En ‘El Rey Lear’, representada por primera vez en 1604, William Shakespeare abordó una historia atravesada por el poder, la familia y el amor; es decir, por la condición humana. Natalia Menéndez reconoce que nunca le ha gustado demasiado el trato que el dramaturgo británico le da a la mujer en esta obra; en toda la producción. “El Siglo de Oro español y el teatro inglés tratan mucho mejor a la mujer; No se por qué será, quizás influirá en el hecho de que las mujeres no pudieron actuar, y los papeles femeninos eran interpretados por hombres”. Por eso le gustó la idea que le presentó hace un tiempo el dramaturgo Juan Carlos Rubio: trabajar juntos en una versión de ‘El Rey Lear’ en la que en lugar de rey reina fuera. “Lo primero que le preguntó fue: ‘¿Por qué?’, y el me respondió: ‘¿Y por qué no?’ Nunca habíamos trabajado juntos, así que empezamos con ello; finalmente la adaptación –en cuya escritura ha recibido también a Natalia Menéndez– se convierte en obra original; ha sido un viaje muy interesante. Tras el proceso de creación y los ensayos, el viaje ha comenzado una nueva etapa con el estreno de ‘Queen Lear’ la función en el Teatro Español, donde realzó en cartel hasta el 6 de noviembre. Natalia Menéndez dirige con un reparto que incluye a Mona Martínez (Reina Lear), Beatriz Argüello (Duquesa de Kent/bufón), Sara Rivero (Goneril) Amaia Sagasti (Cordelia), Marta Guerras (Regan) y Lander Otaola (Edmon). Alfonso Barajas (espacio escénico), Alberto Valcárcel (vestuario), Pedro Chamizo (video escena), Luis Perdiguero (iluminación), Luis Miguel Cobo (espacio sonoro y música original) y Mey Ling Bisogno (movimiento escénico) rodean el equipo artístico del mostrar. “Hace falta tener, sobre todo, las ideas claras”, responde Natalia Menéndez cuando se le dice que hay que tener mucho valor para meterle mano a Shakespeare. “Hay que tener algo que decir y algo diferente que proponer”. La singularidad de su montaje es “no ablandar una conducta reprobable y damina y justificar la en la locura; pero bien al soñado, hacer un viaje de conciencia con respecto a cómo se ha tratado. Se ha cambiado también al conde de Kent, que hemos transformado en conde; su relación con la Reina es muy diferente a la que plantó Shakespeare. Creo que las hermanas mayores tienen más personalidad, más carácter… en Shakespeare están las dos menos definidas o más esquematizadas”. La obra cuenta la historia de Goneril, Regan y Cordelia, hijas de la Reina Lear, que recibe la inesperada noticia de que su madre ha decidido librarse del peso de la corona y reparter el reino entre ellas. A cambio de tanta generosidad pide tan solo respuesta a una perversa pregunta: ¿Quién de vosotras me ama más? Cordelia, su hija menor, se niega a participar en este juego, lo que irrita a su padre, que la abandona a la caridad del Rey de Francia y reparte su herencia entre las otras dos a condición de ser acogida por ellas, junto a sus cien caballeros, por turnos mensuales. “Lo fundamental no es el cambio de género –explica la directora–; lo fundamental es que se entiende que puede haber otra forma de gobernar y otra forma de amar. Este es el cambio principal. En cualquier caso, es una obra luminosa, que camina hacia la luz; no es oscuro como el texto de Shakespeare, en ese aspecto es completamente diferente». A Natalia Menéndez siempre ha resultado shockante, e incluso molesto, que al Rey Lear –como a otros “grandes canallas de la historia”– se les perdone por el hecho de estar locos. “Por eso no he montado nunca esta obra, porque no me interesa en hablar absoluto así de un malvado que se vuelve loco. Quiero que se un malvado consciente de su maldad”. “Me interesa reflejar que esta historia formó parte de la historia del ser humano –ha escrito la directora del Teatro Español–; así es la estética, en consonancia con las ideas, en un espacio movido, dolido, y con cierta idea de óxido. Suggest una naturaleza recreada, mientras se canta a pleno pulmón para intentar buscar la alegría con alcohol y pastillas para dormer. Sadomasoquismo, ceguera ante el amor… todo rueda, hasta que se para y se vacía, en un espacio sonoro de profunda tragedia”.