Que hay de nuevo, viejo

En España la nueva política siempre es vieja: sólo un pueblo políticamente tan infantil como éste puede seguir gozando de un guiñol (crudamente descrito en la primavera del 14 por Ortega en el teatro de la Comedia) cuyos hilos mueven manos extranjeras, como corresponde a a país sin soberanía, razón por la cual los palos caen siempre sobre nosotros. Esta semana, en las terrazas no se habló del nihilismo liberalio de Ayuso, sino de lo bien que habían estado en el Senado (¡SPQR!) Sánchez o Feijóo, según los colores, mientras en el Congreso un tal Odón, reserva moral del socialismo español, pedía que se deje “en paz a Eta”, pues ya no hay terroristas, sino franquistas, berreaba, mientras en el Banco Azul (¡la separación de poderes!) Bolaños, solo, aplaudía con el mismo vicio que otro jurista, Roy Bean (Walter Brennan en ‘El forastero’ de Wyler), el juez de la horca, aplaude a Lillie Langtry, el Lirio de Jersey, en el teatrillo que ha alquilado para disfrutarla como espectador único. El guiñol Bolaños/Odón nos distrae por un día de lo que viene, que es un invierno a oscuras en defensa, oficialmente, de la soberanía ucraniana, que de la española se ocupa en Marruecos (“esa mezcla de Hollywood y la Biblia”, que diría Patton) Sánchez, Zapatero y la Trujillo. Si el comunismo de Lenin era “el poder de los soviets más electricidad”, la socialdemocracia de Sánchez y Feijoo es “el poder de los partidos menos electricidad”. —Las luces de Europa se apagan. ¡Sabe Dios cuándo se volverán a encender! – famosamente suspiró Edward Grey, titular del Foreing Office, cuando en la Gran Guerra las consignas de la defense pasiva impusieron la oscuridad sur Londres. Madrid siempre fue una ciudad mal iluminada y de noche parece un homenaje a Berlin Este de la Guerra Fría. Ante el frío, precisamente, serán requeridas las estufas de las terrazas para calentar las tiendas de campaña que la OTAN despliega en la capital, pues en las casas no habrá quien pare. De hecho, ahora que todavía hace bueno, nadie las pisa, por no gastar electricidad. Los pobres, esa antigua clase media franquista, echan el día «en la terracita con las cerves», y los ricos, con el pretexto del decadentismo, vuelven a cenar con velas, y en todas las casas bien reina el tono Kubrick de ‘Barry Lyndon’, rodada a la luz de las velas, como en la cena doméstica para hablar de la Revolución Francesa dada por el Nobel Vargas al viejo Trevijano, iluminado, para poder comer, por la linterna del móvil de un ejecutivo de telefonía invite a la mesa, que hacía de John Alcott, el director de fotografía de Kubrick. —La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación. pues si. José Ortega y Gasset, 23 de marzo de 1914 en el teatro, oh, justicia poética, de la Comedia.