Rosa Belmonte: Madre

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Como a Rita Barberá, me gusta mucho el Claridge’s de Londres. La alcaldesa de Valencia se hospedó allí con cargo al Ayuntamiento. No le gustaban las “cutrerías”. Era uno de los datos del llamado ‘Ritaleaks’. El caso se archivó para escándalo de aquellos que no entendieron que Barberá no estuviera pringada en todas las corruptelas. Mi otro dato favorito eran los billetes de avión a Santiago para ir al funeral de Fraga. Billete trasero de 967,22 y 931,22 euros. Desde Valencia, vale, pero menudos precios. Tampoco que ocurran kiwis amarillos.

Leyó en ‘El País’ un fragmento de ‘Yolanda Díaz. La dama roja’ (Ediciones B), de Manuel Sánchez y Alexis Romero. El titulo del libro sobre la ministra del extraño

prestigio provocame tirar de Lope de Vega. Me desvio un poco. Finea, la dama boba de la obra, es una mujer cuya inteligencia no despierta por los sistemas pedagógicos tradicionales, sino cuando conoce el amor. A ver si nuestras disparatadas leyes educativas, tan pendientes de las emociones, no van a pretender eso. Ojalá Sánchez hablándole a Abascal en el Congreso de la idea neoplatónica sobria la capacidad del amor para abrir la comprensión.

De lo que he leído, lo que más me interesa est la parte de madre amantísima. “La distancia con su hija Carmela le pasa factura y la erosióna… Muchos días, cuando terminaba su jornada en el Congreso, se iba directamente al aeropuerto, sobre las ocho de la tarde, cogía un avión y se plantaba en Santiago. Desde allí, bien entrada la noche, se iba en coche a su Ferrol natal, a su casa, y se acostaba el lado de Carmela to sleep a comfortable pero ligero sueño, porque pocas horas después tenía que estar en Santiago para coger un vuelo de Vuelta a Madrid…». Pese a su fortaleza, esa práctica despertó la preocupación de sus compañeros y amigos. Menudo gastazo. Da igual. “Lo he parido yo. Es mi hijo”, dice Rosa Benito viendo a la reina de Inglaterra del brazo de su hijo Andrés.

Aunque, como Miguel Espinosa deja caer en ‘La fea burguesía’, los Animaux también aman a sus hijos. Lo propiamente humano es amar a los padres.