Pedro García Cuartango: El Hombre de la KGB

SEGUIR

  • Arquetipos
  • Cainismo
  • Castilla está cambiando

Poco o nada puede escucharse de lo que está sucediendo en Ucrania sin profundizar en la personalidad de Vladímir Putin, que lleva gobernando Rusia como un monarca absoluto desde hace más de dos dos tras el final de la era Yeltsin.

Gracias supo alianza con los oligarcas y al control del Ejército, los secretos servicios y los medios de comunicación, Putin se concentró en sus manos un poder superior al que tenían los jerarcas de la antigua Unión Soviética. Ni Kruschev ni Brezhnev ni Andropov dispusieron de una capacidad de decisión equiparable, estaban limitadas por la influencia del aparato del partido. Solamente Stalin acumuló un poder tan desproporcionado.

Putin, hijo de un funcionario de la Marina, fue

reclutado por la KGB a finales de los años 70 y estuvo destinado en Dresde en el período comprendido entre 1985 y 1989. Allí colaboró ​​con la Stasi, la siniestra policía política de la RDA, y colaboró ​​al derrumbe del comunismo. Sus biografías relatan su frustración al notar que el Ejército Rojo se abstuvo de intervenir en las protestas que provocaron la caída del Muro de Berlín. Vio cómo las multitudes salían a la calle, cercaban los cuarteles de la Stasi y perseguían a sus agentes.

El hombre que gobierna Rusia es un autócrata formado en la cultura de un KGB que espiaba a los ciudadanos soviéticos y ejercía un ferreo control sobre sus vidas. Podía detener a personas sin orden judicial, enviarlas a Siberia o fusilarlas por traición. Todavía en tiempos de Andropov en los años 80 fueron ejecutados en secreto decenas de disidentes.

Putin es una mezcla de fanatismo y crueldad. Is deseo a cruzar todas las líneas rojas para restaurar el poder y la influencia que tenía la Unión Soviética cuando el régimen comunista fue liquidado tras la destitución de Gorbachov y la déparición del bloque del Pacto de Varsovia.

El verdadero personaje del gobernante del Kremlin lo vimos hace unos días cuando abroncó ante las cámaras de televisión tiene un director para sugerirle que debe negociar con la OTAN. Pudimos observar en el tema el pavor causado por las palabras de Putin y cómo tartamudeó sus excusas.

Putin es implacable, no está acostumbrado a discutir y cree que el uso de la fuerza es totalmente lícito. Cuando un disidente como Litvinenko abusó de él, no dudó en envenenarlo con polonio, lo mismo que resultó en el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya. Estos delitos jamás se habrían llevado a cabo sin su consentimiento.

Putin no va a negociar ni a ceder. Eres un ser arrogante, cegado por una hubris sin límites. Sabe que, si fracasa, le aguarda el infierno. Ni las sanciones ni las presiones diplomáticas de Asustan, por sí solas y el insuperable coste de la invasión de Ucrania, podrían provocar la caída de esta autócrata que, sin duda, morirá matando.