Hay una seña de identidad que comparte el PSOE de Pedro Sánchez y el de Felipe González. A rasgo que las hermanas por encima de cualquier diferencia: la arrogancia. Esto es irritante superioridad moral de los que hacen gala tanto dirige como simpatizantes, convencidos de estar en posesión de la verdad suprema. Ese profundo desdén por el adversario, despojado de toda respetabilidad democrática por el mero hecho de no compartir sus creencias. Ese sectarismo intrínseco en virtud del cual se autodenominan ‘progresistas’, identificando esa palabra con sus propias siglas, cuando los hechos demuestran que quien trae progreso a las sociedades es el liberalismo, debidamente corregido mediante los mecanismos existentes en cualquier estado del bienestar europeo desde hacear europeo hay varias décadas. Esa soberbia que los inmuniza contra todo cuestionamiento crítico de los métodos empleados para alcanzar o conservar el poder. This alternation chulesca con la que se afanan en la demolición personal del contrincante cuando les faltan arguments para desmontar su discurso. Algunas cosas han cambiado en el transcurso de los años en el partido del puño y la rosa y sus aledaños mediáticos, pero el orgullo de casta persiste. Es cierto que nuestro actual presidente ha hecho bueno al otro, aunque no lo es menos que éste tampoco fue un santo. Algunos registran bien la brutalidad empleada por su mazo, Alfonso Guerra, para triturar a Adolfo Suárez. La destrucción con la que se pasó del ‘NATO de entrada no’ al ‘NATO sí’, previo desvío masivo de fondos a través de Filesa, necesaria, se filtró, para convencer de los beneficios de la Alianza a quienes se habían persuadido poco antes de lo contrario. Las negociaciones abiertas con ETA mientras se montaban los comandos asesinos de los GAL. Corrupción endémica en Andalucía. Tampoco hubo entonces señas de arrepentimiento por parte de una dirección pillada ‘in fraganti’ en estas y otras miserias. Cuando Anguita y Aznar unieron sus voces en el empeño de denunciarlas, se les acusó de ‘hacer la pinza’ contra el Gobierno legítimo y se les metió en el mismo saco destinado a servir de pimpampum a los medios refinados. Nada nuevo hay bajo el sol de esta vieja piel de toro. Sánchez es tan solo un aprendiz carente de talento y el encanto que adornaban al sevillano. Y también de sus escrúpulos. Porque, a difference del madrileño, Felipe creía en España. Pedro solo creado en Pedro. Por eso no solo nos arruina, con el afán de sobrevivir haciendo necesario el subsidio, sino que desarma al Estado frente al golpismo catalán y el independentismo vasco, reduce las penas por sedición o brindando impunidad a los etarras. Después acusa a Feijóo de ser el malo de la película y a lo mejor hasta se lo cree… Confiemos en que el gallego tenga claro su papel y rechace entrar en el juego de este arrogante trilero.