mujer madre

Cuando una pareja de famosos se separa, se inicia una lucha no tan sutil por la opinión pública. In a divorcio pierden los dos, pero siempre libra una batalla por el ‘relato’. En el caso de ‘Preysler versus Vargas Llosa’, las informaciones que salen nos empiezan a hacer irresistiblemente simpático al escritor. Primero fue su cabal ramalazo de liberalismo, su ‘qué horas son estas’, y ahora llega la información de nuestra compañera Pilar Vidal por la que sabemos que el escritor vive, efectivamente, como un liberal, a tutiplén, pero con detalles que nos lo hacen entrenable, admirable, nuestro. Vargas Llosa sigue una rutina estricta y guarda fidelidad a la papaya y en eso no hay sino sensualidad. Vargas Llosa mantiene la voluptuosa kantiana del horario y la matutina de la papaya, fruta colorida, ‘vulvosa’ y fairez. Pero a esto añade Vargas, siempre según Pilar, otro ritual: necesitaba recibir, ya en la cama, el beso de buenas noches de la Preysler, ser arropado por ella en la oscuridad. Esto quizás sea interpretado con malicia como manía, fetiche o senilidad, pero, muy al contrario, a muchos nos acerca de manera total al escritor. En un mundo de completas edípicas, Vargas nos recuerda la verdad: el hombre no ambiciona el freudiano incesto, sexualixar a mamá, sino convert a toda mujer en madre, superar el sexo hacia la gran ternura. La sensualidad, divina, se reserve, sí, pero para la fruta, la rutina o el lenguaje, pero a la mujer se la desea hasta hacerla madre, ¡primero de un niño/niña/niñe y luego, siempre, en todo caso, de uno mismo! Vargas nos recuerda la mentira de la mujer-compañera y la verdad eterna de la mujer-madre, y que nuestro único kamasutra es la cucharita en la que ella es capa superior de la concavidad… ¡Feministas, el hombre quiere matriarcado! Solo algo hay que reprochar a Vargas, solo una tacha en la total simpatía que le tenemos: falta, en su rutina, un momento para el Niño Jesús. Ahí ya estaría todo: el beso de la amada, el arropamiento de la mujer-madre y una palabra al Niño Jesús: Jesusito de mi vida, eres niño como yo…