qué cambia y qué permanente en la adaptación surcoreana de la serie española

Oscar RusSEGUIR

Ver ‘La casa de papel: Corea’, desde el viernes 24 en Netflix, es como un álbum de fotos familiares. Uno ya sabe casi al dedillo qué instantes están a la vuelta, en qué tramo detenerse y en cuál acelerar, y qué emociones asomarán. Es una coreografía que tiene algo de falso oráculo: uno ya se sabe el baile y la canción. Quién desenamoró, quién aguantó carros y carts, quién murió. Las cosas, pasado el tiempo, se ven con otros ojos. A las personas –personajes– también. Han pasado cinco años desde el estreno de ‘La casa de papel’ en Antenna 3, pero solo seis meses desde su mayúsculo y satisfactoria final en Netflix. Pero la memoria puede ser mala consejera.

Con la versión surcoreana de la serie española creada por Álex Pina y Vancouver Media, surge una pregunta que toda adaptación planta inevitablemente: ¿es necesaria? ¿Aporta alguna novedad? Sobrio todo en un contexto en el que el idioma original y el subtítulo no son un inconveniente para una parte del público; no hay mejor testamento que el éxito de ‘El juego del calamar’, también surcoreana y de Netflix.

Si el público español no conecta con ‘La casa de papel: Corea’ no será por su personalidad, que es lo suficientemente particular, sino por el cariño hacia la original, a la que se le perdonó cualquier traspié (recuerden aquella cuarta parte interminable ) , pues era tirar piedras contra nuestro tejado. Cada espectador, de aquí o de allá, tendrá sus motivos para ver este insólito ‘remake’. Quizás sea una oportunidad para aquel que no viera la primitiva. Quizás la morriña pesa lo suficiente como para repetir un viaje que, quién sabe, podría tener un nudo y un unenlace diferentes… Quizás sea esa la razón definitiva: volver al pasado para cambiar la historia del atraco español más famoso y exitoso del mundo. Porque ‘La casa de papel: Corea’ es un regreso al futuro.

Comparar el músculo de la serie española, muy resolutiva, con la surcoreana, visualmente impecable, no es justo. La original no fue producida por Netflix hasta la tercera parte, que podría intentarse como una autoadaptación: mismo perro con distinto collar (más caro). En ‘La casa de papel: Corea’, el plan maestro no cambia: imprimir dinero. Hay enmiendas, pero las justas. La más obvia es el espaciotemporal, pues el ‘remake’ está ambientado durante 2025 en una Corea en plena reunificación, cuya Casa de la Moneda –símbolo de la paz entre norte y sur– está en tierra de nadie, o sea, en la mitad . ¿Es ‘La casa de papel: Corea’ una utopía o una distopía? Los exteriores, los paisajes, tienen algo de apocaliptico.

Aquí también se juega con el arquetipo de Robin Hood, personificado de nuevo en Tokio, en el que interpretó a Jeon Jong-seo, prima lejana de Úrsula Corberó. Continue siendo la narradora del atraco (aparente señal de que saldrá viva…) y es la primera en aparecer en pantalla. Ella es la voz cantante, pues los guionistas mantienen su oposición al dictatorial Berlín (Park Hae-soo, de ‘El juego del calamar’), que ya no tiene tan larga la mano; de hecho, se le ata en corto rapida y literalmente.

El grupo de atracadores en un 'flashback'  de 'La casa de papel: Corea'El grupo de atracadores en un ‘flashback’ de ‘La casa de papel: Corea’ – Jung Jaegu/Netflix

En Tokio permaneció cierta sexualización, cierta impulsividad, y se le suma un pasado, ya no romántico, sino político. Es norcoreana, estuvo en el ejército y, tras la reunificación, viaja al sur con la esperanza de prosperar. Sin embargo, le dan gato por liebre y acaba tomándose la justicia por su mano: solo roba y mata a aquellos que están lucrándose a costa de otros. Los ricos son ahora más ricos y los pobres, más pobres. El enemigo es siempre el mismo: el capitalismo (en ‘La casa de papel’, el 15-M estaba de fondo).

Y entonces, en una escena propia del género ‘neo noir’ (esas calles mojadas y oscuras de ‘Blade Runner’), Tokio es rescatada por El Profesor (Yoo Ji-Tae, de mejor percha y más espalda que Álvaro Morte), su ángel de la guarda. Si en la versión española nunca hubo un destello romántico entre maestro y alumna, la adaptación surcoreana deja caer que algo podría haber, que no pasar. Sucede lo mismo con la relación entre Tokio y Río (Hyun-Woo Lee), quien tiene un surcoreano de familia rica, un estudiante de medicina metido a informático.

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Al haber muchos menos ‘flashbacks’ (cada episodio abre con uno extenso sobre un único personaje), el tono entre ambos se produce en pleno atractivo. A cambio, el acercamiento de El Profesor al negociador del atraco, Seon Woojin (Yunjin Kim), se produce antes del primer episodio, en plena preparación del atraco. Si en la versión española, este ‘affaire’ en la barra de un bar pedía al público suspender su incredulidad, en la adaptación surcoreana es incluso peor. Aquí, el restaurante donde quedan se llama ‘Bella Ciao’ y lo regenta él. En ‘La casa de papel: Corea’ el interés es más el ‘thriller’ del robo, aunque salga poco la sala de máquinas, que el melodrama. Hay amor, hay sexo, pero menos. El personaje más perjudicado, Nairobi (Yoon-ju Jang, sin la gracia de Alba Flores), reducida a una secundaria quizás por ser la más española. El espectador pierde, pero también gana, pues otra queda en segundo plano es la hija adolescente del embajador. Moscú (Won-jong Lee) sigue a lo suyo: pasar por un túnel.

El envite al Estado y al sistema es el mismo. El atracto ocurre en la antesala de una cumbre económica entre las dos Coreas. La división del país es una forma de acelerar y aumentar la tensión entre todos los personajes. Ocurre con la policía, que debe colaborar por primera vez en una operación (la del norte, hasta hace dos días, era el ejército). Y ocurre con los rehenes, que a la mínima le cantan las cuarenta a su jefe, el director de la Casa de la Moneda. El Arturito surcoreano (Park Myeong-hoon) es igual de miserable y hasta llama ‘comunistas’ a sus empleados.

Seon Woojin ('Perdidos') es el inspector que negociará con la banda de atracadores en 'La casa de papel: Corea'Seon Woojin (‘Perdidos’) es el inspector que quiere negociar con la banda de atracadores en ‘La casa de papel: Corea’ – Jung Jaegu/Netflix

Con respecto a la corrección política que atracó ‘La casa de papel’, hay poca monserga en los cinco episodios vistos de la adaptación surcoreana (son 12, de hora y pico cada uno). Los guionistas señalan, por ejemplo, el machismo de los compañeros de la inspectora, aquí madre de un adolescente y cuyo exmarido –político que podría ser candidato a la presidencia– tiene una orden de alejamiento.

In dos elementos sí que reparará el público rápidamente: las caretas de los atracadores son diferentes, ya no son de Dalí (sí se mantuvo el mítico mono rojo), y los personajes de un bando y otro fuman mucho.

De momento, Netflix ha estrenado parte de seis episodios de ‘La casa de papel: Corea’. Queda por emitir la segunda parte, también de seis capítulos. Si la versión española tuvo originalmente 15 episodios (iban tiene 16), la adaptación surcoreana tendrá 12.