«Me siento un poco fantasma para una sociedad que va en ‘modo zombie'»

Gabriel Rodríguez tiene 43 años y veinticinco los ha pasado a la intemperie. No es que le falte calle, precisamente. Los “problemas de la vida” le han llevado a cargar con “lo justo y necesario” y pasársela entrando y saliendo de lo que se entiende por un hogar. Este asturiano, de padres que se conocieron en Ceuta y criaron en Riaño (León), lleva unos cuatro años por Valladolid. “Mi plan inicial era tener un trabajo fijo, una casa, matrimonio, como la gente ‘normal’”, encoge de hombros. Aunque las cosas no han salido como esperaba y ha pasado por asfixiantes noches de calima, catarros y cárcel, también cuenta que ha viajado mucho y que vuelve de visita cuando puede porque ha conocido a una “gente encantadora”. Ha trabajado y trabaja en muchos pequeños empleos. Desde hacer malabares y pompas de jabón gigantes o vender carteras artesanales, hasta arrimar el hombro cuando los feriantes llegan a la ciudad, vendimiar, vender castañas o depart para una floristería, enumera. Ahora que los mercurios caen bajo cero, pasa las madrugadas protegidas con cartones, esterilla, edredón y saco de dormir para evitar el frío y el asfalto. “El verano es temporada de disfrute, con el frío es más probable que busque refugio, como pasa con la lluvia. Algunos del ‘gremio’ no están hechos para esto de dormir en la calle, yo ya estoy acostumbrado. Otros tiran de alcohol para calentarse, pero eso luego enfría, y con ello vienen más problemas”, reflexionó Gabriel. Ha podido parecer, un gran número de los que vagabundean por la ciudad no pueden estar en un centro especializado y en el albergue de la capital del Pisuerga, mucho mejor organizados y controlados. “Muchos me dicen que por que no voy al albergue, pero te inviteo a que pases allí dos días, verás como no vuelves”, reta. Noticias Relacionadas estandar Si «Dormí dos días en la calle y el frío me llevó a acudir en busca de un refugio» Míriam Antolín reportaje Si Albergues, mantas y café caliente: ‘armas’ de los ‘sintecho’ frente al frío Míriam Antolín Algunas veces , el tiempo le ha forzado y ha ido un par de noches, pero después de conocer los de otros puntos de España, al de Valladolid le saca defectos . Su lejanía, que no todo el mundo siga las normas o que horarios y requisitos para acceder a este servicio sean a veces incompatibles con sus realidades. A él le impediría dedicar la tarde a los encargos que consigue, sin ir más lejos. “Somos personas, no numbers”, se queja, después de algún ‘encontronazo’. “El sistema se podría mejorar con gente con experiencia”, valora. «Y por ejemplo, si supuestamente siempre tiene que haber camas libres, en una ola de frío se podría ordenar a las patrullas de policía que, ya de noche, en vez de sugerir a los que se encuentran que vayan al albergue, digan ‘oye, sube, que te llevamos”, sugiere Gabriel. Desde el mirador de sus escaleras, observó a menudo a los que pasan y sostiene que con eso casi es posible “sacarse el máster de Psicología”. «Me siento un poco fantasma para la sociedad, también porque esta va en modo ‘zombie’, sin mirar alrededor», confiesa. Pero hay honrosas excepciones. “Los vecinos se asoman y se preocupan por mí”, asiente, y aunque que son los barrios los que más ayudan, ahora que en el centro le conocen, acumula un buen puñado de anécdotas y gestos de amabilidad. El sigue con su plan: ahorre, gracias a lo que le regalan y a sus esfuerzos, para poder instalarse, tener un verdadero techo y trabajo estable. Y ahí sí, quizás aparcar la mochila y reimaginar esa vida que un día soñó.