran apoyo y la otra se ha quedado hundida por la pérdida”. Sin embargo, cuando la fama llegó y le transportó a lo más alto, Raúl imaginó como habría vivido su padre ese éxito: “Estoy seguro que habría sido mi mejor fan”.