Mujeres e indígenas primero

El episodio de la campaña del Ministerio de Igualdad es un caso de estudio antropológico. Diversity hay más bien poca: no aparece un solo hombre, como si los complejos o la inconformidad con el aspecto físico reservado un asunto exclusivamente femenino. En la representación de cada personaje de la campaña hay una sobreactuación de lo femenino y lo diverso, o de aquello que se puede considerar como tal. Son los responsables de la parecía más inclusiva un axila peluda que una prótesis, de lo contrario, ¿por que alteró la fotografía original que cogieron de la cuenta de Instagram de la modelo que ahora la demande la manipulación de su imagen al añadirle una pierna ? El asunto pone de manifiesto una diversidad cosmética, una tolerancia de ocasión. Y es justamente de ahí de donde mana lo antropológico del asunto: por las coincidencias que proponen con otras situaciones vinindicativas. Lo que le ocurre a la izquierda europea con las mujeres es lo que a la de América Latina con los grupos indígenas. In ambas, reina una relación tutelar. La representación de las distintas etnias se ha convertido en la obsesión de los políticos de la región y ha producido incluso un fenómeno común a determinadas leyes y procesos constituyentes. Pasó con la Constitución de Venezuela, en 1999, y ahora con la de Chile: legislan para una minoría a la que no protegen, bien porque la meten su propio parque temático o porque no son capaces de respetar sus derechos ya no como indígenas, sino como ciudadanos. Cuando comenzó su Gobierno, Hugo Chávez echó mano de los colectivos indígenas para afilar su discurso de reparación colonial. Hizo de aquello una bandera. La Constitución aprobada en 1999 contemplaba un capítulo con ocho artículos dedicados a ellos y entre los que garizaba “su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupado y que son necesarios para desarrollar y garantizar sus formas de vida”. Más de veinte años han transcurrido desde entonces. En la Venezuela de Maduro ha documentado al menos una vez masacres contra los pueblos indígenas, una represión sistémica, especialmente en los estados Bolívar, Delta Amacuro y Amazonas, donde el régimen ha implementado una zona para explotar los recursos del Arco Minero del Orinoco ( AMO), mediante la implementación de la minería ilegal. Cada vez que las etnias pemón y yanomami han protestado por la destrucción de territorios donde han vivido desde hace siglos, han sido perseguidos y asesinados por el mismo poder que antes dijo protegerlos. Una lógica parecida dominó la relación de Podemos con los derechos de las mujeres. Aquellas a quienes dicen proteger, las sermonea o las cosifica y cuando se atropellan sus derechos, callan o lo encubren, como hizo Mónica Oltra cuando su exmarido fue acusado de abusar de una menor.