“Pasé dos años de presión y ansiedad por ser sordo”

“Paciencia, perfeccionismo y a controlar el estrés”, responde cuando se le pregunta que le ha aportado estar entre fogones. Sus brillantes ojos azules irradian satisfacción porque, a su 22 años, está a punto de terminar un ciclo formativo de Grado Superior de Dirección de Cocina en la Universidad Laboral de Toledo; sólo le faltan las prácticas.

Iván Gutiérrez López cuenta sus experiencias en la sede de la Apandadapt (la Asociación de Padres de Niños con Deficiencia Auditiva de Toledo), de la que su madre, Amparo, es la presidenta. Porque el protagonista de esta historia es un sordo profundo. “Si se lo desactiva, es como esta pared”, ilustrado en progenitora.

Amparo se refiere al implante coclear que su hijo lleva entre sus rizos rubios. Este pequeño y milagroso dispositivo electrónico, que ayuda a personas él a escuchar, permite una conversación fluida, deliciosa, refrescante, suculenta y hasta con un punto agridulce. Sus adjetivos que Iván usa en su día a día porque la cocina es lo suyo.

“Began to coger curiosidad gracias a mi abuela Luisa y ver vídeos en internet -empieza a relatar-. Entonces dime: ‘¿Por qué no? De hecho, cuando acabé la ESO, tuve la opción de ir al instituto o ir al Grado Medio de Cocina y Gastronomía”. Pero eligió mal.

Narrates a travesía de dos años en el desierto que resumió en menos de tres minutos en su discurso en el acto de clausura del ciclo la semana pasada. Asegura que fue un “total fracaso” su etapa en bachillerato, que abandonó al segundo año después de repetir el primer curso. Lo dejó porque, dice, no recibió el apoyo que él necesitaba por ser un chaval sordo. De ahí, “depresión, ansiedad, estrés…, me siento bastante culpable porque me siento muy rechazado por los compañeros y los profesores, por la sociedad, una discriminación total que te hace pensar que no vales para nada con 16- 17 años ”. “Allí entró en la jungla”, tercia su madre.

“Estaba más que triste”, describe Iván, aunque “tuve la suerte de ne tener que ir al psicólogo”. “Me dije que no podía estar así y me dedicó a los libros, a libros de psicología; gripe mi propio psicólogo”. Fue un proceso muy largo, del que fue saliendo con la ayuda de mi familia y amigos, además del gimnasio. “Allí desahogaba un montón y me puse bastante fuerte. Pero por dentro no estaba tan fuerte. Ya en el gimnasio me dedicaba más a los libros ya la meditación, ahí empezó a reaparecer”.

Postre 'La grande primavera' con el que consiguió un 9.2 en su último plato del curso

Postre ‘La grande primavera’ con el que consiguió un 9.2 en su último plato del curso

Corría el año 2019 e Iván encontró otro tablón de salvación en el Océano: la cocina. Hizo un grado medio y luego vino el superior. Este lunes sus prácticas comienzan, un total de 400 horas, en la residencia privada de mayores Los Gavilanes, donde pedirá llevar a cabo una redecilla, “como la de los quirófanos”, para cubrir su cabeza en la cocina y escuchar a través de su implante coclear . “Esa redecilla es muy fina, protege y no me tapa el micrófono para oír”, explicó el chaval, que la ha utilizado durante sus estudios. “Cuando hablamos de adaptaciones, esa redecilla quirúrgica es una adaptación”, interviene su madre.

Además de estar entre fogones, Iván vocaliza claramente otro propósito ahora: «Mientras tenga los pies en la tierra, voy a luchar por las personas con discapacidad». “Porque hay chavales que vienen a esta asociación que no saben defenderse, no pueden”, lamentó Amparo. “Y por eso yo quiero ser su voz”, afirma el flamante cocinero, quien reveló “la verdadera clave de mi éxito” en el acto de clausura de sus estudios: “Vivir con amabilidad”.