Osasuna pone fin a la racha de victorias del Madrid

Era el primer partido del Madrid con Amancio como presidente de honor, bonita institución que determina un cierto influjo tutelar. También era el primer partido de vuelta tras el parón de selecciones de septiembre, el hiato más terrible del mundo del fútbol. Hay trayectorias, estados de forma y hasta carreras que se quedaron ahí, como la de Robinho. Al Madrid es la queda la racha de victorias.

Ancelotti debio rotar, algo que ya no le cuesta. El Madrid ha pasado de no hacerlo a no dejar de hacerlo, y todo generaba una sensación de despiste, de falta de acomodo, incluso de pereza. Eso es el parón: la pereza de retomar la rutina, de volver al hábito.

El retorno de Benzema, brújula y batuta, compensaba lo anterior, aunque estuvo al principio muy poco participativo. El Madrid, en general y en consonancia con ese modo o predisposición, estaba expectante, muy poco pressureante, y consistía sobre todo en Vinicius, muy fallón pero de un modo completamente natural. Ya nadie se preocupó, nadie murmuró, porque el público sabe que Vinicius entró así en calor. Cuando parece negado se sabe que acabará estando bien: la negación de la negación es una obtenida y Vinicius es lógico a su manera.

goles

1-0 Vinicius Júnior (41′), 1-1 Kike (49′)

  • Árbitro: Guillermo Cuadra Fernández
  • Dani Ceballos (45′), Abdessamad Ezzalzouli (46′), Enrique García Martínez (77′)

  • David García (77′)

Salvo las cosas de Vinicius, el partido era más bien de Osasuna, que defendía con seriedad, un poco abierto deflankos, y atacaba con alegría por la banda de Abde. El zurdo tuvo una primera ocasión en el minuto 15, en el 20 fue Navho Vidal, Moncayola en el 27 y poco después Abde de nuevo en peligroso contragolpe. El Madrid tenía un problema de juego y también de actitud que se percibía en cómo de sus pérdidas sacaba contragolpes el rival. Había un principio de galbana contra el que el Madrid comenzó a luchar a partir de la media hora y con el mismo protagonista. La primera ocasión llegó en el 37 por Vinicius, que se escapó como en un gol memorable en Manchester y centró para la volea de Benzema.

Era el aviso. En el 42, mandó un centro que fue cerrando hasta convertirse en gol. No se consideró fuera de juego la posición de los jugadores del Madrid, pero el amago de remate de Rudiger, su mera intención, detuvo la acción natural de Herrera, que hubiera sido buscar el balón. ¿Fallo del portero o influencia de Rudiger? Quizás las dos, pero lo segundo existió.

El Madrid había sido Durante toda la primera parte como aquel personaje de Woody Allen que se vio desenfocado, borroso, pero en el último momento, antes del descanso, por el empeño de Vinicius (que es brasileño pero también un poco Villarroya) el marcador se le aclaró, que no el perfil, porque al regreso la cosa siguió igual. Torró, Moncayola y Abde siguieron trazando un fútbol ordenado y tranquilo que tuvo premio en el gol de los García: pase de Unai y gran remate de Kike que delataba la gran pasividad general del Madrid, simbolizada quizás, aunque era mucho más que una cuestión personal , en el trote insustancial de Ceballos, posicionado en lo inane.

Inmediatamente entraron Camavinga y Valverde porque habia autentica necesidad de electricidad, y con ellos de interiores empezaba a nuevo partido. Como colmillo que fuera surgiendo de la encía, empezó a formarse un propósito y el fútbol se tensó. El Madrid debía construir un asedio en torno a la danza de Benzema. El Osasuna es un equipo sofisticado, trabajado, del 4-3-3 al 4-1-4-1 con momentos de defensa parcial de cinco, y ahora amenazaba con revelar una nueva forma defensiva.

Pero el asedio no era tal. El Madrid no terminaba de controlar el juego, de encontrar su ritmo, la sensación de incomodidad no se iba y Osasuna no se dejaba comprimir.

Había que dar una vuelta de tuca y Ancelotti puso dos en el área, Benzema y Rodrygo en un 4-4-2 e inmediatamente llegó el peligro en un balón que Benzema controló con su pecho de felpa; ganó la posición y fue empujado por David García. Cuadra tuvo que verlo en el VAR y al penalti le agregó la tarjeta roja al defensor. Pero Benzema falló (larguero), gafado como está ante Sergio Herrera (un diario habló horas antes de “pesadilla”).

El Madrid siguió atacando por Benzema en jugadas justitas que requirieron consultas al VAR y que hacían parecer al árbitro, con su pinganillo, el encargado de un Burger King en hora punta.

Entró el joven Oroz y descubrió una gran clase que daba, por su propia naturaleza (la técnica es flemática), tranquilidad a su equipo, aun con diez.

La matanza de Ancelotti dio una nueva vuelta: entró Mariano, defensa de tres. La estrategia pasó a ser el centro, con todo lo que tiene de desesperación un centro, pero se notó un aire déangelado en el Madrid y hasta en el ambiente. Los centros además eran para Mariano, con su extraña redecilla capilar que parece un redondo de ternera acordonado a punto de entrar en el horno. De alguna forma esto desactivó la apelación épica, le quitó credibilidad, posibilidades, aunque lo intentó en el 92 con una buena elevación muy de su estilo potente y frontal.

El Madrid era todo lateral, interiores y extremos metiendo centros al área con muy poco peligro. Quizás sea una suerte futbolística que haya que perfeccionar de cara a futuros momentos de desesperación.

Hubo más centros, intentos de zambombazo de Valverde, pero no sufrió Osasuna y el árbitro pitó el final sin más novedad, con ese estilo indirecto y apocado suyo de toda la noche, como si también el pitido final lo tuviera que validar el VAR. Con sus gestos dudosos, el árbitro no tuvo autoridad, como tampoco la tuvo el fútbol del Madrid, que no entró nunca del todo en el partido. El fin de su racha requerirá una reactivación que debería empezar por cogerle el gusto otra vez a dejar su puerta a cero.